Por: Juan Vicente Chopin.
Yo no creo en las casualidades, en particular en lo que respecta las cuestiones fundamentales de la vida de una persona y de la historia en general. El domingo 28 de mayo de 2017 las parroquias de la vicaría Monseñor Romero (13 parroquias en total) se reunieron para conmemorar el segundo aniversario de la beatificación de Monseñor Romero. Se congregaron unas mil quinientas personas en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en la Colonia Sierra Morena. Sucede que fui invitado a dar una conferencia sobre Monseñor Romero y Monseñor Rosa Chávez presidiría la misa después de mi conferencia. Se entiende que nadie esperaba que para esa fecha Monseñor Rosa Chávez hubiera sido nombrado cardenal. Tampoco yo pensaba encontrarme con el nuevo cardenal. Ese tipo de situación yo la refiero a la Providencia Divina.
Yo no creo en las casualidades, en particular en lo que respecta las cuestiones fundamentales de la vida de una persona y de la historia en general. El domingo 28 de mayo de 2017 las parroquias de la vicaría Monseñor Romero (13 parroquias en total) se reunieron para conmemorar el segundo aniversario de la beatificación de Monseñor Romero. Se congregaron unas mil quinientas personas en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en la Colonia Sierra Morena. Sucede que fui invitado a dar una conferencia sobre Monseñor Romero y Monseñor Rosa Chávez presidiría la misa después de mi conferencia. Se entiende que nadie esperaba que para esa fecha Monseñor Rosa Chávez hubiera sido nombrado cardenal. Tampoco yo pensaba encontrarme con el nuevo cardenal. Ese tipo de situación yo la refiero a la Providencia Divina.
En su homilía, dicha en un lenguaje muy cordial y sereno,
el nuevo cardenal se fue refiriendo a diversos argumentos, de los cuales quiero
resaltar algunos.
En primer lugar, dijo que había recibido una llamada a
las 5 am., el domingo pasado (21 de mayo de 2017), en la que se le comunicaba
su nombramiento como cardenal y que la noticia le había sorprendido mucho.
Seguidamente explicó que él atribuía ese nombramiento a la intercesión de
Monseñor Romero y explicó por qué. Ese domingo 21 de mayo tenía que estar en la
conmemoración del segundo aniversario de la beatificación de Monseñor Romero en
el Hospitalito y en la Cripta de Catedral; puntualizó además que en la misma
línea providencial le parecía el que estuviera, ocho días después, celebrando
el mismo acontecimiento en la vicaría pastoral que lleva el nombre de Monseñor
Romero. De modo que, en un modo más jocoso, dijo que en esas misas el canto de
entrada había sido el que dice: “Vamos todos al banquete, a la mesa de la
creación, cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión”. Y a renglón
seguido afirmó: “a mí me han cambiado el taburete y la misión”. El pueblo
celebró el símil con un aplauso y sonrisas de aprobación. El cardenalato de
Monseñor Gregorio Rosa Chávez es un milagro del beato Óscar Romero.
En segundo lugar, pude notar el profundo conocimiento que
tiene el nuevo cardenal acerca del magisterio de Monseñor Romero, y en
concreto, del modo cómo entiende la Iglesia. Aludiendo a sus cartas pastorales
resaltó la visión de la Iglesia que tenía el beato, así como aparece en su
primera carta pastoral como arzobispo, titulada “Iglesia de la Pascua” (10 de abril
de 1977), en la que se cita el n. 15 del apartado “Juventud” del documento de
Medellín, donde se dice: “…que se presente cada vez más nítido, en América
Latina, el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual,
desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de
todo el hombre y de todos los hombres”. Se trata del modo cómo entendían la
Iglesia Juan XXIII y Pablo VI; el cardenal Eduardo Pironio y Monseñor Luis
Chávez y González; Monseñor Rivera Damas y Rutilio Grande. Los mismos que los
periódicos de la derecha recalcitrante acusaban de ser comunistas. También
aludió a su segunda carta pastoral (6 de agosto de 1977) y dijo que le gustaba
mucho esa expresión de la Iglesia como “Cuerpo de Cristo en la historia”, que
es el título de dicha carta y que nos recuerda la eclesiología de Ignacio
Ellacuría y de Jon Sobrino. En esa carta Monseñor Romero afirmó que “mientras
la Iglesia predique una salvación eterna y sin comprometerse en los problemas
reales de nuestro mundo, la Iglesia es respetada y alabada, y hasta se le
conceden privilegios. Pero si la Iglesia es fiel a su misión de denunciar el
pecado que lleva a muchos a la miseria, y si anuncia la esperanza de un mundo
más justo y humano, entonces se la persigue y calumnia, tildándola de
subversiva y comunista”. Cerró este argumento aludiendo al magisterio del Papa
actual, que quiere una Iglesia más dinámica, que no se encierre y que no sea
timorata, sino que predique el evangelio a los más pobres y haga de ellos los protagonistas
de la evangelización.
En tercer lugar, Monseñor Rosa Chávez nos reveló un
secreto. Nos explicó que el báculo que portaba ese día, por cierto muy bien
conservado, había sido propiedad de Monseñor Luis Chávez y González y que él se
lo había regalado a Monseñor Romero, que a su vez Monseñor Romero se lo había
regalado a él, a Monseñor Gregorio Rosa Chávez. Ese dato fue una auténtica
revelación, un símbolo, porque nos confirmó algo que sólo en nuestras
investigaciones habíamos descubierto, es decir, que la sistematización de la
cuestión social al interno de la Iglesia Católica Salvadoreña dio inicio con el
segundo arzobispo de San Salvador, Monseñor José Alfonso Belloso y Sánchez
(1927-1938). Se sistematizó con Mons. Luis Chávez y González (1938-1977). Tuvo su ápice con Monseñor Romero (1977-1980) y tuvo seguimiento con Mons. Arturo Rivera Damas (1983-1994). Esta podría ser la razón de por qué el dictador Maximiliano
Hernández Martínez, en 1935, en su segunda toma de posesión como presidente, no
le pide a Belloso y Sánchez que le haga el Te Deum, sino a Monseñor Juan
Antonio Dueñas y Argumedo (1914-1941), obispo de San Miguel, quien, dicho sea
de paso, calificó al dictador del mismo modo como el historiador Eusebio de
Cesarea había llamado a Constantino, “el nuevo Moisés”, el que entonces había
de conducir al cristianismo primitivo hacia glorias mayores y a Maximiliano
Hernández Martínez la tarea de conducir al cristianismo salvadoreño en tiempos
modernos.
Finalmente, dijo que le gustaría hacer una peregrinación
o marcha, desde San Salvador hasta Ciudad Barrios, lugar del natalicio de
Monseñor Romero. Dijo que podía ser de dos modos. Una forma puede ser que los
mismos que parten de San Salvador sean los que culminan la peregrinación en
Ciudad Barrios. La otra es que se haga por partes, es decir, que de San
Salvador se llegue hasta San Rafael Cedros, que de ahí retome la marcha la
Diócesis de San Vicente hasta el puente Cuscatlán; que pase luego a la Diócesis
de Santiago de María, culminando en la Diócesis de San Miguel, en Ciudad
Barrios. El centenario del natalicio de Monseñor Romero amerita un evento de
esa magnitud y el cardenal cuenta con la popularidad para hacerlo.
En síntesis, el apellido “Chávez” reanuda de algún modo,
en cuanto hace de quicio, de “cardine”, de perno, la cadena que en 1994 se
rompió con la muerte de Monseñor Arturo Rivera Damas. El cayado del pastor va
recuperando la línea pastoral más responsable y más creíble que ha tenido la
Iglesia católica salvadoreña. Procediendo de ese modo, el Papa Francisco nos deja
claro qué tipo de Iglesia sueña: una iglesia “pobre para los pobres”. Está en
las manos del nuevo cardenal ejercer con creatividad y pertinencia tan alta
responsabilidad. La sangre de los mártires se lo reclama.
2 comentarios:
Muy buena síntesis P. Chopin, clara y breve. Esto parece ser una nueva esperanza para el pueblo y para los cristianos salvadoreños comprometidos por la causa de los pobres. Nunca hay que perder de vista que la realidad siempre nos ha demandado, pero la apertura, escucha y movilización ética ha sido mediocre. Es momento de seguir avanzando al sueño de Francisco I, al sueño de Monseñor Romero, y en definitiva - que es lo mismo - al sueño de Jesús de Nazareth.
Lic. Juan Carlos R.
Dios esta pasando nuevamente en el pueblo salvadoreños. Esto motiva a seguir con esperanza, tenacidad y racionalidad, frente a una realidad cruenta en el cual el reino de la muerte acampa.
Dios habla pero hay que tener odio de discipulos para discernir los signos de los tiempos.
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