Por: Juan Vicente Chopin
1. La
concepción de un Dios trascendente ha sido sustituida por una forma
materializada del mismo, entendiendo por tal la divinización de la riqueza. El
Papa Francisco, sumándose a los críticos de la racionalidad instrumental, no
cree en las formas mágicas de resolver los problemas de la sociedad: «conviene
evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas
se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los
individuos» (Laudato Si’, n. 190).
2.
Para lograr el propósito del n. 1 de esta
nota, desarrollamos una de las tesis centrales del magisterio del Papa
Francisco, la que reza de la siguiente manera: «Una de las causas de esta
situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya
que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades.
La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una
profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!
Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35)
ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en
la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de
manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su
orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus
necesidades: el consumo» (Evangelii Gaudium, n. 55).
3. La
tesis relativa a la crisis antropológica de la idolatría del dinero es
desarrollada en los cuatro «no» del Papa contra el capitalismo salvaje:
a) «No
a una economía de la exclusión» (Ibídem, nn. 53-54). «Así como el
mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la
vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la
inequidad”. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de
frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos
en la bolsa». El argumento central de este primer «no» se apoya en las tesis
sociológicas de Zygmunt Bauman; en particular «la cultura del descarte». Además,
sostiene que dicha exclusión «expresa una confianza burda e ingenua en la
bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados
del sistema económico imperante». Según esto: «La cultura del bienestar nos
anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos
comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen
un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera».
b) «NO A LA NUEVA IDOLATRÍA DEL DINERO» (Ibídem,
nn. 55-56). La idea central aquí es la que aparece en la tesis expresada en el segundo
numeral de esta nota: la crisis antropológica. El numeral 56 es una explanación
de esa tesis, y reza de la siguiente manera: «Mientras las ganancias de unos
pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos
del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías
que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación
financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados
de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces
virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas.
Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades
viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo
ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han
asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites.
En este sistema,
que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa
que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del
mercado divinizado, convertidos en regla absoluta».
c) «NO A UN DINERO QUE GOBIERNA EN LUGAR
DE SERVIR» (Ibídem, nn. 57-58). En este «no» el argumento se centra en
la ética: «Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de
Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se la siente como
una amenaza, pues condena la manipulación y la degradación de la persona. En
definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que
está fuera de las categorías del mercado». Así, la exhortación va en la línea
de actuar bajo una ética en favor de la dignidad humana: «Una reforma
financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por
parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con
determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad
de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos,
ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que
los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a
la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una
ética en favor del ser humano».
d) «NO A LA INEQUIDAD QUE GENERA
VIOLENCIA» (Ibídem, nn. 59-60). Las ideas principales de este cuarto
«no» son las siguientes: «En muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero
hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y
entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de
la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades,
las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que
tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad —local, nacional o
mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas
políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar
indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad
provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el
sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a
comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su
potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema
político y social por más sólido que parezca». En el fondo -continúa diciendo
el Papa- «los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del
consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es
doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano
una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás.
Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si
hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar
soluciones, crean nuevos y peores conflictos».
4. IDOLATRÍA
DEL DINERO EN LA MISMA IGLESIA CATÓLICA. Pero la idolatría del dinero y la
divinización del mercado no se da solamente fuera de la Iglesia. También en
ella se produce ese desorden. Iniciando su pontificado, por ejemplo, el Papa
Francisco ha tenido que destituir al llamado «obispo del lujo», el alemán
Franz-Peter Tebartz-van Elst, obispo de Limburgo. Este obispo había construido
su residencia episcopal a un valor de 31 millones de euros. El Papa lo
destituyó de su cargo el 23 de octubre de 2013. Últimamente, el Papa procesa
judicialmente al cardenal Giovanni Angelo Becciu, acusado de corrupción con
fondos de la Santa Sede. La primera audiencia se realizó el martes 27 de julio
del corriente año. Y hay otros procesos para depurar no solo al Banco Vaticano,
sino también a la Curia Romana, es decir, al aparato burocrático de la Santa
Sede. Se piensa que si el Papa supiera quiénes son los prelados (sacerdotes,
obispos, cardenales, etc.) y los laicos involucrados en corrupción
eclesiástica, sin duda los destituiría de sus cargos.
5. EL
BECERRO DE ORO A LAS CRIPTO MONEDAS. La maldita sed del dinero («auri sacra
fames») de la que hablaba Virgilio es muy antigua. Se preguntaba el poeta
Virgilio, el guía de Dante por el Infierno: «¿a qué llevas a los pechos
mortales, maldito deseo del oro?» (Eneida,
III, 56-57). La idolatría o fetichismo del dinero y la divinización del merado
es una sed desmesurada por la riqueza.
a)
EL BECERRO DE ORO. Es común en la
tradición cristiana referirse al famoso pasaje bíblico del Éxodo (Capítulo 32)
para ilustrar el tipo de idolatría que sustituye el verdadero culto a Dios por
una realidad material o, peor aún, que utiliza el nombre de Dios, para
justificar los propios intereses y ambiciones. Estamos en el contexto de las
primeras conformaciones de los códigos de leyes que van a regir al Pueblo de
Israel. En este momento el protagonista es Yahvé y los patriarcas. En concreto
los hermanos Moisés y Aarón.
Una
de las principales prescripciones de este código decía: «No haréis junto a mí
dioses de plata, ni os haréis dioses de oro» (Éxodo 20,23). Esa fue la
prescripción que los israelitas no respetaron.
Por
instrucciones de Yahvé, Moisés subió al monte Sinaí para recibir las tablas de
piedra escritas por el dedo de Dios. Pero Moisés tardaba en bajar del monte.
Entonces el pueblo pidió a Aarón que les hiciera un dios que fuera delante de
ellos. Así lo hizo Aarón, construyó el becerro con las joyas ofrecidas por el
pueblo. Y se dijeron: «Este es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la
tierra de Egipto» (Éxodo 32,4). La sustitución de un Dios por otro
estaba hecha. Yahvé monta en cólera y ordena a Moisés bajar del monte para ver
lo que había sucedido, puesto que pretende aniquilarlos. Moisés trató de
aplacar la ira de Yahvé y éste accede a su petición de no destruir a Israel,
aunque después se dice que sí hubo castigo.
Es
interesante que, al llegar al campamento, Moisés rompe las tablas de la Ley,
destruye al becerro haciéndolo ceniza, la cual mezcla con agua y la da a beber
a los idólatras. Es cierto modo hace responsable a los israelitas de su
idolatría. Beber la mezcla de agua con la ceniza del ídolo es asumir la
consecuencia de su decisión, lo cual queda evidenciado cuando Moisés discute
con Aarón por haber construido el becerro y este le da una respuesta taxativa:
«Tú mismo sabes que este pueblo es inclinado al mal» (Éxodo 32,22).
Al
mantenerse en la idolatría, Moisés se une con los levitas para asesinar a los
idólatras. Fueron asesinados tres mil hombres. El relato termina diciendo: «Y
Yahvé castigó al pueblo a causa del becerro fabricado por Aarón» (Éxodo
32,35). Este dato también es importante, puesto que, como afirma el Papa
Francisco, la ambición entre hermanos casi siempre termina en violencia.
El
análisis de este pasaje deja en evidencia algunas cuestiones: 1. El becerro es
una construcción humana, con connotaciones divinas, pero a medida de sus
propios intereses. Y como tal, es dado a beber el caldo de sus desechos para
que los idólatras asuman sus propias responsabilidades. Si ese es su Dios, no
se puede culpar al Dios trascendente de sus propias decisiones. 2. La ruptura
del código rompe la alianza entre lo inmanente y lo trascendente. Estas dos
divinidades son incompatibles. 3. La dialéctica entre el ídolo y el Dios
trascendente genera un conflicto: los partidarios de Yahvé dan muerte a los
idólatras. Surge así una casta sacerdotal. La inclinación al mal hace que el
pueblo use a conveniencia las formas idolátricas de la divinidad y la
trascendencia de esta.
b)
ARISTÓTELES Y LOS ORÍGENES DE LOS MERCADOS
ESPECULATIVOS. Sin embargo, el primero que explicó sistemática y secularmente
las funciones del dinero fue Aristóteles. En su teoría política, la
crematística (del griego χρηματιστική, que es la capacidad de generar o ganar
dinero; su raíz es χρηματα, palabra relativa a los bienes, a las cosas y al
dinero; de ahí la palabra «crematística») se refiere a la distinción básica
entre economía doméstica y economía comercial. La economía doméstica es la que
sirve para subsanar las necesidades vitales y fundamentales de una persona y
extensivamente de una familia. En cambio, la economía comercia es la sirve para
intercambiar productos con el dinero que sobra, una vez subsanadas las
necesidades fundamentales de las que habla la economía doméstica. Es un dinero
especulativo. Por tanto, estamos en los orígenes de lo que en tiempos modernos
se llama la bolsa de valores, es decir, las formas más especulativas de
realizar transacciones financieras, cuya última versión son las criptomonedas.
c)
DIOS Y CÉSAR EL DIVINO. La tendencia de
los políticos que detentan el poder de un Estado a divinizar su persona o a
adjudicarse un contacto privilegiado con Dios, procede de los tiempos imperiales.
El mismo Jesús se vio obligado a distinguir entre el culto a Dios y el culto al
emperador. En cierta parte de los relatos evangélicos se dice que los fariseos
intentaron timar a Jesús. Enviaron a sus discípulos a preguntarle si era lícito
pagar el tributo al emperador romano (cf. Mateo 22,17). A lo que Jesús
respondió: «Hipócritas, ¿por qué me tientan? Muéstrenme la moneda del tributo.
Ellos le presentaron un denario. Y les dice: “De quién es esta imagen y la
inscripción?” Le dicen: “Del César”. Entonces les dice: “Pues lo del César
devuélvanselo al César, y lo de Dios a Dios» (Mateo 22,18-21). Queda
claro en la respuesta de Jesús que, quien quiera maliciosamente identificar o
confundir su poder político con una supuesta envestidura divina es un perverso
y un engañador. Surgen así, en la tradición cristiana personajes que caen en el
colmo incluso de querer comprar la gracia de Dios. Es el caso de Simón mago,
quien al ver los milagros y prodigios que realizaba Felipe en la región de
Samaria, quería comprarle el don que el apóstol tenía. El texto dice que Simón
«practicaba la magia y tenía atónito al pueblo de Samaria y decía que él era
algo grande. Y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y
decían: “Éste es la Potencia de Dios» (Hechos 8,9-10). Emocionado Simón
les ofrece dinero a los apóstoles y les dice: «Dadme a mí también ese poder
para que reciba el Espíritu Santo aquel a quien yo imponga las manos» (Hechos
8,19). Entonces, Pedro le dice: «Vaya tu dinero a la perdición y tú con él;
pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero» (Hechos 8,20). Los
hombres de poder en este mundo quieren ser como dioses, porque la lógica del
poder así funciona, no conoce límites. Se repite así la tentación primordial
que Satán hace a Adán y a Eva: «Seréis como dioses» (Génesis 3,5).
d)
FETICHISMO DE LA MERCANCÍA Y DEL DINERO EN
KARL MARX. Por definición, un fetiche, es un objeto material que representa a
un ser sobrenatural al que se atribuye el poder de gobernar una parte de las
cosas o de las personas, y al que se adora y se rinde culto.
En
la sección primera de su obra «El Capital», titulada MERCANCÍA Y DINERO,
capítulo I (LA MERCANCÍA), K. Marx desarrolla un apartado titulado «El
fetichismo de la mercancía, y su secreto» (Marx, pág. 36). En ese
apartado relaciona sus tesis de economía política con conceptos teológicos.
Afirma: «A primera vista, parece como si las mercancías fuesen objetos
evidentes y triviales. Pero, analizándolas, vemos, que son objetos muy
intrincados, llenos de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos» (Marx,
pág. 36). Se pregunta: «¿De dónde procede el carácter misterioso que presenta
el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía?» (Marx,
pág. 37). A lo cual responde: «El carácter misterioso de la forma mercancía
estriba, por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el
carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los
propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como
si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo
colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos
objetos, al margen de sus productores. Este quid pro quo [una cosa por
otra] es lo que convierte a los productores de trabajo en mercancía, en objetos
físicamente metafísicos o en objetos sociales» (Marx, pág. 37-38).
Se
llega así a su concepto de «fetiche»: «Lo que aquí reviste, a los ojos de los
hombres, la forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales no es
más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres. Por
eso, si queremos encontrar una analogía a este fenómeno, tenemos que
remontarnos a las regiones nebulosas del mundo de la religión, donde los
productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de
existencia independiente, y relacionados entre sí y con los hombres. Así
acontece en el mundo de las mercancías con los productos de la mano del hombre.
A esto es a lo que yo llamo el fetichismo bajo el que se presentan los
productos del trabajo tan pronto como se crean en forma de mercancías y que es
inseparable, por consiguiente, de este modo de producción» (Marx, pág. 38).
Uno
de los mejores intérpretes de esta tesis marxiana es Bolívar Echeverría. Según
este autor: «Un fetiche es una acción, una palabra o una cosa que sirve de
instrumento para lograr un hechizo (feitiço), es decir, para provocar la
actualización de los sobrenatural en una situación singular concreta. Es un
instrumento como cualquier otro, pero es además mágico: su efectividad rebasa
la efectividad reconocida como natural por la sociedad. Su presencia real es
así necesariamente doble o “mística”, a un tiempo profana y sagrada, material y
espiritual, terrenal y celestial» (Echeverría, pág. 98). En este sentido, «el
fetichismo consiste en la necesidad de hacer que fuerzas “sobrenaturales” -es
decir, ininteligibles, y “lo natural” es “lo inteligible en principio”-
intervengan en la realización de la vida humana, ningún mundo es más
“fetichista” que el mundo moderno».
Por
tanto, «a diferencia de otros mundos, menospreciados por “supersticiosos” e
“irracionales”, en los que, sin embargo, los individuos sociales entablan ellos
mismos sus relaciones, en obediencia a una hipótesis mitológica propia, en el
mundo moderno los individuos sociales no podrían relacionarse entre sí si no
fuera por la intervención socializadora, incontrolable e incomprensible para
ellos, de las mercancías y su circulación… Las mercancías son los fetiches
modernos porque, al igual que en los objetos mágicos, su realidad “profana” -su
valor por el trabajo y su valor para el disfrute- se encuentra subsumida bajo
su realidad “sagrada”, la de ser los agentes de la socialización (capitalista)
de los individuos sociales» (Echeverría, pág. 99).
Así,
el dinero es dos veces fetiche. En primer lugar, «la facilidad con que es
intercambiable hace de su concreción una concreción evanescente: en cualquier
lugar en cualquier momento puede dejar la concreción que tiene y pasar a tener
cualquier otra concreción. En segundo lugar, sirve de representante a todos los
demás “cuerpos” de mercancía. Este valor de uso socialmente adjudicado
convierte al “cuerpo” de mercancía dinero en la corporeidad del valor en
general, es decir, en el equivalente universal o metro en referencia al cual se
miden los valores de cambio (precios) de todas las mercancías» (Echeverría,
pág. 102-103).
e)
IDOLATRÍA DE LA POLÍTICA Y DE LA RIQUEZA SEGÚN
SAN ÓSCAR ARNULFO ROMERO. También san
Óscar Romero ha desarrollado ampliamente la cuestión de la idolatría del
dinero. Sostiene que «cuando se absolutiza un valor humano dándole, teórica o
prácticamente, un carácter divino, se priva al hombre de su más alta vocación e
inspiración y se empuja la cultura de un pueblo hacia una verdadera idolatría
que lo mutila y lo oprime» (Misión de la Iglesia en medio de la crisis,
6 de agosto de 1979, n. 42).
Así,
«la absolutización de la riqueza y de la propiedad lleva consigo la
absolutización del poder político, social y económico, sin el cual no es
posible mantener los privilegios aún a costa de la propia dignidad humana. En
nuestro país, esta idolatría está en la raíz de la violencia estructural y de
la violencia represiva y es, en último término, la causante de gran parte de
nuestro subdesarrollo económico, social y político» (Ibídem, n.
45).
Finalmente,
sentencia: «¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo
de oro, un becerro de oro, y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen
sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante esta idolatría del dinero!;
¡no sólo sacrificios, sino iniquidades! Se paga para matar, se paga el pecado y
se vende, todo se comercializa, todo es lícito ante el dinero» (Homilía: 11 de septiembre
de 1977).
6. LAS
FORMAS ESPECULATIVAS DE LA RIQUEZA Y SU HUMANIZACIÓN. En las formas realizadas
del capitalismo contemporáneo: ¿es posible humanizar los sistemas económicos?
La crítica del Papa Francisco al sistema capitalista no busca el retorno a las
formas primitivas de la existencia. De hecho, reconoce que «la tecnología ha
remediado innumerables males que dañaban y limitaban al ser humano» (Laudato
Si’, n. 102). Sus planteamientos se inscriben en un diálogo crítico con el
mundo contemporáneo.
a) NECESIDAD
DE UNA REVOLUCIÓN CULTURAL. «Lo que está ocurriendo nos pone ante la urgencia
de avanzar en una valiente revolución cultural. La ciencia y la tecnología no
son neutrales, sino que pueden implicar desde el comienzo hasta el final de un
proceso diversas intenciones o posibilidades, y pueden configurarse de
distintas maneras. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es
indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger
los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los
grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano» (Laudato Si’, n.
114).
b) SUPERAR
EL PARADIGMA TECNOCRÁTICO. 1) Superación
del paradigma tecnocrático. El Papa constata: «hoy el paradigma
tecnocrático se ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus
recursos, y más difícil todavía es utilizarlos sin ser dominados por su lógica»
(Laudato Si’, n. 108). En otras palabras «el antropocentrismo moderno,
paradójicamente, ha terminado colocando la razón técnica sobre la realidad» (Laudato
Si’, n. 115). Uno de los pasos que
impone la búsqueda de un sistema económico alternativo es la «renuncia a
convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio» (Laudato Si’,
11) y al mismo tiempo reconocer que se ha dado una excesiva «confianza
irracional en el progreso y en la capacidad humana» (Laudato Si’, n.
19). En definitiva, se trata de «terminar hoy con el mito moderno del progreso
material sin límites» (Laudato Si’, 78). Entonces, nos dice el Papa,
sumándose a los críticos de la racionalidad instrumental: «El problema
fundamental es: el modo como la humanidad de hecho ha asumido la tecnología y
su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional» (Laudato
Si’, 106). Esto quiere decir que, en «el origen de
muchas dificultades del mundo actual, está ante todo la tendencia, no siempre
consciente, a constituir la metodología y los objetivos de la tecnociencia en
un paradigma de comprensión que condiciona la vida de las personas y el
funcionamiento de la sociedad» (Laudato Si’, 107). 2) LA PERVERSIÓN del paradigma tecnocrático.
Tal perversión se da al mezclar en modo consciente técnica, economía y
política. «La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito,
sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano.
Las finanzas ahogan a la economía real. En algunos círculos se sostiene que la
economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del
mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del
hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento
del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se
atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la
economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos,
cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor
distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos
de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo
de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no
garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social» (Laudato Si’,
n. 109). «Es posible volver a ampliar la mirada, y la
libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al
servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más
integral» (Laudato Si’, n. 112).
c) APOSTAR
POR UN TRABAJO DIGNO PARA LAS PERSONAS. Sostiene el Papa que «ayudar a los
pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver
urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a
través del trabajo» (Laudato Si’, n. 128). Este principio es
constantemente irrespetado por los gobernantes populistas, que no buscan la
promoción de la persona, sino el rédito que sus dádivas les procuran en el
ejercicio de su poder. Sin embargo, continúa el Papa: «los costes humanos son
siempre también costes económicos y las disfunciones económicas comportan
igualmente costes humanos. Dejar de invertir en las personas para obtener un
mayor rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad» (Laudato Si’,
n. 128).
d) DIÁLOGO
ENTRE POLÍTICA Y ECONOMÍA. Aunque parezca utópico o ingenuo, el Papa habla de
la necesidad de un diálogo entre política y economía en beneficio del bien
común: «La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a
los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en
el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en
diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la
vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a
la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema,
reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo
podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación»
(Laudato Si’, n. 189). La esperanza del Papa llega a niveles inusitados
en la búsqueda de un mundo más humano, pero actualmente imbuido de violencia y
rencor: «El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y
político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo
mejor» (Laudato Si’, n. 231).
e) LA
LIBERTAD Y LA COMPULSIÓN CONSUMISTA. En un mundo con predominancia de los
paradigmas tecnocrático y tecnoeconómico, el ejercicio de la libertad se
complejiza. «Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista
compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la
vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el
reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico. Ocurre lo que ya señalaba
Romano Guardini: el ser humano “acepta los objetos y las formas de vida, tal
como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en
serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo
racional y lo acertado”. Tal paradigma hace creer a todos que son libres
mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad
poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder
económico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró
una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de
identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y
raquíticos fines» (Laudato Si’, n. 203).
f) NUEVAS
FORMAS DE COLONIZACIÓN CULTURAL. Constata el Papa: «Un modo
eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por
la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las
grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia,
libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas
como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden
servir para justificar cualquier acción… Son las nuevas formas de colonización
cultural» (Fratelli Tutti, n. 14).
g) POLÍTICA
Y MARKETING VIOLENTO. Surge, en este contexto, una expresión agresiva del
marketing y del ejercicio del poder: «La mejor manera de dominar y de avanzar
sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante,
aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se
utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos
caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude
a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge
su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se
reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión
sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común,
sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en
la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de
las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de
cuestionamiento y confrontación» (Fratelli Tutti, n. 14).
7. CONCLUSIÓN.
Una constante en la historia de la humanidad demuestra que, desde que se
inventó el dinero, este puede proporcionar bienestar, pero también discordia y
violencia entre las personas. Desde el trueque, pasando por títulos valores,
los billetes, las transacciones bancarias y las monedas digitales, queda
demostrado que una minoría vive felizmente y el resto trabaja para sostener los
privilegios de esa élite acomodada. Es extremadamente raro encontrar un sistema
socioeconómico que piense en el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, la
misma afirmación parece contradictoria. Cabe preguntarse si es posible imaginar
el mundo de un modo diverso o si estamos condenados a la depredación que el
capitalismo salvaje impone. En todo caso, el Papa ha dado su punto de vista al
respecto.
8. REFERENCIAS.
Francisco, Exhortación Apostólica Evagelii
Gaudium (24 de noviembre de 2013). Id.,
Carta Encíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015); Id., Carta Encíclica Fratelli Tutti (3
de octubre de 2020). Karl Marx, El
Capital. Crítica de la Economía Política, Vol. 1, Fondo de Cultura
Económica, México 19993. Bolívar
Echeverría, Discurso Crítico y Modernidad. Ensayos escogidos, Desde
Abajo, Bogotá 2011. Oscar Arnulfo Romero,
Carta Pastoral Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país (6 de
agosto de 1979), en Miguel Cavada Diez
(ed.), Monseñor Óscar A. Romero, Tomo VII: Cartas pastorales, discursos
y otros escritos, UCA Editores, San Salvador 2017, pp. 117-177.