CATEQUESIS
N.2
CREER
LO QUE SE PREDICA: FE Y MISIÓN
1. MOTIVACIÓN
«La fe se fortalece
dándola» (RM 2). Esta ya es una frase
lapidaria entre misioneros y misionólogos. Sin embargo, cabe preguntarse:
¿hemos asumido responsablemente lo que significa y las implicaciones eclesiales
que supone?
La frase pone de
manifiesto dos aspectos. Primero: que la fe es un don de Dios. Segundo: ya que
es un don, ella cobra fuerza cada vez que se comparte. Lo primero tiene que ver
con el acto de fe y lo segundo se refiere a la misión.
Al respecto el Papa
propone la realización de un Año de la fe
para que todo el pueblo de Dios concentre su atención en el don de la fe.
Ella es vista como puerta y como camino. El año de la fe inicia el 11 de
octubre de 2012 (en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio
Vaticano II) y culmina con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24
de noviembre de 2013.
Como puerta, la fe alude al modo de acceso al
misterio, por mediación de la Iglesia; en modo particular por medio del bautismo
(«La puerta de la fe», cfr. Hch 14,27).
La imagen de la puerta ayuda a
comprender la dinámica de la salvación, pues en una casa la puerta permite ver
de adentro hacia fuera, que sería relativo al misterio de la revelación divina,
pero también permite ver de afuera hacia dentro, que se refiere el acceso que
los seres humanos tenemos al misterio.
En cambio la imagen de
la fe como camino, se refiere al
ejercicio concreto de la fe. La fe es un proceso, un itinerario, en el que
están implicadas la libertad de Dios y la libertad del hombre. El Papa advierte
que «sucede hoy con frecuencia que los
cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y
políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como
un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no
aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado»
(Porta Fidei, n. 2). La fe no es algo
obvio. Ese es el punto. Para acceder a ella se necesita un acto de libertad.
Ante el don de Dios en la fe yo debo decidir si emprender o no ese camino.
El éxito de la misión,
supuesta la acción del Espíritu Santo, es proporcional al grado de profundidad
con que los cristianos viven su fe. Lo dice el dicho popular: «nadie puede dar
lo que no tiene». Y lo dicen también los filósofos: «nadie puede amar lo que no
conoce». Por tanto, «la fe crece y se fortalece creyendo» (Porta Fidei, n. 7). Esto parece obvio, pero la verdad es que nadie
puede creer en algo en lo que no ha profundizado. De modo que el creer supone
también el saber. Al respecto dice el Papa: «en efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el
que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento»
(Porta Fidei, n. 10). Hay que
intentar siempre mantener unido lo que Dios nos revela por medio de la gracia
en nuestro corazón y la profesión de fe que hacemos con nuestros labios; en el
mismo sentido que lo dice Pablo: «con el corazón se cree y con los labios se
profesa» (Rom 10,10).
En nuestros días
abundan los charlatanes de la fe: predicadores exaltados, promotores de
sentimentalismo religioso, iluminados que tienen visiones, taumaturgos y
sanadores de toda especia, etc. Pero, en sentido estricto, son pocos los que se
esfuerzan por conocer los fundamentos de la fe y de la evangelización. Con
frecuencia son estos charlatanes los más reacios a aceptar en su corazón el don
de la gracia.
Por eso no hay que
olvidar que el creer supone un acto de responsabilidad de cara a Dios y de cara
al mundo. O como lo dice el Papa: «la fe implica un testimonio y un compromiso
público», es decir, «una responsabilidad social de lo que se cree». Por tanto:
«el conocimiento de los contenidos de
la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para
adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la
Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio
salvífico revelado por Dios» (Porta Fidei, n. 10).
2. DIALOGANDO
CON EL PAPA
La dinámica de la
misión se juega entre la recepción que nosotros hacemos de don de Dios en
nuestro corazón y la disposición que tengamos para compartirlo. Así el Papa en
su mensaje nos dice:
En
este designio de amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo un don y
un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cual debemos
estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos ha dado
para ser compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que
no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante
que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para
nosotros mismos.
Una de las preocupaciones
centrales del pontífice es el acceso al conocimiento de los contenidos de la
fe, puestos en modo sistemático, en el Catecismo
de la Iglesia Católica. Preguntémonos seriamente si hemos profundizado la
lectura del Catecismo de la Iglesia Católica, es decir, si nos apoyamos en
él, si lo leemos con frecuencia. Ahora veamos lo que dice el Papa:
Precisamente
en este horizonte, el Año de la
fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y
estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y
orgánicamente en el Catecismo de la
Iglesia Católica. En
efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia
ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la
Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los
Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en
la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe (Pora Fidei, n. 11).
3. LA
MISIÓN COMPARTIDA
Pablo VI había
advertido en la Evangelii Nuntiandi acerca
de la importancia de hacer vida lo que se predica. Esto sigue siendo una
necesidad siempre actual. Veamos lo que dice:
N. 22:
La
Buena Nueva proclamada por el testimonio de vida deberá ser pues, tarde o
temprano, proclamada por la palabra de vida. No hay evangelización verdadera,
mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino,
el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios.
N. 23:
Efectivamente,
el anuncio no adquiere toda su dimensión más que cuando es escuchado, aceptado,
asimilado y cuando hace nacer en quien lo ha recibido una adhesión de corazón.
Adhesión a las verdades que en su misericordia el Señor ha revelado, es cierto.
Pero, más aún, adhesión al programa de vida —vida en realidad ya transformada—
que él propone. En una palabra, adhesión al reino, es decir, al "mundo
nuevo", al nuevo estado de cosas, a la nueva manera de ser, de vivir
juntos, que inaugura el Evangelio. Tal adhesión, que no puede quedarse en algo
abstracto y desencarnado, se revela concretamente por medio de una entrada visible,
en una comunidad de fieles.
En esta catequesis se recomienda a los participantes hacer
una evaluación acerca del uso que se está haciendo del Catecismo de la Iglesia Católica: ¿Cómo se puede facilitar y
promover su uso? ¿Por qué no se está utilizando (si ese fuera el caso)? ¿Cómo
podemos conseguir ejemplares para nuestras comunidades?
4. MEDITAR
LA PALABRA
Hacer una Lectio Divina a partir del texto de la
Samaritana: Juan 4,1-30.
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