lunes, 27 de agosto de 2012

DOMUND 2012: TERCERA CATEQUESIS MISIONERA




CATEQUESIS N. 3
CREER AMANDO: FE Y CARIDAD

1.      MOTIVACIÓN
«La fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (St 2,17). Según las palabras de Santiago, la misión, como forma específica de la fe, se prueba en el crisol de la caridad. La credibilidad de la misión de la Iglesia tiene que ver directamente con el ejercicio de la caridad. El Papa lo dice en modo sintético: «la fe sin caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda» (Porta Fidei, n. 14).
La caridad es el rostro visible de la sacramentalidad de la Iglesia. Ahora bien, si el Año de la Fe «es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor» (Porta Fidei, n. 6). Entonces, esa renovación se entiende como «un compromiso eclesial más convencido a favor de una nueva evangelización», por que «la fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo» (Ibíd.).
La correlación entre fe y caridad implica fundamentalmente dos aspectos: a) situar la misión en el corazón de la historia y b) darle un rostro creíble al sujeto histórico-sacramental de esa misión: la Iglesia.

a)      Historicidad de la misión
En uno de los textos más preciosos que nos ha dado el Concilio Vaticano II se define y encuadra históricamente la misión de los discípulos: «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia» (Gaudium et Spes, n. 1).
Por eso, el Papa, en su mensaje afirma que «el afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia». En este sentido la historia es el contexto de la misión y dado que el mensaje de Cristo es siempre actual, por ello «se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de la cada ser humano». No en vano la Evangelii Nuntiandi dice que «evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad» (n. 18). Y el n. 20 de la Redemptoris Missio encuadra este propósito en la dimensión del Reino, pues «la Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino» diciendo que una de las formas de servir al Reino es «fundando comunidades e instituyendo Iglesias particulares, llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad, mediante la apertura a los demás, con el servicio a la persona y a la sociedad, por la comprensión y estima de las instituciones humanas».

b)      Credibilidad de la Iglesia
La imagen que privilegia el documento de Aparecida para situar a la Iglesia en el contexto histórico es Iglesia Samaritana. Así, por ejemplo, en el n. 26: «iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nos interpelan a vivir como Iglesia samaritana (cfr. Lc 10, 25-37), recordando que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana».
La Iglesia es samaritana en dos sentidos. En primer lugar, debe suscitar la inquietud por ser discípulos y misioneros de Jesús, como en el diálogo que Jesús mantiene con la mujer samaritana (cfr. Jn 4,1-30). Y en segundo lugar, debe ser samaritana, en cuanto que lucha por sanar las heridas que el mal inflige en el mundo (cfr. Lc 10, 29-37). Así lo entiende Aparecida en el n. 135: «la respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cfr. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cfr. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (cfr. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cfr. Mc 1, 40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cfr. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cfr. Jn 4, 1-26)».


2.      DIALOGANDO  CON EL PAPA
Como en el mensaje central del documento de Aparecida, también el Papa, en su mensaje considera importante el encuentro con Cristo vivo, en vistas a renovar el entusiasmo de comunicar la fe. Escuchemos al Papa:
El encuentro con Cristo como Persona viva, que colma la sed del corazón, no puede dejar de llevar al deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia y de hacerla conocer, para que todos la puedan experimentar. Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer. La preocupación de evangelizar nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida personal del cristiano, sino que ha de caracterizarla de manera destacada, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero del Evangelio.

3.      LA MISIÓN COMPARTIDA
Cuando Aparecida habla de la parroquia como comunidad de comunidades, se refiere a la Eucaristía como elemento central de la misma. Las palabras del documento nos pueden ayudar a comprender correctamente nuestro amor a ese sacramento, muchas veces desfigurado por tendencias utilitaristas y sentimentalistas. El documento vincula nuestro amor a la Eucaristía con el ejercicio del amor al prójimo. Leamos el n. 176:
La Eucaristía, signo de la unidad con todos, que prolonga y hace presente el misterio del Hijo de Dios hecho hombre (cfr. Fil 2,6-8), nos plantea la exigencia de una evangelización integral. La inmensa mayoría de los católicos de nuestro continente viven bajo el flagelo de la pobreza. Esta tiene diversas expresiones: económica, física, espiritual, moral, etc. Si Jesús vino para que todos tengamos vida en plenitud, la parroquia tiene la hermosa ocasión de responder a las grandes necesidades de nuestros pueblos. Para ello, tiene que seguir el camino de Jesús y llegar a ser buena samaritana como Él. Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con toda “la imaginación de la caridad” (Nuovo Millennio Ineunte, 50). No puede ser ajena a los grandes sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con mucha frecuencia, son pobrezas escondidas. Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión trascendente del ser humano y por todas sus necesidades concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo ofrece.

Podemos compartir el sentido del texto con nuestros hermanos que participan de la catequesis.

4.      MEDITAR LA PALABRA
Hacer una lectura contextualizada de Santiago 2,1-13, pidiendo a los asistentes que hagan una interpretación del texto según el ambiente donde viven y trabajan cada uno de ellos.


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