Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.
1. Motivación
No es posible evangelizar sin tomar en cuenta la cultura. Esta afirmación
implica al menos dos aspectos. En primer lugar, si agredimos la cultura a la
cual dirigimos nuestra empresa evangelizadora o la consideramos inferior a la
nuestra, entonces aseguramos el fracaso de nuestra iniciativa misionera. Pero, si
profundizamos en conocer el contexto cultural en el que ejercemos nuestro
apostolado, aseguramos el éxito de la misión.
Tradicionalmente se dice que la misión ad
gentes puede adquirir la forma de una misión contra gentes, cuando no respeta la cultura de los destinatarios de
la misión, como sucedió con la primera generación de colonizadores que llegaron
a América, que no dudaron en usar la fuerza contra los indígenas de las tierras
americanas. Pero, puede hablarse de una misión inter gentes, a partir del diálogo y la solidaridad, sin dar por
supuesto que una de las dos culturas, la cristiana o la originaria, sea
superior a la otra.
Uno de los aciertos del Papa Benedicto XV, en 1919, cuando escribió la
Carta Apostólica Maximum Illud, fue
precisamente exigir que las culturas locales, destinatarias de la
evangelización, normalmente realizada por extranjeros, fueran respetadas y que
los misioneros promovieran la cultura local y los agentes de pastoral
originarios de dichas culturas. Mandato que hasta la fecha, algunas
congregaciones religiosas, se niegan a respetar, al punto que algunos países
latinoamericanos cuentan con un alto número de obispos extranjeros, bajo la
excusa de que dichos países no cuentan con candidatos «idóneos» para el
episcopado.
Por ello, una de las apuestas del Papa Benedicto XV fue la promoción del
clero nativo, bajo la consigna de que solo los miembros de una determinada
cultura pueden evangelizar con efectividad su propia cultura, porque conocen su
lengua y sus tradiciones en general.
2.
La voz del Papa
El Papa Benedicto XV inicia exaltando la obra de evangelizadores insignes
como lo fue Bartolomé de las Casas, cuyo aporte reside en la defensa jurídica
de los indígenas en las cortes de España y el haber propuesto un método no
violento para evangelizar a los indígenas. De él dice lo siguiente el
pontífice:
Más
aún: tras el descubrimiento de América, ejércitos de varones apostólicos, entre
los cuales merece especial mención Bartolomé de las Casas, honra y prez de la
Orden dominicana, se consagraron a aliviar la triste suerte de los indígenas,
ora defendiéndolos de la tiranía despótica de ciertos hombres malvados, ora
arrancándolos de la dura esclavitud del demonio (Maximum Illud, n.
6).
Un aspecto medular a la hora de ejercer la misión, además de dominar la
legua del país destinatario de nuestra misión, es la promoción del clero
nativo. Un aspecto que recalca con firmeza el pontífice. Al respecto nos dice: es de lo más principal e imprescindible,
para quienes tienen a su cargo el gobierno de las Misiones, el educar y formar
para los sagrados ministerios a los naturales mismos de la región que cultivan;
en ello se basa principalmente la esperanza de las Iglesias jóvenes (Maximum Illud, n. 30). Esto es así, dice el Papa, por que
nadie mejor que un sacerdote indígena puede infiltrar
la fe en las almas de los naturales, el contacto de un sacerdote indígena del
mismo origen, carácter, sentimientos y aficiones que ellos, ya que nadie puede
saber como él insinuarse en sus almas (Maximum Illud, n. 31).
La condición que el Papa pide para que se promuevan las vocaciones nativas es que ellas estén debidamente formadas, no solo con el objetivo de que sean colaboradores de los sacerdotes o misioneros extranjeros, sino para que ellos se hagan cargo de sus comunidades de origen:
No
es el fin de la formación del clero indígena poder ayudar únicamente a los
misioneros extranjeros, desempeñando los oficios de menor importancia, sino que
su objeto es formarles de suerte que puedan el día de mañana tomar dignamente
sobre sí el gobierno de su pueblo y ejercitar en él el divino ministerio (Maximum Illud, n.
34).
Por tanto, desde el año 1919 estaba claro que los sacerdotes y misioneros
extranjeros que trabajan en un país determinado, no deben tener como tarea
principal llevarse las vocaciones nativas para sus respectivas congregaciones
religiosas, sino promover el gobierno eclesiástico del país en donde están
trabajando. Tampoco es correcto que, bajo el pretexto de que el clero nativo no
está debidamente preparado, pretendan ocupar cargos de gobierno, como el
episcopado, dejando de lado al clero nativo. Así, cada vez va siendo más claro
que los mejores obispos deben ser los obispos nativos, no los de origen
extranjero.
Retomando estas observaciones del Papa Benedicto XV, el Papa Francisco sale
al paso de toda tendencia etnocéntrica o nacionalista que ponga en riesgo la
identidad de los pueblos originarios: El
destino universal de la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo condujo a
Benedicto XV a exigir la superación de toda clausura nacionalista y
etnocéntrica, de toda mezcla del anuncio del Evangelio con las potencias
coloniales, con sus intereses económicos y militares (Mensaje Domund, 2019).
3.
La misión compartida
Como modelo de un clero nativo ejemplar, últimamente el Papa Francisco
propone a San Óscar Arnulfo Romero, del cual dice:
Entre
esos frutos proféticos de la Iglesia en Centroamérica me alegra destacar la
figura de san Óscar Romero, a quien tuve el privilegio de canonizar
recientemente en el contexto del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. Su
vida y enseñanza son fuente de inspiración para nuestras Iglesias y, de modo
particular, para nosotros obispos. El también fue mala palabra. Sospechado,
excomulgado en los cuchicheos privados de tantos obispos (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de
2019).
El Papa Francisco sostiene que el éxito del testimonio de Monseñor Romero
fue su amor a Dios y al pueblo. El amor de Romero, dice el Papa, es un amor con sabor a pueblo. Y para
caracterizarlo dice que:
el
pastor, para buscar y encontrarse con el Señor, debe aprender y escuchar los
latidos de su pueblo, percibir “el olor” de los hombres y mujeres de hoy hasta
quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias
(cf. Const. past. Gaudium et spes, 1) y así escudriñar la Palabra de Dios (cf.
Const. dogm. Dei Verbum, 13). Escucha del pueblo que le fue confiado, hasta
respirar y descubrir a través de él la voluntad de Dios que nos llama (cf.
Discurso durante el encuentro para la familia, 4 octubre 2014). Sin dicotomías
o falsos antagonismos, porque solo el amor de Dios es capaz de integrar todos
nuestros amores en un mismo sentir y mirar (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de
2019).
Pero todo depende, advierte el Papa, de la concepción de la Iglesia que
esté en la mente del misionero o del pastor. El Pontífice cita el magisterio de
Monseñor Romero para poder caracterizar a la Iglesia que quería Romero y la Iglesia
que quiere el Papa Frnacisco, una Iglesia humilde, servidora:
Para
él, en definitiva, sentir con la Iglesia es tomar parte en la gloria de la
Iglesia, que es llevar en sus entrañas toda la kénosis de Cristo. En la Iglesia
Cristo vive entre nosotros y por eso tiene que ser humilde y pobre, ya que una
Iglesia altanera, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia autosuficiente, no
es la Iglesia de la kénosis
(cf. S. Óscar Romero, Homilía, 1 octubre 1978).
A partir de lo
dicho, podemos preguntarnos:
ü
¿Qué
nos sugiere el texto de Romanos 12,1-2 para nuestra reflexión?
ü
¿Qué
esfuerzos estamos haciendo o podemos hacer para relacionar Evangelio y Cultura?
ü
¿Cuál
es el ideal de pastor que los miembros de nuestras comunidades esperan?
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