lunes, 30 de septiembre de 2019

PALABRAS DE APERTURA AL PRIMER SIMPOSIO ROMERISTA EN LA DIÓCESIS DE SAN VICENTE, EL SALVADOR, C.A.








Palabras del Señor Nuncio Apostólico
Su Excelencia Santo R. Gangemi
“Mons. Romero en la Iglesia Latinoamericana”


en el
Primer Simposio Romerista
Diócesis de San Vicente

ÛÛÛ

Ilobasco, Cabañas, 28 de septiembre de 2019



Excelencia Reverendísima,
Reverendos y queridos conferencistas,
Estimados invitados,
Apreciada asistencia:

No puedo negar ni guardar silencio acerca de sentirme un poco incómodo tomando la palabra hoy durante este Primer Simposio Romerista. Creo que la razón de mi vergüenza es totalmente comprensible: yo soy el último entre ustedes y no puedo ni mínimamente ponerme en comparación con su conocimiento de la vida, la actividad y el mensaje –quisiera decir el magisterio– de un obispo que motiva estudios y discusiones hasta nuestros días y hasta hoy en día, después de más de 30 años de su muerte, al punto que para quien llega a El Salvador parece que se trata de un acontecimiento que ha pasado, a lo más tarde, hace unas semana o al máximo un mes.

Cuando leo los nombres de los que tomarán la palabra durante este encuentro me siento como un enano que marcha sobre las espaldas de unos gigantes o, para utilizar una frase de San Pablo quisiera decir: “Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto” (1Cor 15,8).

Comienzo diciendo inmediatamente cuál es mi intención: ¡No hablar sobre la vida y algunos aspectos específicos del compromiso pastoral y social del Santo Obispo Mártir! me detengo más bien para hacer una reflexión "en voz alta" sobre el impacto que el Obispo Romero tiene en América Latina y fuera de las fronteras de El Salvador.

Sin saberlo, la elección de su lema episcopal nos hace verlo como un pastor que afirma situarse dentro de la Iglesia, pero no la ideal, sino la concreta, la Iglesia de su tiempo y por esta misma razón que "sentir con la Iglesia" lo lleva hoy para hacerlo sentir “por la Iglesia”.

 De hecho, purificado por la palabra magisterial del Papa, que lo proclama santo, lo libera de ciertas etiquetas que una lectura distorsionada y marginal de su vida le había dado – muchos o todos ustedes lo saben bien - que “hubo equivocación hasta en la comprensión de la doctrina social de la Iglesia así que la defensa de los derechos humanos fue interpretada como si fuera una opción política más que evangélica” a pesar que dentro y fuera de El Salvador hubo personalidades de larga visión, como el Card. Achille Silvestrini, que al enterarse años después de la muerte de los jesuitas de la UCA no tuvo reparo a gritar que había que declararlos mártires enseguida sin esperar 50 años, sin caer en las dudas o en las largas disquisiciones que habían acompañado la muerte de Mons. Romero, hasta dentro de la misma Iglesia. El Papa Francisco proclamándolo como uno de los santos de la Iglesia universal, lo señala como el santo de todos, el santo de toda la Iglesia; lo siento por los salvadoreños que de esta manera están llamados a hacer un gran sacrificio para no considerar al primer santo de su tierra como un "tesoro celoso" y a aceptar de compartirlo con tantos que lo consideran como un Maestro, un pastor, una lámpara.  

Con este término me gusta resumir, en este contexto, la vida de nuestro santo; una palabra que dije por primera vez después de la misa en el Hospitalito el 15 de octubre de 2018. Nuestro santo lo pongo en analogía con la hermosa expresión que encontramos en el Evangelio de Juan y que el mismo Jesús se le atribuye a Juan el Bautista: "Él fue la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisistéis recrearos a la hora con su luz" (Jn 5,35). Esta me parece la definición más encantadora que se le puede dar al arzobispo Romero. ¡No una bandera, sino una lámpara! Para ver la bandera necesitamos levantar la cabeza, la luz, al revés, no necesita un movimiento: nos envuelve incluso si no la miramos, podemos cerrar los ojos, es cierto, pero no por eso la apagamos. Y poniéndonos en el cauce de los antiguos santos y pensadores podríamos añadir: ¡la verdad está desnuda! Ahí sobre la cruz la contemplamos y es una respuesta contundente a quien tal vez por pusilanimidad o hipocresía puede hoy como ayer preguntar: ¿qué es la verdad?

El 3 de febrero de 2015 sigue siendo una fecha importante para la historia reciente y futura de El Salvador, América Latina y la Iglesia Universal; esa fecha es como un hito entre un antes y un después, sobre todo entre un antes al que ya no podemos regresar.

L’Osservatore Romano, La edición semanal de la Santa Sede en lengua española del 6 de febrero de 2015 en la página 10 escribe así: “…el martes 3 de febrero, el Santo Padre Francisco…autorizó a la Congregación a promulgar los siguientes decretos:

- “El martirio del siervo de Dios Oscar Arnulfo Romero Galdámez… asesinado por odio a la fe, el 24 de marzo de 1980

Ya en esta breve frase de la Congregación queda muy clara la respuesta que la Santa Sede – el Santo Padre – quiso dar a la pregunta verdadera o retórica sobre el porqué del asesinato de Mons. Romero, barriendo de tal manera el terreno de todas las elucubraciones que, desde su muerte hasta la víspera de aquel día, se habían hecho y habían acompañado la personalidad y el ministerio del asesinado Arzobispo de San Salvador.

El mismo Osservatore Romano comentaba: “... había... un clima de persecución contra un pastor que, como consecuencia de la inspiración evangélica, de los documentos del Vaticano II, de Medellín, había elegido vivir para los pobres. No había motivos ideológicos de cercanía a pensamientos políticos particulares” (p.10).

En la presentación de los decretos Mons. Paglia, Postulador de la Causa romana, dijo: “Hoy Romero… es un don extraordinario para toda la Iglesia… no sólo para los católicos, sino también para todos los cristianos y para todos los hombres de buena voluntad” (p. 10).  

Es interesante cómo desde el primer momento del anuncio, el Postulador manifiesta el gozo no de los salvadoreños, cómo hubiéramos pensado, sino de toda la Iglesia, dilatando los horizontes de acogida a “todos los hombres de buena voluntad”.

La beatificación se celebra el 23 de mayo siguiente, en la Plaza Salvador del Mundo, podríamos decir, casi frente a sus reliquias que son custodiadas en el templo Primado de la capital.

Desde el primer momento me parece claro en la mente del Pontífice la universalidad del ejemplo de la santidad del mártir salvadoreño. En una pléyade de famosos santos anónimos, aquí tenemos un santo que inmediatamente excede las fronteras de su tierra natal incluso antes de su beatificación.

El mismo Papa Francisco en la Carta Apostólica enviada a S. E. Mons. José Luis Escobar Alas subraya cómo la alegría de la beatificación supera los estrechos límites de El Salvador, no limitándolo a Centroamérica, sino a todo el territorio latinoamericano: “En este día de fiesta para la Nación Salvadoreña, y también para los países hermanos latinoamericanos... - y añade - …. La fe en Jesucristo, cuando se entiende bien y se asume hasta sus últimas consecuencias, genera comunidades artífices de paz y de solidaridad. A esto es a lo que está llamada hoy la Iglesia en El Salvador, en América y en mundo entero” (OR, viernes 29 de mayo de 2015, p. 5).

¡Miren qué maravilla este documento pontificio!, nos parece que asistimos a un “crescendo” en una sinfonía musical. Se empieza por notas bajas y con pocas instrumentaciones hasta alcanzar el máximo del sonido, diría hasta despertar a los que se habían quedado dormidos.

No es suficiente para el Papa el territorio latinoamericano, le queda estrecho, lo amplía hasta el mundo entero.

Está muy claro el mensaje: ¡no se puede enmudecer la santidad! Me vuelve a la mente una maravillosa frase del Deuteronomio: “no pondrás bozal al buey que trilla” (29,9), que traducido en el pensamiento de Papa Francisco se podría leer: ¡no se puede amarrar la gracia de Dios!

Esta santidad universal de Mons. Romero y por ende esta actualidad de su mensaje es como un “clavo fijo” en la mente del Papa.

Sobrepaso el día de la canonización. Ya el hecho mismo no tiene necesidad de ser explicado, parafraseando un comentario de San Agustín sobre la multiplicación de los panes, podríamos decir que los mismos gestos del Papa para nosotros son palabras: La misma ceremonia en el marco maravilloso de Plaza San Pedro es un anuncio universal, que no puede ser retenido ni por Roma, ni por El Salvador, ¡sino que llega hasta los más pequeños lugares donde se levante un altar a Dios!

Pero no puedo callar estas maravillosas palabras: “San Óscar Romero supo encarnar con perfección la imagen del buen Pastor que da la vida por sus ovejas. Por ello, y ahora mucho más desde su canonización, pueden encontrar en él un «ejemplo y un estímulo» en el ministerio que les ha sido confiado. Ejemplo de predilección por los más necesitados de la misericordia de Dios. Estímulo para testimoniar el amor de Cristo y la solicitud por la Iglesia, sabiendo coordinar la acción de cada uno de sus miembros y colaborando con las demás Iglesias particulares con afecto colegial. Que el santo Obispo Romero los ayude a ser para todos signos de esa unidad en la pluralidad que caracteriza al santo Pueblo fiel de Dios” (OR, 19 octubre 2018, p. 5).

Quisiera invitarles a mirar otro acontecimiento, tal vez hasta ahora menos profundizado, me refiero a la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá, que por cierto sentido se podría definir como el broche de oro de la “universalización” de Mons. Romero, ya que Francisco lo presenta casi como el hombre de Dios que al instar de San Pablo puede decir con su vida: “…ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí” (Gal 2,20), ¡por eso su ejemplo nos alcanza, nos acompaña y nos sobrepasa!

El punto más alto de esta "internacionalización" del mensaje de San Oscar Arnulfo Romero, me parece verlo en el discurso que el Papa Francisco en la mañana del jueves 24 de enero dirigió a los Obispos de América Central con los ojos fijos en el “futuro de América Central y de cualquier región del mundo” (O.R. viernes 1 de febrero 2019, p. 3).

La figura, el legado y la enseñanza del obispo mártir salvadoreño fueron el paradigma de la vida y la actividad de los pastores de nuestros tiempos y nuestras tierras, “… comprometidos por una gente de fe sencilla...que sabe que “Dios está presente, no duerme, está activo, observa y ayuda (S. Óscar Romero, Homilía, 16 diciembre 1979)’” (Ibid. O.R., p. 3).

Como lo define el Papa, él fue un “fruto profético”, no sólo y exclusivamente de la Iglesia salvadoreña, sino más bien “de la Iglesia en Centroamérica” y añade: “Su vida y enseñanza son fuente constante de inspiración para nuestras Iglesias y, de modo particular, para nosotros obispos. El lema que escogió para su escudo episcopal y que preside su lápida expresa de manera clara su principio inspirador y lo que fue su vida de pastor: “Sentir con la Iglesia”. Brújula que marcó su vida en fidelidad, incluso en los momentos más turbulentos”.

Con estas palabras quisiera terminar yo también.
Felicito al Obispo de la querida Diócesis de San Vicente y a los organizadores, por este encuentro desde el cual, estoy cordialmente convencido, regresaremos a nuestras tareas cotidianas si no más ricos, sin duda alguna, sinceramente más convencidos y comprometidos.

¡Muchas gracias!


miércoles, 18 de septiembre de 2019

CUARTA CATEQUESIS: LA MISIÓN AD GENTES. UNA IGLESIA POBRE Y EN SALIDA (DOMUND 2019)


Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.

1.      Motivación

La misión es la esencia de la Iglesia. Decir que la Iglesia «tiene una misión» es, en cierto modo impropio, porque la Iglesia es misión. La misión es la forma constitutiva de la Iglesia.

Ahora bien, la tarea de dilatar la Iglesia como forma germinal del Reino de Dios no ha concluido. Ciertamente, cambian el contexto histórico y los desafíos.

En una época en que el sistema capitalista y el proceso de secularización avanzan sin sobresaltos, se abren paso nuevas formas de evangelización. Ahora se habla de predicar el evangelio en el contexto de la cuarta revolución industrial, que se caracteriza por una gama de nuevas tecnologías que fusionan los mundos físico, digital y biológico, impactando en todas las disciplinas del saber, e incluso desafiando ideas sobre lo que significa ser humano.

Como contraparte de este proceso de revolución industrial se pone en crisis la estabilidad ecológica del planeta, se agudiza el fenómeno de la migración y se desarrollan nuevas formas de colonización.

Cada vez es más complejo predicar el Evangelio, no solo porque sea rechazado, sino porque, en las regiones más occidentales del planeta, resulta ser irrelevante. Está a la creatividad de los evangelizadores, que afincados en la esperanza, van buscando nuevas formas de predicar el Evangelio en este nuevo escenario.

2.      La voz del Papa

Nunca ha sido fácil predicar el Evangelio. En los orígenes del movimiento cristiano, la persecución fue el detonante de la evangelización y el contexto más natural de su desarrollo. Pero, con el paso del tiempo, los contexto en que se desarrolla la misión se complejizan. El ideal de que la misión llegue hasta los confines de la tierra, no pierde vigencia, pero no se reduce a un criterio geográfico, ahora estamos en la era tecnológica. El Papa Francisco nos hace un llamado a mantenernos en constante actitud de conversión misionera: La missio ad gentes, siempre necesaria en la Iglesia, contribuye así de manera fundamental al proceso de conversión permanente de todos los cristianos. La fe en la pascua de Jesús, el envío eclesial bautismal, la salida geográfica y cultural de sí y del propio hogar, la necesidad de salvación del pecado y la liberación del mal personal y social exigen que la misión llegue hasta los últimos rincones de la tierra (Mensaje Domund 2019).

El primer paso para mantener viva la llama de la misión es estar convencidos de la centralidad que ocupa en nuestra vida y en la vida de la Iglesia. Como nos dice el Papa Benedicto XV, cada uno debe ser el alma de su respectiva Misión (Maximum Illud, n. 15). Y más explícito es el Papa Francisco en este tema, cuando afirma que:

El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie (Evangelii Gaudium, n. 266).

El paso siguiente es una actitud de permanente conversión pastoral. Espero, nos dice el Papa Francisco, que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están (Evangelii Gaudium, n. 25). El sueño del Papa es contar con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación (Evangelii Gaudium, n. 27).

El tercer paso es salir al encuentro de nuestros hermanos que sufren, convencidos de que la misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo (Evangelii Gaudium, n. 268). Tomar distancia de los sufrimientos del pueblo es una traición a la misión, así Jesús nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia (Evangelii Gaudium, n. 268). Para lograr esto es necesario superar la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor (Evangelii Gaudium, n. 270).

3.      La misión compartida

En la era digital se practica menos el contacto directo con las personas. El dominio de un dispositivo electrónico conectado a una red digital nos produce la percepción de estar en contacto directo y permanente con la realidad. Pero todos sabemos que la realidad no es lo mismo que la imagen de la realidad. Que virtualidad y realidad histórica no son sinónimas. En este sentido, el Papa Francisco, apoyándose en el principio de la kénosis, nos advierte que:

La kénosis de Cristo implica abandonar la virtualidad de la existencia y de los discursos para escuchar el ruido y la cantinela de gente real que nos desafía a crear lazos. Y permítanme decirlo: las redes sirven para crear vínculos pero no raíces, son incapaces de darnos pertenencia, de hacernos sentir parte de un mismo pueblo. Sin este sentir, todas nuestras palabras, reuniones, encuentros, escritos serán signo de una fe que no ha sabido acompañar la kénosis del Señor, una fe que se quedó a mitad de camino (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de 2019).

Además, el contexto en que se desarrolla la misión hoy presenta la forma de un capitalismo imperante, que promueve un mercado divinizado: El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta (Evangelii Gaudium, n. 56). La causa de esta situación es la idolatría del dinero y la dictadura del mercado sobre la dignidad humana:

Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano (Evangelii Gaudium, n. 55).

Dada la complejidad de la realidad que hay que evangelizar, se requiere de agentes de pastoral y misioneros bien formados, conscientes de su situación social y debidamente capacitados. El Papa Benedicto XV, cuando se refería a los candidatos a ocupar cargos directivos en la obra misionera advertía severamente de no elegir hombres ineptos o menos idóneos (Maximum Illud, n. 16). Y el Papa Francisco propone como modelo de pastor a Monseñor Romero, a quien describía del siguiente modo: Romero no era un administrador de recursos humanos, no gestionaba personas ni organizaciones, Romero sentía con amor de padre, amigo y hermano (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de 2019).

Finalmente, la misión ad gentes requiere siempre de nuestro solidaridad. En términos de oración; suscitando vocaciones misioneras; gestionando colaboración económica y promoviendo estructuras específicamente misioneras como las Obras Misionales Pontificias u otras estructuras organizadas para el mismo propósito.

A partir de estos argumentos, reflexionemos las siguientes cuestiones:

ü  ¿Qué nos dice para nuestra reflexión el texto de Mateo 20,25-28?

ü  ¿Cuáles problemáticas aquejan a nuestras comunidades? ¿Cómo podemos organizarnos para dar respuesta a esos problemas?


ü  ¿Cuál puede ser nuestro aporte para mantener viva la misión ad gentes?

TERCERA CATEQUESIS: LA MISIÓN INCULTURADA (DOMUND 2019)


Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.

1.      Motivación

No es posible evangelizar sin tomar en cuenta la cultura. Esta afirmación implica al menos dos aspectos. En primer lugar, si agredimos la cultura a la cual dirigimos nuestra empresa evangelizadora o la consideramos inferior a la nuestra, entonces aseguramos el fracaso de nuestra iniciativa misionera. Pero, si profundizamos en conocer el contexto cultural en el que ejercemos nuestro apostolado, aseguramos el éxito de la misión.

Tradicionalmente se dice que la misión ad gentes puede adquirir la forma de una misión contra gentes, cuando no respeta la cultura de los destinatarios de la misión, como sucedió con la primera generación de colonizadores que llegaron a América, que no dudaron en usar la fuerza contra los indígenas de las tierras americanas. Pero, puede hablarse de una misión inter gentes, a partir del diálogo y la solidaridad, sin dar por supuesto que una de las dos culturas, la cristiana o la originaria, sea superior a la otra. 

Uno de los aciertos del Papa Benedicto XV, en 1919, cuando escribió la Carta Apostólica Maximum Illud, fue precisamente exigir que las culturas locales, destinatarias de la evangelización, normalmente realizada por extranjeros, fueran respetadas y que los misioneros promovieran la cultura local y los agentes de pastoral originarios de dichas culturas. Mandato que hasta la fecha, algunas congregaciones religiosas, se niegan a respetar, al punto que algunos países latinoamericanos cuentan con un alto número de obispos extranjeros, bajo la excusa de que dichos países no cuentan con candidatos «idóneos» para el episcopado.

Por ello, una de las apuestas del Papa Benedicto XV fue la promoción del clero nativo, bajo la consigna de que solo los miembros de una determinada cultura pueden evangelizar con efectividad su propia cultura, porque conocen su lengua y sus tradiciones en general.

2.      La voz del Papa

El Papa Benedicto XV inicia exaltando la obra de evangelizadores insignes como lo fue Bartolomé de las Casas, cuyo aporte reside en la defensa jurídica de los indígenas en las cortes de España y el haber propuesto un método no violento para evangelizar a los indígenas. De él dice lo siguiente el pontífice:

Más aún: tras el descubrimiento de América, ejércitos de varones apostólicos, entre los cuales merece especial mención Bartolomé de las Casas, honra y prez de la Orden dominicana, se consagraron a aliviar la triste suerte de los indígenas, ora defendiéndolos de la tiranía despótica de ciertos hombres malvados, ora arrancándolos de la dura esclavitud del demonio (Maximum Illud, n. 6).

Un aspecto medular a la hora de ejercer la misión, además de dominar la legua del país destinatario de nuestra misión, es la promoción del clero nativo. Un aspecto que recalca con firmeza el pontífice. Al respecto nos dice: es de lo más principal e imprescindible, para quienes tienen a su cargo el gobierno de las Misiones, el educar y formar para los sagrados ministerios a los naturales mismos de la región que cultivan; en ello se basa principalmente la esperanza de las Iglesias jóvenes (Maximum Illud, n. 30). Esto es así, dice el Papa, por que nadie mejor que un sacerdote indígena puede infiltrar la fe en las almas de los naturales, el contacto de un sacerdote indígena del mismo origen, carácter, sentimientos y aficiones que ellos, ya que nadie puede saber como él insinuarse en sus almas (Maximum Illud, n. 31).

La condición que el Papa pide para que se promuevan las vocaciones nativas es que ellas estén debidamente formadas, no solo con el objetivo de que sean colaboradores de los sacerdotes o misioneros extranjeros, sino para que ellos se hagan cargo de sus comunidades de origen:

No es el fin de la formación del clero indígena poder ayudar únicamente a los misioneros extranjeros, desempeñando los oficios de menor importancia, sino que su objeto es formarles de suerte que puedan el día de mañana tomar dignamente sobre sí el gobierno de su pueblo y ejercitar en él el divino ministerio (Maximum Illud, n. 34).

Por tanto, desde el año 1919 estaba claro que los sacerdotes y misioneros extranjeros que trabajan en un país determinado, no deben tener como tarea principal llevarse las vocaciones nativas para sus respectivas congregaciones religiosas, sino promover el gobierno eclesiástico del país en donde están trabajando. Tampoco es correcto que, bajo el pretexto de que el clero nativo no está debidamente preparado, pretendan ocupar cargos de gobierno, como el episcopado, dejando de lado al clero nativo. Así, cada vez va siendo más claro que los mejores obispos deben ser los obispos nativos, no los de origen extranjero.

Retomando estas observaciones del Papa Benedicto XV, el Papa Francisco sale al paso de toda tendencia etnocéntrica o nacionalista que ponga en riesgo la identidad de los pueblos originarios: El destino universal de la salvación ofrecida por Dios en Jesucristo condujo a Benedicto XV a exigir la superación de toda clausura nacionalista y etnocéntrica, de toda mezcla del anuncio del Evangelio con las potencias coloniales, con sus intereses económicos y militares (Mensaje Domund, 2019).

3.      La misión compartida

Como modelo de un clero nativo ejemplar, últimamente el Papa Francisco propone a San Óscar Arnulfo Romero, del cual dice:

Entre esos frutos proféticos de la Iglesia en Centroamérica me alegra destacar la figura de san Óscar Romero, a quien tuve el privilegio de canonizar recientemente en el contexto del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes. Su vida y enseñanza son fuente de inspiración para nuestras Iglesias y, de modo particular, para nosotros obispos. El también fue mala palabra. Sospechado, excomulgado en los cuchicheos privados de tantos obispos (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de 2019).

El Papa Francisco sostiene que el éxito del testimonio de Monseñor Romero fue su amor a Dios y al pueblo. El amor de Romero, dice el Papa, es un amor con sabor a pueblo. Y para caracterizarlo dice que:

el pastor, para buscar y encontrarse con el Señor, debe aprender y escuchar los latidos de su pueblo, percibir “el olor” de los hombres y mujeres de hoy hasta quedar impregnado de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias (cf. Const. past. Gaudium et spes, 1) y así escudriñar la Palabra de Dios (cf. Const. dogm. Dei Verbum, 13). Escucha del pueblo que le fue confiado, hasta respirar y descubrir a través de él la voluntad de Dios que nos llama (cf. Discurso durante el encuentro para la familia, 4 octubre 2014). Sin dicotomías o falsos antagonismos, porque solo el amor de Dios es capaz de integrar todos nuestros amores en un mismo sentir y mirar (Discurso a los obispos de Centroamérica, 24 enero de 2019).

Pero todo depende, advierte el Papa, de la concepción de la Iglesia que esté en la mente del misionero o del pastor. El Pontífice cita el magisterio de Monseñor Romero para poder caracterizar a la Iglesia que quería Romero y la Iglesia que quiere el Papa Frnacisco, una Iglesia humilde, servidora:

Para él, en definitiva, sentir con la Iglesia es tomar parte en la gloria de la Iglesia, que es llevar en sus entrañas toda la kénosis de Cristo. En la Iglesia Cristo vive entre nosotros y por eso tiene que ser humilde y pobre, ya que una Iglesia altanera, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia autosuficiente, no es la Iglesia de la kénosis (cf. S. Óscar Romero, Homilía, 1 octubre 1978).

A partir de lo dicho, podemos preguntarnos:

ü  ¿Qué nos sugiere el texto de Romanos 12,1-2 para nuestra reflexión?

ü  ¿Qué esfuerzos estamos haciendo o podemos hacer para relacionar Evangelio y Cultura?


ü  ¿Cuál es el ideal de pastor que los miembros de nuestras comunidades esperan?

SEGUNDA CATEQUESIS: BAUTIZADOS Y ENVIADOS. LA IGLESIA DE CRISTO EN MISIÓN EN EL MUNDO (DOMUND 2019)


Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.

1.      Motivación

El sacramento que nos vincula directamente con la misión es el bautismo, pues con él entramos a formar parte de la Iglesia, que es el sujeto histórico-sacramental de la evangelización.

Ahora bien, el hecho de bautizar a una persona no asegura efectividad en la misión. Ello va a depender de la formación cristiana de dicha persona y, consiguientemente, del grado de conciencia que tenga de su implicación en el proceso evangelizador.

De tal manera que el bautismo puede quedar reducido a un acto formal, más o menos socio-religioso. De ahí la necesidad de plantearnos la importancia de entender y situar correctamente nuestro bautismo.

En el marco del mes de octubre, como mes misionero decretado por el Papa Francisco, el bautismo se entiende como envío al mundo, por tanto no se entiende como algo estático. Así, aunque en el lenguaje común hablamos de «recibir el bautismo», en realidad, con él lo que recibimos es una misión.

2.      La voz del Papa

La crisis de la misión inicia cuando perdemos el sentido de nuestro bautismo. Ello inicialmente se da porque lo vemos como algo separado de nuestra existencia. Es como padecer una especie de enfermedad que podemos llamar «esquizofrenia eclesial», en cuanto disociamos las funciones específicas del bautismo de nuestra vida humana. Pero los pontífices no lo ven así.

Benedicto XV, por ejemplo, sostiene que ha de ser hombre de Dios quien a Dios tiene que predicar (Maximum Illud, n. 64). El pontífice refiere este principio al ejercicio de la santidad y entendemos por tal la toma de conciencia de la presencia de Dios en nuestras vidas, por medio de la creación, del ejercicio de las virtudes y por medio de la vida sacramental. Hace de quicio entre nuestra condición de bautizados y nuestro testimonio en el mundo, la presencia activa el Espíritu Santo en nosotros.

Aún más iluminadoras son, al respecto, las palabras del Papa Francisco:

Es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios (Mensaje Domund, 2019).

Descubrimos en las palabras del Papa Francisco una antropología de la misión. Desde el acto creador, toda persona tiene una misión en el mundo, sea que lo entienda o no. El bautismo tendría que ser el momento de síntesis entre mi vocación humana y la forma cristiana que ella adquiere  a partir de mi profesión de fe en Jesucristo, sin llegar a contradecirse una cosa con la otra.

3.      La misión compartida

Tal parece que uno de los síntomas parar detectar la «esquizofrenia eclesial» es cuando entendemos nuestro bautismo como un acto de estética social o como un fenómeno individual. Implicar nuestro bautismo en la vida de la comunidad debería ser el antídoto para sanar de dicha enfermedad.

Al respecto, recordemos lo que nos dice el Papa Francisco: nuestra misión radica en la paternidad de Dios y en la maternidad de la Iglesia (Mensaje Domund, 2019) y su contexto es la historia del mundo, según las palabras de Lumen Gentium, n. 8: La Iglesia, va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga. Esa es su justa colocación: entre la opacidad de la historia y el esplendor del Reino.

El Papa Benedicto XV habla de dos peligros que acechan a los misioneros, en particular a los pastores. En primer lugar, el nacionalismo, cuando se trata de sacerdotes y misioneros que van a otros países: recordad que no es vuestra vocación para dilatar fronteras de imperios humanos, sino las de Cristo; ni para agregar ciudadanos a ninguna patria de aquí abajo, sino a la patria de arriba (Maximum Illud, n. 43). Se trata de las personas que hacen experiencias misioneras en otros países y pretenden que los destinatarios de la evangelización se adecuen a sus esquemas etnocéntricos, es decir, a las costumbres culturales de su país de origen.

El segundo lugar, menciona el peligro de la avaricia o apego desordenado al dinero en los pastores y misioneros. Referimos lo que dice el Papa Benedicto XV, en los numerales 50 y 51 de la Maximum Illud, sobre ese tema:

En efecto, a quien está poseído de la codicia le será imposible que procure, como es su deber, mirar únicamente por la gloria divina; imposible que en la obra de la glorificación de Dios y salud de las almas se halle dispuesto a perder sus bienes y aun la misma vida, cuando así lo reclame la caridad.

Júntese a esto el desprestigio consiguiente de la autoridad del misionero ante los infieles, sobre todo si, como no sería extraño en materia tan resbaladiza, el afán de proveerse de lo necesario degenerase en el vicio de la avaricia, pasión abyecta a los ojos de los hombres y muy ajena del Reino de Dios.

Sobre estos planteamientos nos preguntamos:

  • ¿Qué reflexión nos sugiere el texto de Lucas 16,13?
  • ¿Qué estamos haciendo o qué podemos hacer para que los bautizados se integren a la vida comunitaria, al proceso de evangelización y a la misión ad gentes?

PRIMERA CATEQUESIS: LA MISIÓN DE DIOS EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE (DOMUND 2019)


Papa Benedicto XV (1854-1922)


Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.

1.      Motivación

Los frutos de la evangelización no son el resultado de la astucia del predicador, sino de la acción del Espíritu Santo, único protagonista de la misión. Esta es una tesis ampliamente sostenida tanto en la Biblia como en los documentos pontificios.

Por consiguiente, evangelizar no es un acto de presunción. En el sentido de presumir del hecho de ser evangelizador, por muy sagaces que seamos, o porque damos por supuesto que los resultados de la evangelización dependen de la intrepidez con que los hacemos.

Entonces evangelizar es un acto de humildad, por medio del cual reconozco que es Dios quien actúa en mi y que, en definitiva, los resultados de la evangelización están referidos siempre a él. Esto es posible porque Dios habita en nuestros corazones y suscita una dinámica existencial entre nuestra libertad y la propuesta de salvación expresada en el testimonio supremo de Jesús, el Misionero del Padre.

La misión es la respuesta libre al requerimiento de Dios en mi interior, en el entorno socio-cultural en que expreso mi acto de fe.

2.      La voz del Papa

En el siglo XX, el primer Pontífice que recalca esta primacía de la acción de Dios en la evangelización es Benedicto XV, cuando afirma en su Carta Apostólica Maximum Illud:

La propagación de la sabiduría cristiana, lo repetimos, es toda ella obra exclusiva de Dios; pues a sólo Dios pertenece el penetrar en el corazón para derramar allí sobre la inteligencia la luz de la ilustración divina y para enardecer la voluntad con los estímulos de las virtudes, a la vez que prestar al hombre las fuerzas sobrenaturales con las que pueda corresponder y efectuar lo que por la luz divina comprendió ser bueno y verdadero (n. 73).

De donde se deduce que si el Señor no auxilia con su gracia a su misionero, quedará éste condenado a la esterilidad. Sin embargo, no ha de dejar de trabajar con ahínco en lo comenzado, confiado en que la divina gracia estará siempre a merced de quien acuda a la oración (n. 74).

Este principio medular de la evangelización debe ser recalcado continuamente, por ello el Papa Juan Pablo II afirmaba categóricamente: El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad gentes (Redemptoris Missio, n. 21).

También el Papa Francisco nos lo recuerda, al afirmar que la salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia, y que no hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande; de tal manera que el principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización (Evangelii Gaudium, n. 112).

3.      La misión compartida

El próximo 30 de noviembre estaremos celebrando los cien años de la publicación de la Carta Apostólica Maximum Illud, escrita por el Papa Benedicto XV. En ella en Pontífice busca animar a los fieles católicas a tomarse en serio su misión en el mundo, una misión que está directamente vinculada a la promoción de la verdad. De hecho en el n. 1 nos exhorta:

La grande y santísima misión confiada a sus discípulos por Nuestro Señor Jesucristo, al tiempo de su partida hacia el Padre, por aquellas palabras: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las naciones» (Mc 16,15), no había de limitarse ciertamente a la vida de los apóstoles, sino que se debía perpetuar en sus sucesores hasta el fin de los tiempos, mientras hubiera en la tierra hombres para salvar la verdad.

Por su parte, el Papa Francisco, en su mensaje del DOMUND 2019, nos advierte que nuestra filiación a Dios no es un acto individual, sino eclesial, y que es connatural al creyente buscar la salvación en comunidad. De modo que toda acción eclesial que busque la fama estéril o resultados numéricos bajo una acción proselitista, no está acorde con la voluntad salvadora de Dios:

Nuestra pertenencia filial a Dios no es un acto individual sino eclesial: la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de una vida nueva junto a tantos otros hermanos y hermanas. Y esta vida divina no es un producto para vender —nosotros no hacemos proselitismo— sino una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar; este es el sentido de la misión. Gratuitamente hemos recibido este don y gratuitamente lo compartimos (cf. Mt 10,8), sin excluir a nadie. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y a la experiencia de su misericordia, por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación (cf. 1 Tm 2,4; 3,15; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 48).

Bajo estas premisas nos podemos preguntar:

ü  ¿Qué nos sugiere el texto de 1Corintios 3, 5-7?

ü  En nuestra comunidad ¿qué actitudes en los cristianos obstaculizan la acción del Espíritu Santo en el proceso evangelizador?

ü  ¿Qué acciones podemos realizar para superar esos obstáculos?

LA UNIVERSIDAD DONDE TRABAJO EN EL SALVADOR

LA UNIVERSIDAD DONDE ESTUDIE Y DONDE INICIE LA DOCENCIA

Seguidores