lunes, 2 de septiembre de 2013

CATEQUESIS N. 2: MISIÓN Y CRISIS DE FE



1.   Enfoque
Así como hay una íntima relación entre fe y misión, así también la misión es afectada negativamente si la fe de las personas entra en crisis. De hecho, en la Biblia encontramos distintas actitudes con respecto al acto de fe. Algunas veces adquiere la forma de una gran seguridad, como cuando el Evangelio de Mateo dice que el que tenga fe «nada le será imposible» (Mateo 17,20); otras veces se presenta en forma de duda, como cuando Tomás pide señales para creer en el Resucitado: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Juan 20,25). Lo importante es que notemos la relación directa que existe entre el acto de fe y la efectividad de la misión. El mismo texto que hemos citado de Mateo 17 narra cómo los discípulos vienen desconsolados porque no han podido expulsar un demonio y le preguntan a Jesús, «¿por qué nosotros no pudimos expulsarle?», a lo que Jesús responde: «por vuestra poca fe» (Mateo 17,20). 
De modo que la fe, aunque sea un don de Dios, está sujeta al estado existencial del creyente. Creer no consiste en una constante decisión sin vacilaciones, sino en un proceso en el que se mezclan momentos de gran seguridad y momentos de oscuridad. De ello nos pone al tanto el texto bíblico: «yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca» (Lucas 22,32), con lo cual se da por supuesto que la fe puede desfallecer, y eso fue dicho a Pedro, al príncipe de los apóstoles, de quien no se esperaba que dudara.
Pero, contrario a lo que muchos cristianos creen, los obstáculos para la fe y para la misión no están sólo fuera de la Iglesia; probablemente los problemas de fe internos a la Iglesia son los que más obstaculizan el proceso evangelizador.
Por tanto, la fe ha de conjugarse con otras virtudes que le ayudan a encontrar su justa colocación en el proceso evangelizador. El creyente debe ser humilde para reconocer sus límites y así dejarse ayudar por Dios y por sus hermanos de la comunidad. El creyente debe ser una persona de esperanza, que confíe en la acción del Espíritu Santo y no solo en sus propias fuerzas, que es una de las causas de las crisis de fe. De modo que no hay que temer a las crisis de fe, porque también de ellas ha de ocuparse el proceso evangelizador.

2.   Escuchar al Papa
La fe en la actualidad se predica en una época de crisis y el Papa no lo esconde:
Crece el número de los que son ajenos a la fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias...Vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente, sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que la animan (Mensaje, n. 4).
El Papa, en su mensaje, es consciente que predicar la fe tiene sus dificultades y que no podemos esconder dichos problemas:
A menudo, la obra de evangelización encuentra obstáculos no sólo fuera, sino dentro de la comunidad eclesial. A veces el fervor, la alegría, el coraje, la esperanza en anunciar a todos el mensaje de Cristo y ayudar a la gente de nuestro tiempo a encontrarlo son débiles; en ocasiones, todavía se piensa que llevar la verdad del Evangelio es violentar la libertad (Mensaje, n. 3).
Pablo VI, en su Encíclica Evangelii Nuntiandi, hizo notar que las frustraciones de muchos cristianos son causadas por su distanciamiento de la comunidad, por querer practicar una fe aislada y privada de un contexto comunitario. El Papa Francisco retoma el criterio expresado en Evangelii Nuntiandi:
Es urgente hacer que resplandezca en nuestro tiempo la vida buena del Evangelio con el anuncio y el testimonio, y esto desde el interior mismo de la Iglesia. Porque, en esta perspectiva, es importante no olvidar un principio fundamental de todo evangelizador: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual, privado, sino que es siempre eclesial. Pablo VI escribía que «cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia»; no actúa «por una misión que él se atribuye o por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre» (EN, 60). Y esto da fuerza a la misión y hace sentir a cada misionero y evangelizador que nunca está solo, que forma parte de un solo Cuerpo animado por el Espíritu Santo (Mensaje, n. 3).

3.   La misión compartida
Se recomienda hacer un lectura compartida o una Lectio Divina del texto de 2 Cor 4,7-18. En esta lectura tendremos presente los siguientes puntos:
a)    ¿Qué características tiene una crisis de fe?
b)    ¿Cómo afectan negativamente las crisis de fe a la evangelización?
c)    ¿Qué actitud tomar de frente a una crisis de fe?

TEXTO DEL CONCILIO VATICANO II:
De la Constitución Pastoral Gaudim et Spes, n. 1:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia.

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