martes, 3 de octubre de 2023

El suicidio como caso límite y como síntoma

 

Por: Juan V. Chopin

La mañana del lunes, 2 de octubre de 2023, supimos por las noticias que un joven estudiante universitario se había quitado la vida, colgándose de una pasarela peatonal en San Salvador. 

Escuché la noticia en uno de los pocos noticieros alternativos que quedan en este país. La noticia me llamó inmediatamente la atención porque tres días antes supe del suicidio de otro joven, miembro de una familia que conozco y porque, además, otro amigo cercano, hace unos dos años, también había vivido el suicidio de su hijo.

El suicidio es uno de esos temas tabú, que suceden con mucha frecuencia, pero no son tratados adecuadamente en lo que respecta su prevención y su estudio. Está tan prejuiciado este tema, que quienes dieron la noticia inicialmente sostenían que se trataba de un indigente. Nadie sabe cómo y por qué decían eso. Las noticias muy pocas veces reportar el suicidio de un indigente. Ellos casi siempre mueren por una de las causales de su indigencia. La sociedad no asume racionalmente este problema.

La muerte del suicida no es casual, sino causal. Con mucha frecuencia el suicida deja mensajes escritos, donde expone los motivos de su decisión. En el caso que estamos considerando el cuerpo mismo del suicida es el mensaje. Esta persona quiso hacerlo público y en un lugar simbólico. Lo hizo en una zona donde hay varios centros educativos, incluso el campus central de la universidad más grande de El Salvador, de la cual, por cierto, él era estudiante de periodismo. El mensaje nos cuestiona a todos acerca de la pertinencia e integralidad de nuestro sistema educativo, familiar e institucional. Hay muchos más suicidios que no salen a la luz pública, por razones de la ética periodística o porque sus familiares evitan el hecho noticioso.

Por mencionar un ejemplo, es sabido que entre los miembros de la Policía Nacional Civil de este país hay un alto índice de suicidios por año, en proporción al número de sus miembros. Si lográramos tener una estadística completa de los suicidios en el año, probablemente quedaríamos sorprendidos y le pondríamos mucha más atención a este tema.

Y es que el suicidio nunca es una acto individual, aunque así lo parezca; expresa siempre el estado anímico de una colectividad, de una familia, etc. Y su impacto también es colectivo. En este sentido, la imagen gráfica del suicida es la materialización del estado de ánimo de muchos miembros de esa sociedad. El suicidio es una forma impotente de protesta respecto de algo o la fase final de un estado depresivo severo y sus causas son variadas. Hay suicidios que son puntuales, como el caso de este y muchos jóvenes, y hay otros que son suicidios «prolongados en el tiempo», como es el caso de una adicción crónica terminal.

Existencialmente, el suicidio es el límite de la existencia histórica (económica, emocional, familiar, etc.) y la posibilidad psicológica de desligarse de todo ello. La muerte aquí se entiende como liberación y olvido eterno. La muerte no es vista como un límite, sino como horizonte infinito donde las rémoras de este mundo, y de todas sus preocupaciones, quedan atrás. En este sentido, el suicidio no solo es un problema en sí mismo, sino un claro síntoma del estado decadente de una sociedad. Es muy común entre jóvenes y adolescentes, produciéndose no solo en países pobres, sino también en países con economías desarrolladas.

Para las personas familiarizadas con argumentos filosóficos y teológicos pueden notar con cierta facilidad que en el fenómeno del suicidio se juntan en modo extremo el «Eros» (el amor apasionado) y «thánatos» (la muerte).

Es imperioso superar los prejuicios que tenemos en torno al suicidio. En el Evangelio de Lusas se narra que a Jesús le presentaron el caso de unos galileos que habían sido asesinados por Pilato en modo injurioso, dando a entender que se lo merecían. A Jesús esa actitud le molestó y les respondió diciendo: «¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas?» Y les habló de otro caso fatal: «O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿piensan que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, se los aseguro; y si no se convierten, todos perecerán del mismo modo» (Lc 13,1-5).

Es decir, nos interesa a todos superar o al menos controlar este problema, pues está poniendo en evidencia otros aspectos de la vida personal y social que no están siendo afrontados con responsabilidad y en modo pertinente.

Sin duda, el caso de Judas, quien dice la Biblia que se suicidó (en sus dos versiones: por ahorcamiento Mt 27,5; lanzándose en un precipicio Hch 1,18), determinó por mucho tiempo la actitud de la autoridad eclesiástica respecto de las exequias por quienes se suicidaban. Actualmente, se tiene más comprensión en estos casos, sin embargo, todavía hay muchos prejuicios, dependiendo de la persona de que se trate y del contexto en que se dé el suicidio.

Si  en algún modo nos declaramos cristianos, no podemos pasar por alto las palabras de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). Prevenir el suicidio debe ser una constante preocupación en nosotros.

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