miércoles, 19 de octubre de 2022

MISIÓN, MARTIRIO Y SINODALIDAD (Domund 2022)

1.      EL ORIGEN TEOLÓGICO DE LA MISIÓN. En sentido estricto, la misión es la entrada de Dios en la historia, según lo que dice el Evangelio de San Juan: «Como el padre me envió, también yo os envío» (Jn 20,21). Lo que hacemos en las parroquias y comunidades cristianas en general y que llamamos «apostolado», «acción pastoral», «actividad misionera», etc., no tiene valor en sí mismo, sino en razón de su origen. No es lo que hacemos, sino la razón o causa por la que lo hacemos. En pocas palabras: «En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios» (Francisco, Evangelii Gaudium, n. 12).

 

2.       LA IGLESIA, SUJETO HISTÓRICO-ECLESIAL DE LA MISIÓN. La existencia de la Iglesia se explica y justifica, entonces, desde la misión, en tanto que «la identidad de la Iglesia es evangelizar» (Domund 2022). El Papa Pablo VI así lo ve: «Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (Evangelii Nuntiandi, n. 14).

 

3.      LA MISIÓN ES UNA SOLA, PERO DIVERSIFICADA Y CONTEXTUALIZADA. «Las diferencias en cuanto a la actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen no de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias en las que ésta se desarrolla. Se pueden distinguir tres situaciones» (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 33): 1) La actividad pastoral que se realiza con los bautizados que normalmente frecuentan la iglesia. Es la que se da entre un bautizado practicante y otro bautizado practicante.  2) La nueva evangelización, es decir, el proceso evangelizador orientado a los bautizados alejados. Se da entre un bautizado practicante y un bautizado no practicante. 3) La misión ad gentes, es decir, la evangelización dirigida a las personas no bautizadas. Es la que se da ente un bautizado practicante y un no bautizado. Las tres son importantes, pero la que tiene prioridad es la tercera.

 

4.      MISIÓN EN CLAVE SINODAL. La sinodalidad tiene que ver con el modo cómo se realiza la misión. En este caso, Rutilio Grande es propuesto como modelo por el Papa Francisco: «En estos momentos en los que estamos llamados a reflexionar sobre la sinodalidad de la Iglesia, tenemos en estos mártires el mejor ejemplo de este «caminar juntos», pues el padre Grande fue martirizado mientras “caminaba hacia su pueblo”. Eso es lo que cada uno de ustedes, obispos, sacerdotes y agentes pastorales, piden hoy al Señor, ser como ese “sacerdote —Rutilio— con sus campesinos —los beatos Manuel y Nelson—, siempre de camino hacia su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos”» (Francisco, Mensaje a los peregrinos salvadoreños, 14.10.2022).

 

5.      MARTIRIO Y MISIÓN. En este binomio la prioridad la tiene la misión, aunque didáctica y literariamente suene mejor como está escrita. La misión es primero porque Dios se comunica primero por medio del proceso de la creación y culmina con el proceso de la redención (encarnación, pasión, muerte y resurrección). El martirio es el quicio o la «bisagra» que propicia el encuentro entre la libertad de Dios y la libertad del hombre. En este encuentro fecundo el concepto clave e ineludible es «testimonio», magníficamente estructurado entre Lucas y Juan. Lucas lo presenta así: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis TESTIGOS en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hechos 1,8). En Juan se expresa así: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede, él dará TESTIMONIO de mí. Pero también vosotros daréis TESTIMONIO, porque estáis conmigo desde el principio» (Juan 15,26-27). Si las palabras «testigo» y «testimonio» las escribiéramos en su lengua original, en griego, entonces diría «mártir» y «martirio». Así se explica que el Apocalipsis llame a Jesús «el MÁRTIR fiel, el primogénito de entre los muertos» (Apocalipsis 1,5).

CONCLUSIÓN. Si bien el Papa compara a los mártires con piedras preciosas ―rubíes―, en el proceso de construcción de la Iglesia en fidelidad a Cristo, «piedra viva» (cfr. 1Pe 2,4-5). También es cierto, que quien utiliza a los mártires para exaltarse a sí mismo, hace de ellos para su propia ruina «piedra de tropiezo y roca de escándalo», porque «no creen en la Palabra» (1Pe 2,8). Pero, los verdaderos discípulos no olvidan la recomendación de Jesús: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen» (Mateo 7,6). La misión, vista desde los discípulos, consiste en abrirle un espacio en la historia a la acción de Dios en el Espíritu, bajo el ejemplo de Jesucristo.  

Los procesos de independencia de Centroamérica (Reseña).

 




RESEÑA

Adolfo Bonilla Bonilla, Los procesos de independencia de Centroamérica. Una interpretación de sus proyectos en el Bicentenario, Ministerio de Educación, San Salvador 2021.

ISBN: 978-99983-56-13-9 / 978-99983-56-14-6.

253 páginas.

 

Adolfo BONILLA BONILLA nació en San Vicente, El Salvador en 1955. Graduado de Máster en Artes por la Universidad de LondresInglaterra en 1999. Realizó un Doctorado en Filosofía Política en la Universidad de Manchester, Inglaterra en 1996, y estudios posdoctorales en la Universidad de Johns Hopkins en BaltimoreMarylandEstados Unidos en 1998.

El texto se publica en el marco de la celebración de los 200 años del proceso de independencia de España en el área centroamericana.

La tesis central del libro consiste en presentar de forma más actualizada y enriquecida, con nuevas fuentes documentales y nuevos conceptos, una crítica a la historia de las ideas políticas basada en la dicotomía servil-liberal y la presentación de una nueva clasificación de ideas políticas, de la cual resulta una nueva historia política e interpretación de los procesos de independencia, donde la independencia se presenta como ilustrada, liberal y republicana.

La obra se estructura en cuatro capítulos y la conclusión. El primer capítulo (Las ideas de la Ilustración y su influencia en los procesos y proyectos de independencia) analiza la influencia de las ideas ilustradas en los procesos de independencia. «Esta sección es importante para comprender la filosofía política detrás de los proyectos de modernización del Imperio español» (p. 23). Se desarrollan dos grandes variantes: el absolutismo ilustrado y la ilustración constitucional.  

El segundo capítulo (Proyectos de independencia y constituciones en el ámbito americano) «se presentan casos notables de proyectos de independencias y sus procesos y propuestas constitucionales para ilustrar lo complicado que fue tomar decisiones sobre esos temas. Se analizan las propuestas del conde de Aranda, luego las de los venezolanos Francisco de Miranda y Simón Bolívar, la de los guatemaltecos José María Peinado y Antonio García Redondo, y finalmente la propuesta de proyecto de canal interoceánico en Nicaragua, presentada en 1826 por José Cecilio del Valle al congreso de la república federal de Centroamérica, que aborda el tema de la independencia y la economía» (p. 35-36).

El tercer capítulo (El fin del antiguo régimen hispano, la Constitución española de 1812 y su relación con los procesos de independencia en Centroamérica), el más extenso, «analiza el esfuerzo de creación del Estado moderno desde la invasión napoleónica a España hasta la redacción de la Constitución española de 1812 y su puesta en práctica. Ello incluye el proceso de las cortes de Cádiz, la revolución liberal española y el fin del antiguo régimen, la Constitución española de 1812 y su implementación en Centroamérica. En ese contexto se analiza el “primer grito de independencia” del 5 de noviembre de 1811 en San Salvador y el levantamiento en dicha ciudad del 24 de enero de 1814» (p. 21). Digno de mención es el análisis que hace el autor del artículo 18 de la Constitución de Cádiz: «A este artículo no se le ha dado la importancia que merece, ya que representa quizá el cambio más radical de la época en materia de definición de la nación, la ciudadanía política y los derechos individuales. Por este decreto, el indígena pasó de indígena conquistado marginado y segregado en los pueblos de indios, sometido, a pagar tributo y a trabajos forzados, a ser parte de la nación española, a ser parte de la configuración de la soberanía nacional o popular, a gozar de ciudadanía política» (p. 79). El otro elemento es la explicación de cómo surge la tradición del primer grito de independencia (pp. 92-96). El tercer aspecto a resaltar de este capítulo es el análisis que el autor hace de la obra de Alejandro Dagoberto Marroquín. Por ejemplo, Bonilla sostiene que, «Marroquín en su narración no está presentando al líder histórico Pedro Pablo Castillo, sino que está construyendo al personaje ideal revolucionario, que él imagina con perfectos atributos que el mismo Castillo no tenía, para su propósito de crear un personaje histórico revolucionario con orígenes populares que sea útil políticamente a la revolución que se estaba gestando en la década de 1960 en El Salvador. Es lo mismo que están haciendo Jorge Arias Gómez y Roque Dalton» (pp. 129-130). Finalmente, intenta recuperar la figura de José Cecilio del Valle, a quien considera «una figura controversial, [pero] considerado como la personalidad más importante en la Ilustración centroamericana. Su brillante carrera fue oscurecida por su apoyo a la monarquía absoluta durante el hostil período de Bustamante, en 1814-1818» (p. 149).

El cuarto capítulo (La independencia centroamericana de España, la anexión al Imperio mexicano y la independencia centroamericana de México, 1820-1823) «analiza el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820, el debate electoral de 1820 y la adopción en Centroamérica de la clasificación de las ideas servil-liberal, la independencia de España el 15 de septiembre de 1821, la anexión al Imperio mexicano del 5 de enero de 1822, la resistencia de la provincia de San Salvador a la anexión a México y la independencia de Centroamérica con relación a México el 1 de julio de 1823» (p. 21). Uno de los aportes más notables en este capítulo es aclarar la confusión terminológica e histórica que ha provocado la introducción del binomio servil-liberal por Barrundia en El Editor Constitucional, número 1 y 3, del 2 de agosto de 1820. Así, sostiene Bonilla: «la definición de servil de Barrundia no tiene nada que ver con el pensamiento conservador y que por ello fue un error usarlas como sinónimos de la manera que se hizo a finales del siglo XIX» (p. 168). Además: «Mi contribución consiste en mostrar que la postura exclusivista de Barrundia quedó claramente establecida en el debate electoral de 1820 y está directamente ligado a su lectura e influencia de Rousseau» (p. 173). Destacamos también la recuperación que hace, en sintonía con Mario Vásquez Olivera, del «prócer olvidado», un tal «fray Tasajo»; se trata de Rafael Castillo, «un fraile agustino veterano de las luchas de Miguel Hidalgo que decidió luchar en las filas republicanas de San Salvador y lo hizo de manera brillante» (p. 213). Finalmente, un tema que interesa a los historiadores es el cisma formal en que incurrió José Matías Delgado, ante la creación del obispado de San salvador el 30 de marzo de 1822. Destaca en este punto el estudio realizado por Luis Ernesto Ayala Benítez.

Adolfo Bonilla nos proporciona una sugerente conclusión. Por una parte, confirma su tesis: «que nuestros procesos de independencia estaban guiados por la revolución ilustrada que transcurrió dentro de los parámetros del absolutismo ilustrado, el liberalismo y el republicanismo. Por tanto, nuestra independencia fue ilustrada, liberal y republicana. Una independencia conservadora no tenía lugar en razón de que, en Centroamérica, por el peso avasallador de la Ilustración y por la estructura social, no se desarrolló el pensamiento conservador» (p. 231). Por otra parte, propone un método para retomar estas investigaciones, que en términos generales consiste en «separar las interpretaciones y comentarios sobre las independencias que se hicieron en la época de la independencia, de las que se hicieron a partir de la segunda mitad del siglo XIX y siglo XX» (p. 232). De hecho, sugiere una serie de fuentes y referencias que a su juicio son indispensables para tal cometido.

La obra de Adolfo Bonilla va más allá de la lectura fáctica de los acontecimientos históricos. Su lectura razonada de las ideas filosóficas que sustentan los hechos históricos le da al texto un enfoque interesante, respecto de los manuales tradicionales de historia. Cabe preguntarse si su propuesta de leer los procesos de independencia en Centroamérica a partir de la modernidad ilustrada pueda equilibrar la invención de tradiciones que normalmente encontramos en el proceso de creación de las naciones centroamericanas.

viernes, 14 de octubre de 2022

LOS MÁRTIRES «UN DON GRATUITO DEL SEÑOR» En el 4º aniversario de la canonización de San Óscar Arnulfo Romero


14.10.2022

Por: Juan V. Chopin
Foto: Bogran Almendares.

El Papa Francisco, dirigiéndose a la delegación de salvadoreños en la Sala Clementina, Ciudad del Vaticano (Roma), el 14 de octubre del corriente año, citando al beato Cosme Spessotto dice que «los mártires son “un don gratuito del Señor”».

Las palabras del Papa se enmarcan en la conmemoración del cuarto aniversario de la canonización de Monseñor Romero y de la reciente beatificación de los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, y de los laicos Nelson Lemus y Manuel Solórzano.

Para esta reflexión me apoyaré en el discurso que compartió con la delegación salvadoreña el día de ayer y lo complementaré con el mensaje que el Papa impartió a los obispos centroamericanos el 24 de enero de 2019, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Panamá.

1. Los mártires, «perlas preciosas» de la Iglesia

Lo primero que llama la atención es el modo cómo el Papa ve a los mártires, es decir: como «rubíes bordados en el manto inconsútil [sin costura] de Jesús». La frase evoca la pasión de Cristo, la túnica sin costura de Jesús, el Mártir primordial (cf. Jn 19, 23-24; Ap 1, 5). Muestra así el Papa a su auditorio, con una sutileza encomiable, que hasta el verdugo más cruel sabe apreciar el valor de las cosas. Y el salmo se nos hace patente: «se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica» (Sal 22,19). Estamos ante el manto sin costura del martirio. El único que puede abrigar correctamente el frío de la iglesia sufriente y la tisis de la iglesia indolente.

Las gotas de sangre derramadas por Jesús y por sus mártires «son joyas preciosas», nos dice el Papa, desde su mística del martirio. Pero es también la mística de la cruz, a la manera como la entendía Pablo, como una dialéctica que enfrenta la presunción ―«si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo» (Ga 6,3)― y la donación total ―« ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo¡ » (Ga 6,14)―. Ver a los mártires como algo que me da prestigio y no discernir la profundidad de su legado es caer en la insensatez del que: «atesora riqueza para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (Lc 12,21).

El tesoro de los mártires pierde brillo, cuando se les exalta, pero no se le promueve efectivamente. Es lo que lamentaba el profeta Isaías: «me han honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí» (Is 29,13). El Papa no quiere eso y considera que Dios es: «quien nos los presenta ahora para nuestra edificación y como camino a seguir, porque los problemas no terminaron, la lucha por la justicia y por el amor de los pueblos sigue». Lacónicamente sentencia: «son un regalo para nuestra edificación». Por tanto, su legado: «puede y debe ser profundizado en nuestras comunidades», insiste el Papa.

2. Los mártires, «piedra de tropiezo»

No es común que un Papa exprese públicamente su aprecio por un mártir, a menos que ello le palpite en su corazón. Así, Francisco no tiene empacho en reconocer: «Yo sentí mucho la vida de estos mártires, la viví mucho, viví el conflicto de pro y contra. Y es una devoción personal: a la entrada de mi estudio tengo un pequeño cuadrito con un pedazo del alba ensangrentada de san Óscar Romero y una catequesis chiquitita de Rutilio Grande, para que me hagan acordar que siempre hay injusticias por las que hay que luchar, y ellos marcaron el camino». Bastaría con que cada uno de nosotros revisara lo que tiene guardado en sus espacios más íntimos para saber quiénes somos.

Esta vez fue benévolo, Su Santidad. En otras condiciones hubiera dicho: «El martirio de Mons. Romero no fue puntual en el momento de su muerte, fue un martirio-testimonio, sufrimiento anterior, persecución anterior, hasta su muerte. Pero también posterior, porque una vez muerto –yo era sacerdote joven y fui testigo de eso– fue difamado, calumniado, ensuciado, o sea que su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el sacerdocio y en el episcopado. No hablo de oídas, he escuchado esas cosas. O sea que es lindo verlo también así: un hombre que sigue siendo mártir. Bueno, ahora ya creo que casi ninguno se atreva pero después de haber dado su vida siguió dándola dejándose azotar por todas esas incomprensiones y calumnias. Solo Dios sabe las historias de las personas y cuántas veces, a personas que ya han dado su vida o que han muerto, se las sigue lapidando con la piedra más dura que existe en el mundo: la lengua.» (03.10.2015).

Y es que los mártires, par quien no los ama, son piedra de tropiezo. Así, para el mezquino, los mártires, como en la novela de Tolkien, son un tesoro para la degustación personal. Sin embargo, el mártir es piedra angular, no para el gusto personal, sino material precioso e indispensable para la edificación de la nueva Iglesia: «Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo» (1Pe 2, 4-5). De lo contrario se convierte: «en piedra de tropiezo y roca de escándalo. Tropiezan en ella porque no creen en la Palabra» (1Pe 2, 8).

3. Martirio y sinodalidad

Jesucristo decía que Él era el Camino (cf. Jn 14,6). Con ello proponía el mét-odo(s) para estar en el mundo. Santo Tomás de Aquino, interpretando esto, sostenía que lo importante no es de dónde partimos y a dónde llegamos, sino cómo hicimos para llegar. En este sentido, el Papa propone el pensamiento de Rutilio Grande, como aporte contextualizado para andar el camino: «En estos momentos en los que estamos llamados a reflexionar sobre la sinodalidad de la Iglesia, tenemos en estos mártires el mejor ejemplo de este «caminar juntos», pues el padre Grande fue martirizado mientras “caminaba hacia su pueblo” (cf. San Óscar Romero, Homilía 14 marzo 1977). Eso es lo que cada uno de ustedes, obispos, sacerdotes y agentes pastorales, piden hoy al Señor, ser como ese “sacerdote —Rutilio— con sus campesinos —los beatos Manuel y Nelson—, siempre de camino hacia su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos” (cf. ibíd)».

Pero para lograr eso, nos dice el Papa, no es suficiente con «pasear al santo en una imagen de devoción, sino que implica, sobre todo, asumir el testimonio de la fe, la esperanza, el amor que este santo nos dejó en su vida».

4. Martirio y denuncia profética

San Pablo exhortaba: «no os acomodéis al mundo presente» (Rm 12,2). En el sentido de no recorrer el camino más fácil, de estar con el más poderoso, bajo el argumento de estar con los pobres. Ya los evangelistas prevenían: «sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros» (Mt 20,25-26).

Por ello el Papa nos anima: «Y este proyecto de camino, de camino espiritual, de oración, de lucha, a veces tiene que tomar la forma de la denuncia, de la protesta, no política, nunca, evangélica siempre. Mientras haya injusticias, mientras no se escuchen los reclamos justos de la gente, mientras en un país se estén dando signos de no madurez en el camino de plenitud del Pueblo de Dios, ahí tiene que estar nuestra voz contra el mal, contra la tibieza en la Iglesia, contra todo aquello que nos aparta de la dignidad humana y de la predicación del Evangelio». De hecho, el Papa llega a ser mucho más enfático, habla de: «los más pobres, los presos, los que no les alcanza para vivir, los enfermos, los descartados».

5. La kénosis de los mártires hoy

El Papa Francisco dice que la vida y la enseñanza de San Romero «son fuente de inspiración para nuestras Iglesias y, de modo particular, para nosotros obispos. Él también fue mala palabra. Sospechado, excomulgado en los cuchicheos privados de tantos obispos». Pero, sobre todo, nos interesa lo que dice acerca de la genética de la Iglesia centroamericana, en orden a su configuración histórica: «Apelar a la figura de Romero es apelar a la santidad y al carácter profético que vive en el ADN de vuestras Iglesias particulares».

La kénosis sacerdotal va orientada en la línea de un episcopado que está más allá de su funcionalidad ministerial y se ve más en una línea paterna, donde la compasión y la comprensión tienen un puesto central. De tal modo que al exaltar la figura de Monseñor Romero y proponerlo como modelo de pastor, se ponen en cuestión los modos autoritarios y feudales de ejercer el episcopado. El Papa, estaría proponiendo un modelo de pastor en Monseñor Romero, amén también del descrédito que pesa sobre la casta sacerdotal debido a los delitos cometidos por algunos de ellos.

La kénosis pobre aparece más evidente, en cuanto que el Papa Francisco se inscribe en la corriente eclesial que privilegia la expresión de la Iglesia como Iglesia de los pobres y para los pobres (Juan XXIII, Pablo VI). Una Iglesia que toma distancia de los poderes hegemónicos y de los «padrinos» cuyas ayudas a la Iglesia proceden del crimen organizado o de negocios mal habidos en general. Se centra más en la línea testimonial y martirial, que se coloca de la parte de los marginados y comparte su destino, muchas veces hasta la muerte.

6. Conclusión

Al haber inspirado nuestra reflexión en la sangre de los mártires como piedra preciosa y angular de la comunidad crisrtiana, vienen a nuestra mente aquellas enigmáticas palabras: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen» (Mt 7, 6).

Romero es esa piedra viva desechada por los arquitectos salvadoreños. Es el primogénito de los muertos salvadoreños.

Al interno de este escenario eclesial recreativo o genético, los pastores deben renunciar al modelo dominador y prepotente, optando por el servicio y la compasión, en el modo como aparecen en la persona de Monseñor Romero. Una nota indispensable en la nueva expresión de la Iglesia salvadoreña es saber escuchar el clamor del pueblo y, al interno de este pueblo, poner atención a los jóvenes y a los pobres; pero no solo por razones sociológicas, en cuanto estos conglomerados sociales constituyen la mayoría de la población, sino por razones teológicas, puesto que en ellos se revela Dios en modo privilegiado. Una nueva primavera misionera es posible en América Central, en tanto en cuanto asumamos el reto planteado por el Papa Francisco en su discurso, sumándonos a la Iglesia profética, pobre y kenótica, inspirada en la sangre de los mártires.

«La Palabra de Dios no está encadenada» (2Tm 2,9).

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