Por: Pbro. Lic. Rafael Ernesto Sánchez López
San Salvador, octubre de 2012.
1. Introducción
Haciendo un balance teológico de la reflexión
de la Iglesia en América Latina después
del Concilio Vaticano II, F.A. Pastor enfatiza cuatro motivos principales que
hicieron que Medellín y Puebla perfilaran la identidad del
catolicismo latinoamericano: teológico, cristológico, eclesiológico y
antropológico[1].
El paradigma antropológico nos interesa de
modo particular porque muestra cómo la visión del Vaticano II sobre el hombre
es asumida en el Magisterio latinoamericano, pero sin olvidar los otros
motivos, que vienen a determinar el
deseo de asumir una propuesta eclesial universal en un contexto específico. En Latinoamérica fue
necesario hacer una específica contextualización de la visión antropología
cristiana, tomando en cuenta la propia realidad. Ya que cada momento histórico
da las pautas para una respuesta[2];
en ese sentido, el Magisterio latinoamericano, con su reflexión teológica, ha tenido que
especificar sus orientaciones.
Eran varias las
líneas de interpretación antropológica que surgieron en Latinoamérica. Las expectativas
que despertó el Concilio en este Continente fueron diversas. Por un lado se
retomaba la visión pastoral del Concilio, con su claro interés de diálogo con
el mundo; por otro, existía la gran preocupación por interpretar situaciones político-económicas
que influían intensamente sobre la realidad concreta del hombre
latinoamericano.
En este contexto
surge una línea de interpretación liberacionista,
que se puede considerar como una lectura antropológica propiamente
economicista, es decir, la realidad de la pobreza es consecuencia de una
estructura donde las minorías oprimen a las mayorías y, ante tal situación,
podría justificarse una lucha violenta para superar dicha situación. Otra línea
de interpretación de la realidad es la progresista,
que considera la categoría de progreso como una posibilidad de ayuda a las
clases más necesitadas.
Luego, haciendo una
reflexión equilibrada, surge la respuesta del Magisterio latinoamericano, que
viendo estas diversas posturas y con los ojos abiertos ante la concreta
realidad antropológica latinoamericana, habla de la correcta visión del hombre
a la luz de Cristo, con una visión integral del hombre. Se rechaza la propuesta
que hacen las ideologías marxista o
capitalista. Ciertamente, ejerció gran influencia la Carta Encíclica Populorum
Progressio, de Pablo VI, la cual enfatiza el desarrollo integral del hombre porque «lo
que importa es el hombre»[3].
Por tanto, la idea de
este artículo es focalizar la opción antropológica contextualizada y
equilibrada del Magisterio latinoamericano, sobre todo el Documento de Puebla;
la opción por el hombre, por el hombre-pobre, por el hombre-joven, por el hombre-en familia. Todo esto tendrá sus
implicaciones en la misión evangelizadora.
2. Opción por el hombre
Con las luces arrojadas por el método ver-juzgar-actuar,
en Latinoamérica se realizaron opciones concretas, en las cuales se manifiestan
las prioridades que debían orientar la práctica pastoral. Pero no se trata sólo
de ver la orientación pastoral, sino de descubrir la raíz profunda de donde
nacen estas opciones.
Desde el primer momento, con Medellín[4],
luego con las otras Conferencias generales, en Puebla y también en Santo
Domingo, se hizo una opción bien concreta por el hombre. Lógicamente cada una
de las conferencias hace su propio énfasis, de acuerdo a la lectura que hacen
de la propia realidad histórica.
Se puede afirmar, ciertamente, que la
filosofía personalista y la filosofía del diálogo que se desarrollo en los años
previos al Concilio y también después del Concilio, influyó de modo
determinante en la comprensión del hombre. El Concilio recibió esta influencia
de las reflexiones anteriores, y Juan Pablo II ―que había contribuido en esta
línea personalista en el Concilio― contribuyó a profundizarla[5].
Toda esta influencia llega a Latinoamérica precisamente por el modo de leer el
Concilio, y por las orientaciones de Juan Pablo II[6].
El aporte del Papa Juan Pablo II se nota más
claro en la Conferencia de Puebla[7],
en la cual se afirma y se defiende esta opción, la cual será reafirmada en
Santo Domingo[8]. Los
temas que se presentan aquí quieren enfatizar, sobre todo, la concretización de
una opción en rostros y realidades humanas específicas. El énfasis se pone en
el ser del hombre, y no tanto en el tener.
La opción por el hombre se expresa en tres
categorías específicas: los pobres,
los jóvenes, la familia. También se enfatiza la orientación práctica de todas estas
opciones. En el fondo, se torna a la centralidad antropológica que ha
presentado el Concilio, y que el Magisterio Latinoamericano ha hecho suya en su
presentación: se trata de una centralidad antropológica histórica.
3. Opción preferencial por los
pobres
La Conferencia de Medellín, al enfrentarse
con la pobreza concreta del hombre latinoamericano, tuvo que comenzar a recorrer
caminos inéditos y a hacer opciones que determinaron el discernimiento teológico
y la práctica pastoral. Así lo expresa G. Gutiérrez: «Medellín nos trae una
renovada reflexión sobre grandes temas cristianos. La preocupación
evangelizadora es siempre motivo de una teología que se alimenta en las fuentes
mismas de la revelación bíblica. Hemos recordado el papel que los textos conciliares
y la Populorum progressio tienen en
el espíritu y en los documentos de Medellín, pero la confrontación con la dura
realidad del continente hace que ella recorra también senderos inéditos, como,
por ejemplo en el caso de la pobreza y los pobres...»[9].
La realidad de aquel momento exigía una
opción concreta, que se convertirá en uno de los puntos principales del
espíritu de Medellín. La opción por los pobres no era una cuestión que se podía
ignorar, más bien era la exigencia histórica concreta en un Continente que
vivía situaciones de escandalosas situaciones de pobreza.
Por tanto, la opción por los pobres propuesta
en Medellín, comenzó a dar orientación práctica a la opción antropológica que
se había impulsado en el Concilio[10].
La Iglesia latinoamericana comienza a enfatizar que para impulsar la
evangelización no se puede hacer sin una opción concreta de solidaridad con el
pobre –que sea «signo y compromiso»[11]–
al estilo de Jesús. Y la línea concreta que debe guiar la pastoral es
precisamente la promoción humana en favor del pobre: «La promoción humana ha de
ser la línea de nuestra acción en favor del pobre, de manera que respetemos su
dignidad personal y le enseñemos a ayudarse a sí mismo»[12].
Puebla continúa en la misma línea de Medellín[13],
retomando y reafirmando la opción preferencial por los pobres «como solidaridad
con el pobre y como rechazo de la situación en la que vive»[14].
La opción
se entiende no sólo como ética, sino como verdaderamente teologal[15].
La novedad que encontramos en Puebla es que
presenta la opción preferencial por los
pobres ―junto a la opción preferencial por los jóvenes― como características
propias de de evangelización que se quiere impulsar con rostro latinoamericano,
para lo cual se dedican números específicos para describir la opción[16].
Ciertamente todo el documento está impregnado de este espíritu, sin embargo los
números específicos dedicados para esta reflexión manifiestan un deseo de
profundización de esa realidad.
Ya que se ha notado cómo la pobreza y la
miseria se han agravado[17],
se quiere reafirmar la opción por los pobres, esta vez desde una evaluación que
la misma Iglesia ha hecho sobre su empeño en los últimos años. La exigencia de
la evangelización impulsa a mantener esa opción, siguiendo la imagen de Jesús
que evangeliza a los pobres, se pone al servicio de ellos, poniéndose así como
modelo para su Iglesia. La evangelización, por tanto, es un servicio, y la opción preferencial por
los pobres es hacer concreto ese servicio:
«Acercándonos
al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo nos enseñó, al
hacerse hermano nuestro, pobre como nosotros. Por eso el servicio a los pobres
es la medida privilegiada aunque no excluyente de nuestro seguimiento de
Cristo. El mejor servicio al hermano es la evangelización que lo dispone a
realizarse como Hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve
integralmente[18]. Además es interesante notar cómo los
Obispos reconocen que los pobres tienen
un potencial evangelizador, en cuanto llaman a la Iglesia a la conversión[19].
Finalmente, en Puebla se tiene claro que «la opción
preferencial por los pobres tiene como objetivo el anuncio de Cristo Salvador
que los iluminará sobre su dignidad»[20]; es
decir, que el pobre encuentra sentido y esperanza en la imagen de Cristo.
4. Opción por los jóvenes
Los jóvenes son un sector de la población que
ha sido siempre bien valorado por la Iglesia. En ellos se manifiestan la fuerza
y el dinamismo de las energías humanas, ellos son la creatividad, la muestra
viva del espíritu de búsqueda. Y por esta capacidad de respuesta generosa,
muchas veces se ven expuestos a la marginación o la manipulación. Por eso la
Iglesia latinoamericana ha mostrado su opción por los jóvenes, para garantizar
al mismo tiempo la continuidad de una comunidad más madura en la fe.
En Medellín, los Obispos dedicaron un
capítulo para reflexionar sobre la situación de la juventud en Latinoamérica[21].
Reconocen las potencialidades, las iniciativas, pero también los riesgos:
Una
tendencia a la personalización, conciencia de sí mismos, creatividad, que por
contraste los lleva a rechazar los valores de la tradición. Poseen un idealismo
excesivo que los lleva a desconocer realidades innegables que han de ser
aceptadas, y a adoptar un inconformismo radical cuyas manifestaciones características
se dan casi en todos los países y que los impulsa a pretender construir todo de
nuevo con prescindencia absoluta del pasado. Característica de la juventud es
también la espontaneidad que la lleva a un menosprecio no siempre justificado
de las formas institucionales, de las normas, de la autoridad y del formalismo[22].
Puebla manifiesta con claridad su opción
preferencial por los jóvenes con una motivación clara[23]:
«Presentar
a los jóvenes el Cristo vivo, como único Salvador, para que, evangelizados,
evangelicen y contribuyan, con una respuesta de amor a Cristo, a la liberación
integral del hombre y de la sociedad, llevando una vida de comunión y
participación». Se hace
la opción por el joven para ofrecerle el verdadero camino a seguir, inmerso en
las muchas dificultades que debe enfrentar. La guía segura para todo joven es
la verdad sobre Jesucristo, sobre la misión de la Iglesia y sobre el hombre[24].
La motivación de esta opción en Puebla es la vocación evangelizadora de los
jóvenes[25].
La gran propuesta de Puebla para el joven es
un plan de amor de parte del Padre en Jesucristo, en el que el mismo joven debe
descubrir el camino a seguir:
La juventud camina, aún sin darse cuenta, al encuentro
de un Mesías, Cristo, quien camina hacia los jóvenes, sólo El hace
verdaderamente libre al joven. Este es el Cristo que debe ser presentado a los
jóvenes como liberador integral: quien por el espíritu de las bienaventuranzas
ofrece a todo joven la inserción en un proceso de conversión constante;
comprende sus debilidades y le ofrece un encuentro muy personal con El y la
comunidad, en los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía. El joven
debe experimentar a Cristo como amigo personal que no falla nunca, camino de
total realización. Con El y por la ley del amor, camina al Padre común y a los
hermanos. Así se siente verdaderamente feliz[26].
Es interesante notar las categorías usadas en
el Documento, que denotan una gran carga personalista y de gran atractivo para
que puedan ser comprendidas por una parte del pueblo que vive expectativas
propias. El joven puede y debe buscar en Cristo su verdadero modelo, el
verdadero motivo de su vida, la verdadera imagen de lo que está llamado a
vivir: la filiación ante el Padre y la fraternidad universal. Eso le anima a
luchar por la dignidad humana: «El joven con las actitudes de Cristo promueve y
defiende la dignidad de la persona humana. Por el bautismo es hijo del único
Padre, hermano de todos los hombres y contribuye a la edificación de la Iglesia.
Cada vez se siente más “ciudadano universal”, instrumento en la construcción de
la comunidad latinoamericana y universal»[27].
5. Opción por la familia
La tercera gran opción que se puede descubrir
de la opción cristológica por el hombre es de carácter más comunitario. La
figura de la familia es utilizada para describir los sentimientos y los
objetivos más intensos de la vivencia de la comunión. El la familia se puede
notar un punto de apoyo fuerte para la vivencia de la relacionalidad humana. Y
la Iglesia latinoamericana ha sabido dar énfasis a este punto.
En Puebla, los Obispos enfatizan y
profundizan sobre la situación de la familia en América Latina[28];
y también reafirman la necesidad de la pastoral familiar, promoviendo la
familia como sujeto y objeto de la evangelización[29].
La familia es presentada ―junto con la
realidad de las comunidades eclesiales de base― como un espacio para la
comunión y la participación. En este sentido se promueve la verdadera
humanidad. Siendo la familia el lugar originario y más apropiado para aprender
a ser hombre y cristiano, se ratifica en Puebla con claridad la opción por la
pastoral familiar, dentro de la pastoral orgánica en América Latina[30].
El motivo de esta opción siempre es teológico y antropológico: se considera que
en la familia se pueden vivir las manifestaciones máximas del amor entre
personas, es el espacio para el servicio sincero, es garantía de estabilidad,
es espacio para la fraternidad y el desarrollo común; desde ese modelo la
Iglesia recibe inspiración para su vida. Además, Cristo, asumiendo la vida
familiar, ha ratificado el valor perenne de la familia para la vivencia plena
de la persona humana, a nivel personal y comunitario[31].
Puebla, usa frecuentemente los textos de la Gaudium
et Spes para expresar la continuidad de esas verdades antropológicas en el
contexto latinoamericano.
Concentrémonos ahora en el carácter
antropológico de las opciones y descubramos también las implicaciones
pastorales.
6. Carácter antropológico-pastoral de la opción
La opción por el hombre que se ha especificado
anteriormente en tres puntos ―pobres, jóvenes, familia― corresponde a un
interés claramente pastoral por parte de las Conferencias del episcopado
latinoamericano. Sin una adecuada fundamentación teológica, la pastoral no
tendría horizonte seguro. Y sin una orientación pastoral, la fundamentación
teológica sería palabra sin sentido. En el contexto latinoamericano esta
combinación ha sido tomada muy en serio, de tal modo que se puede considerar la
opción por el hombre como una opción de carácter pastoral.
Al afirmar esta orientación pastoral, se
afirman dos razones principalmente: el deseo de dialogar con el hombre que hace
camino de fe en tierras latinoamericanas, inculturando el mensaje evangélico; y
para responder al dinamismo que ha motivado a la Iglesia en los últimos años:
la nueva evangelización.
a) Para responder a una realidad latinoamericana: inculturación
La específica realidad latinoamericana es un
estímulo para profundizar, para aprender y acoger las novedades de un ambiente
que presenta sus propias exigencias: defender al hombre en Latinoamérica
implica riesgos. Así pues, la delicada y difícil situación que ha vivido
América Latina en los últimos años ha exigido una respuesta adecuada por parte
de la Iglesia.
En Puebla se ha manifestado la identidad de
una Iglesia atenta a la historia de fe que se vive en el Subcontinente. En ese
contexto concreto los latinoamericanos viven sus propias angustias y
esperanzas, las cuales son iluminadas desde la fe en Jesucristo. «Bien sabe la
Iglesia que sólo Dios, al que ella sirve, responde a las aspiraciones más
profundas del corazón humano»[32].
El corazón del hombre latinoamericano debe encontrar en Cristo el paradigma de
sus deseos más profundos.
Al defender la opción por el hombre, el
Documento de Puebla no hace otra cosa que ser fiel a sus convicciones de fe: ha
aprendido de su Señor que el hombre tiene prioridad y supremacía en la realidad
creada[33].
La fe en Jesucristo, el Verbo encarnado,
ha movido la reflexión de la Iglesia hacia una afirmación coherente de
la dignidad y vocación del hombre latinoamericano. La perspectiva no es
ideológica, sino evangélica[34].
En un contexto donde el hombre es
desvalorizado o instrumentalizado, la Iglesia no puede dejar
de ofrecer su palabra para defender la profunda identidad del hombre. La
urgencia es evidente porque existe la necesidad de promover el respeto por el
hombre en un ambiente en que las estructuras sociales se ponen como obstáculo.
Haciendo un esfuerzo de síntesis de la
propuesta de Puebla, podemos decir lo siguiente:
En la Conferencia de
Puebla, se propone como tema: la
evangelización en el presente y futuro de América Latina; ya el tema dice
la perspectiva desde la cual y para la cual se quiere reflexionar. En este
contexto se tiene conciencia que la promoción humana es parte sine qua non de una verdadera
evangelización, como lo dijo Pablo VI en la Evangelii
Nuntiandi. Puebla, en 1979, con una mayor claridad y sistematización, desde las orientaciones dadas por el Papa
Juan Pablo II, en su discurso inaugural en la Conferencia, hace una excelente
reflexión de la «verdad sobre el hombre»[35],
que se presenta en clara continuidad con aquella verdad de la cual hablaba Gaudium et Spes. Ya el Papa Juan Pablo
II, en el discurso inaugural, había ofrecido los contenidos de la
evangelización; y, en el contexto de los contenidos de la evangelización,
Puebla nos presenta la verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el hombre[36].
Se trata, pues, de
hacer una contextualización del mensaje, Para realizar esta misión es necesario
un claro deseo de inculturación, que sirva de inspiración constante.
b) Por la urgencia de la evangelización
Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia
recibió un impulso providencial para la evangelización. El Papa Pablo VI se
encargó de dar continuidad a este dinamismo con sus palabras, escritos y
viajes, que
despertaron una profunda inquietud sobre la realidad y la urgencia de la
evangelización[37].
El Papa Juan Pablo II, por su parte, con toda
la herencia recibida impulsó con nuevas fuerzas la nueva evangelización,
también con sus viajes y sus
incontables iluminadoras palabras sobre
el tema.
Es interesante notar que la urgencia de la
evangelización –o de la nueva evangelización– va dirigida hacia hombres
concretos en situaciones históricas específicas. En este sentido, se exige una
atención especial al ser humano que recibe la Palabra y que responde a ella,
precisamente porque el anuncio de la Palabra es anuncio de salvación, y la
salvación es para el ser humano[38].
El modelo
eclesiológico que presenta Puebla determina su orientación hacia el hombre al
cual se dirige: se trata de la Iglesia-servicio
que se empeña en el crecimiento del hombre, pero más concretamente del
«no-hombre» latinoamericano, buscando su plena realización, según el proyecto
que propone la fórmula evangélica del «Reino de Dios», así lo expresa Puebla: «El gran ministerio o servicio que la
Iglesia presta al mundo y a los hombres en él es la evangelización, la Buena
Nueva de que el Reino de Dios, Reino de justicia y paz, llega a los hombres en
Jesucristo»[39].
Por tanto, la Iglesia sirve evangelizando, particularmente a los pobres[40].
Por eso, Puebla relaciona
los contenidos de la evangelización de este modo: verdad sobre Cristo, sobre la
Iglesia, sobre el hombre.
Por tanto, la denuncia de la pobreza injusta y la
opción por los pobres son indudablemente evangelizadoras en nuestro mundo[41]. Esto es lo que hace la Iglesia
latinoamericana como un testimonio concreto y permanente de anuncio del
evangelio.
Al hombre se le
comprende como destinatario de la evangelización que promueve la Iglesia, es
decir que la antropología se entiende en relación con la eclesiología. Desde
Medellín se venía pensando en una «Iglesia comprometida con la realidad global del
hombre y de la historia [...] esencialmente evangelizadora del Reino, promotora
del hombre, liberadora de los pueblos. Una Iglesia que se interesa por la
totalidad del hombre y de la historia. Pero sólo desde la fe y el Evangelio.
Porque le interesa esencialmente Dios, intenta reflejar a Cristo y se deja
penetrar hondamente por el Espíritu»[42].
7. Conclusión
Queremos concluir afirmando la necesidad de
una conversión eclesial, para
entender con más profundidad que la evangelización siempre requiere una
orientación humilde hacia el otro, para aprender y para ayudarlo. Implica
también la necesidad de la denuncia de los males, la urgencia de una palabra
profética frente a las causas de los problemas de injusticia que dañan
directamente la dignidad humana.
Es importante destacar la relación directa de
la nueva evangelización con la promoción humana. No puede haber evangelización
si no hay promoción humana. Es decir que, para que exista una auténtica
evangelización, se requieren algunos requisitos mínimos: el anuncio del nombre,
la doctrina, la vida, los signos, las promesas, el reino, el misterio de amor
de Jesús, Hijo de Dios. Todo esto porta, concretamente en América Latina, a la única
respuesta seria y evangélica que encarna la opción de amor preferencial por los
pobres.
La opción por el hombre es una base fundamental
para poder impulsar una verdadera evangelización. Sólo una opción por el
hombre, en sus diversas concreciones, puede ser signo de credibilidad del
anuncio del evangelio.
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a la luz del Concilio, Bogotá: CELAM, 200218.
III Conferencia General del Espiscopado
Latinoamericano, Puebla: La
evangelización en el presente y futuro de América Latina, Santafé de
Bogotá: CELAM, 200010.
[1] Cfr. F.A.
Pastor, «La Iglesia en América Latina y la “Teología de la Liberación”. Un balance teológico», Studia Missionalia XLV (1996) 286.
Específicamente el motivo antropológico
lo explica así: «Un empeño por traducir en la sociedad y en la cultura, la
exigencias de la antropología cristiana, en su visión del hombre como creado “a
imagen y semejanza” de la bondad divina, contemplando en el Cristo, y en el
misterio de la encarnación redentora y divinizadora, el paradigma teológico de todo proceso eclesial de inculturación y
liberación».
[2] Cfr. M.P. Gallagher,
Fede e cultura. Un rapporto cruciale e
conflittuale, Milano: San Paolo, 1999, 111: «Forse tre grandi principi
hanno guidato la riflessione teologica sulla cultura nel cattolicesimo degli
ultimi decenni. In primo luogo, la cultura è vista come un contesto della
trascendenza umana, cioè dell’incontro creativo con Dio. Inoltre, la cultura,
dal momento che è tutta una costruzione umana, rimane una fonte di ambiguità
sempre bisognosa di discernimento e di purificazione. Infine, la cultura di
qualsiasi luogo o tempo svolge necessariamente un ruolo essenziale nella
mediazione della fede alla gente, in seno a contesti diversi di ricettività del
vangelo».
[3] Cfr. A.C. Cheuiche, El Hombre en Puebla, Bogotá: CELAM, 1979, 9-11.
[4] Precisamente la
introducción a las Conclusiones del Documento de Medellín inicia afirmando que
la Iglesia «centró su atención en el hombre de este continente, que vive un
momento decisivo de su proceso histórico. De este modo ella no se ha “desviado”
sino que se ha “vuelto” hacia el hombre, consciente de que “para conocer a Dios
es necesario conocer al hombre”»; citando las palabras del Papa Pablo VI en su Discurso de Clausura del Concilio Vaticano
II, 7 de diciembre de 1965.
[5] Cfr. J.L. Lorda,
Antropología cristiana. Del Concilio
Vaticano II a Juan Pablo II, Madrid: Ediciones Palabra, 19963.
[6] Al respecto J.L. Lorda dice: «Juan Pablo II, siguiendo las
inspiraciones del Concilio Vaticano II, ha querido que la doctrina cristiana
sobre el hombre sirva de base para el diálogo que la Iglesia ofrece al mundo
moderno, y es una de las claves de su nueva evangelización. Haciendo un eco a
la enseñanza de Gaudium et Spes,
podemos decir que la doctrina cristiana sobre el hombre ofrece un fundamento
para la dignidad humana, impulsa la construcción de la sociedad de personas y
ofrece un criterio para juzgar y promover el progreso humano. Todo esto forma
parte de lo que la Iglesia puede decir al mundo, todo esto es también un camino
para que el mundo descubra la verdad profunda sobre el hombre, que está en el
seno de la Iglesia: la verdad que lo relaciona con Dios, con el misterio de la
salvación», en Ibid., 239-240.
[7] Es interesante cómo la Conferencia en Puebla no
tenía planificado enfatizar en la reflexión sobre el hombre; en sus documentos
preparatorios ―Documento de Consulta y Documento de Trabajo― sólo querían
enfatizar la cristología y la eclesiología, pero con la intervención del Papa
Juan Pablo II ―su Discurso Inaugural,
AAS 71 (1979) 187-205― en la inauguración de la Conferencia, se vio
la necesidad de profundizar en el tema antropológico; este es el comentario que
hace uno de los protagonistas de la Conferencia: B. Kloppenburg, Puebla:
la verdad sobre el hombre, Bogotá: CELAM, 1980; O. Ruiz Arenas,
La doctrina antropológica de Puebla:
hacia un humanismo de comunión y participación, Roma: PUG, 1992, 26-31; P. Poupard, «El humanismo cristiano de Juan
Pablo II», Ecclesia III (1989)
281-284.
[8] Se debe aclarar que Santo Domingo, no habla tanto de
opción, sino de «líneas pastorales prioritarias», esto, sin embargo, mantiene
una orientación hacia el hombre. Cfr. F. Santoro,
«Santo Domingo: la novedad de un método», en Vv.
Aa., Santo Domingo. Análisis y
Comentario, Lima: Vida y Espiritualidad, 1994, 194.
[9] Cfr. G. Gutiérrez, «Actualidad de Medellín», Revista Latinoamericana de Teología
15 (1998) 45, 223.
[10] Cfr. GS, n. 3: «Es la persona del hombre la que hay que salvar. Es la
sociedad humana la que hay que renovar. Es, por consiguiente, el hombre; pero
el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y
voluntad, quien será el objeto central de las explicaciones que van a seguir».
[13] DP, n. 1134: «Volvemos
a tomar, con renovada esperanza en la fuerza vivificante del Espíritu, la
posición de la II Conferencia General que hizo una clara y profética opción
preferencial y solidaria por los pobres, no obstante las desviaciones e
interpretaciones con que algunos desvirtuaron el Espíritu de Medellín, el
desconocimiento y aún la hostilidad de otros. Afirmamos la necesidad de
conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por los pobres, con
miras a su liberación integral».
[14] DP, n. 1156; Cfr. N. Vélez, «Puebla: la opción por los pobres», Theologica Xaveriana 51-52 (1979)
299-307.
[15] J. Sobrino, «Los Documentos de Puebla
serena afirmación de Medellín», Estudios
Centroamericanos 34 (1979) 137.
[16] Cfr. DP, nn. 1134-1165.
[17] Cfr. DP, n. 15ss.
[18] DP, n. 1145.
[19] DP, n. 1147: «El
compromiso con los pobres y los oprimidos y el surgimiento de las Comunidades
de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los
pobres, en cuanto la interpelan constantemente, llamándola a la conversión y
por cuanto muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de
solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios».
[20] DP, n. 1153.
[21] MED, Juventud, nn. 1-20.
[22] MED, Juventud, n. 9.
[23] Cfr. DP, nn. 1166-1205.
[24] Cfr. DP, n. 1182; R. Gutiérrez – J.V. Tordoba, «Puebla: la opción por los jóvenes», Theologica Xaveriana 51-52 (1979)
309-313.
[26] DP, n. 1183.
[27] DP, n. 1185.
[28] DP, nn. 571-581.
[29] DP, n. 569: «Nos complace abordar el tema de la familia como sujeto y
objeto de evangelización».
[30] DP, n. 590.
[31] DP, nn. 582-589.
[32] GS, n. 41.
[33] Cfr. Sal 8,6-7; Mc 2,27-28.
[34] Cfr. P. Bigo, «Medellín, Puebla, Santo
Domingo frente al desafío de la Modernidad», Medellín 58-59 (1989) 218-225.
[35] Se trata de la parte tercera del documento en la que se
habla sobre los contenidos de la evangelización, la «verdad sobre el hombre» es
contenido de la evangelización, esta parte se presenta en los nn. 304-339. En
esta parte se cita cinco veces Gaudium et
Spes.
[36] DP, n. 304: «visión cristiana del hombre, tanto a la luz de la fe como de
la razón, para juzgar su situación en América Latina en orden a contribuir a la
edificación de una sociedad más cristiana y, por tanto, más humana».
[37] Cfr. Pablo
VI, Evangelii Nuntiandi, AAS 58 (1976) 5-76.
[38] Cfr. Ibid.,
n. 29: «La evangelización no sería
completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de
los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y
social, del hombre».
[40] DP, nn. 224: «Pero la
Iglesia es también depositaria y transmisora del Evangelio. Ella prolonga en la
tierra, fiel a la ley de la encarnación visible, la presencia y acción
evangelizadora de Cristo. Como El, la Iglesia vive para evangelizar. Esa es su
dicha y vocación propia»; Cfr. L.A. Gallo,
Il cammino del Vangelo nel Continente
della speranza, Roma: Librería Ateneo Salesiano, 2005, pp. 130-134. El Autor hace un análisis breve del significado de la
evangelización como servicio en Puebla, dice que Puebla usa el término
evangelización en tres sentidos: 1) como «decir» el Evangelio, que no pertenece
al orden del fin; 2) el segundo significado sería «vivir» el evangelio, como
fin; 3) el último, «realizar» el Evangelio.
[41] Cfr. J. Sobrino, «Los vientos que
soplaron en Santo Domingo y la evangelización de la cultura», Revista Latinoamericana de Teología 27
(1992) 281.
[42] E.F. Pironio,
En el Espiritu de Medellín. Escritos Pastorales
Marplatenses, II, Buenos Aires: Editora Patria Grande, 1973, 49.
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