jueves, 18 de septiembre de 2014

CATEQUESIS N. 1: JESÚS, ALEGRÍA DEL MUNDO



1.      ENFOQUE

La alegría es el tema transversal del mensaje del Papa para el DOMUND del año 2014. Por supuesto que no se trata de cualquier tipo alegría, sino de una alegría que tiene su fundamento en los textos evangélicos y en el misterio de la Trinidad.

Ahora bien, la correlación entre anuncio del Evangelio y alegría está fuertemente arraigada en la tradición. Para no remontarnos a tiempos tan lejanos, recordemos las palabras con que inicia la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (n. 1).

Por consiguiente nuestra alegría no es casual, sino causal, en el sentido de que ella brota como consecuencia de los efectos que produce la predicación de la Buena Noticia, así como lo manifiesta Lucas 10, 1-23. En ese texto, la misión no se entiende como ejercicio del poder, sino como aquella que procura la salvación de las personas. Es comprensible la corrección que hace Jesús a los discípulos que participaron en la misión que narra el texto. Los discípulos retornaban invadidos por una falsa comprensión de la alegría, al exaltar el poder especial que obraba en ellos. Pero Jesús les dice: «no se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense de que sus nombres estén inscritos en los cielos» (Lc 10,20).

Por otra parte, el texto de Lucas da a entender que, tanto los predicadores del Evangelio como sus destinatarios, en su mayoría eran gente sencilla y no gente ilustrada, orgullosa o de las capas altas de la sociedad de su tiempo. Justamente, esta es una de las notas características de la autenticidad de la misión, es decir, que los pequeños, los humildes son quienes mejor están dispuestos a recibir el Evangelio y a predicarlo. Jesús se deja invadir de la alegría de sus discípulos y eleva una oración en perspectiva trinitaria: «En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues así te ha parecido mejor” » (Lc 10,21).

La misión más creíble es la que se ejerce con humildad y no con prepotencia; la que encuentra eco entre los pobres y que expresa el profundo amor que nos ha tenido el Padre al mandarnos a su Hijo con la fuerza del Espíritu Santo. En este sentido, según nos dice el Papa: «El Padre es la fuente de la alegría. El Hijo es su manifestación, y el Espíritu Santo, el animador» (Mensaje, n. 2).  


2.      ESCUCHANDO AL PAPA

Escuchemos ahora lo que nos dice el Papa en el n. 2 de su mensaje y profundicemos el sentido de sus palabras:

Los discípulos estaban llenos de alegría, entusiasmados con el poder de liberar de los demonios a las personas. Sin embargo, Jesús les advierte que no se alegren por el poder que se les ha dado, sino por el amor recibido: «porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10,20). A ellos se les ha concedido experimentar el amor de Dios, e incluso la posibilidad de compartirlo. Y esta experiencia de los discípulos es motivo de gozosa gratitud para el corazón de Jesús. Lucas entiende este júbilo en una perspectiva de comunión trinitaria: «Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo», dirigiéndose al Padre y glorificándolo. Este momento de profunda alegría brota del amor profundo de Jesús en cuanto Hijo hacia su Padre, Señor del cielo y de la tierra, el cual ha ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las ha revelado a los pequeños (cf. Lc 10,21). Dios ha escondido y ha revelado, y en esta oración de alabanza se destaca sobre todo el revelar. ¿Qué es lo que Dios ha revelado y ocultado? Los misterios de su Reino, el afirmarse del señorío divino en Jesús y la victoria sobre Satanás.


3.      LA MISIÓN COMPARTIDA

En este momento pongamos a consideración algunas frases del Papa que encontramos en la Exhortación Apostólica Evagelii Gaudium y compartamos con nuestros hermanos qué nos dicen sus palabras en la actualidad:

N. 6: Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias.

N. 10: Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».

N. 85: Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad» (2 Co12,9). El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica.


4.      LA VOZ DEL PROFETA (TEXTOS DE MONS. ROMERO)

Monseñor Romero, como en los días en que vivió su ministerio, días de persecución, de dolor y de muerte, nos invita también a nosotros a no perder las esperanzas en Dios, a no dejarnos vencer por el ambiente adverso, en una palabra a testimoniar con alegría nuestra fe en medio de la tribulación.

Queridos hermanos, aunque estamos viviendo como en un callejón sin salida, no desesperemos. En la palabra bíblica de Isaías, un poco antes de la lectura que se ha hecho hoy [cfr. Is 50,2], dice Dios al pueblo: "¿Por qué desconfías? ¿Qué acaso se ha acortado mi mano para darle bendiciones? ¿Qué acaso no tengo energías para salvarte?" Hermanos, respondamos a esas preguntas de Dios con un acto de fe y de esperanza. "Si Señor, nosotros creemos que tú eres el Redentor y por eso hemos aclamado hoy con la alegría de los que te han recibido: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, Hosanna en los cielos!" (Domingo de Ramos, 19 de marzo de 1978).


5.      CANTO: “Cristo, alegría del mundo”.


ORACIÓN FINAL.

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