Por: Juan Chopin.
El 24 de noviembre de 2013, el Papa Francisco
publicó su primera Exhortación Apostólica denominada “Evangelii Gaudium” (La
Alegría del Evangelio), que expresa muy bien su modo de ejercer el papado. El
tema central de la Exhortación es la correlación entre alegría y
evangelización. En la visión del pontífice, un verdadero cristiano está llamado
a ser una persona alegre. Dicho con sus palabras: “un evangelizador no debería
tener permanentemente cara de funeral” (EG, n. 10). Porque, según él, “hay
cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua” (EG, n. 6), es
decir, personas que, aun llamándose cristianas, se tornan “pesimistas quejosos y
desencantados con cara de vinagre” (EG, n. 85).
Pero la
alegría que promueve el Papa Francisco no es ingenua o infundada. Al respecto
él habla de una “ternura combativa” (EG, n. 85). La ternura la va demostrando
cada vez que puede con la serie de personas que se le acercan. Lo combativo lo
pone de manifiesto en la claridad con que aborda ciertos temas que ningún
pontífice se había atrevido a tocar. Ejemplo de ello son los cuatro “no” que ha
dirigido al sistema capitalista imperante, estos son: “No a una economía de la
exclusión” (EG, nn. 53-54); “No a la nueva idolatría del dinero” (EG, nn.
55-56); “No a un dinero que gobierna en lugar de servir” (EG, nn. 57-58); “No a
la inequidad que genera violencia” (EG, nn. 59-60). De los cuatro “no” del Papa
propongo cuatro argumentos.
1. La
“divinización del mercado”. El mercado ha adquirido valor absoluto (EG, n. 56).
El Papa explica esto del siguiente modo: “Mientras las ganancias de unos pocos
crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del
bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que
defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera”
(EG, n. 56). En otro numeral retorna a la misma idea: “sería una falsa paz
aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que
silencie o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de
los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos
mientras los demás sobreviven como pueden” (EG, n. 218). Por tanto, dice el
Papa: “Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución
del ingreso, la inclusión social de los pobres y los derechos humanos, no
pueden ser sofocadas con el pretexto de construir un consenso de escritorio o una
efímera paz para una minoría feliz. La dignidad de la persona humana y el bien
común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a
sus privilegios. Cuando estos valores se ven afectados, es necesaria una voz
profética”.
2. Fetichismo del dinero. La causa de otorgar un
valor absoluto al mercado se funda en un desajuste antropológico. El dinero
“vale más” que quien lo produce. Vale más que la persona humana. El dios-dinero
exige cotidianamente sacrificios humanos para mantenerse en su pedestal. El
Papa habla en modo contundente: “¡la negación de la primacía del ser humano!
Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex
32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del
dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano” (EG, n. 55). Algo muy parecido dijo Monseñor Romero:
“¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un
becerro de oro, y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen
sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante esta idolatría del dinero;
no sólo sacrificios, sino iniquidades! Se paga para matar, se paga el pecado y
se vende, todo se comercializa, todo es lícito ante el dinero” (Homilía
11-septiembre-1977).
3. La cultura del “descarte”. Por supuesto que todo
el que no entra en la lógica del dios-mercado pasa a ser, como dice el
sociólogo Zygmunt Bauman, desechado. El Papa constata: “Ya no se trata
simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo
nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la
sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia,
o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino
desechos, «sobrantes»” (EG, n. 53).
4. Ética a favor del ser humano. Pero todo el
esfuerzo del Papa tiene un propósito positivo. Él nos invita a practicar una
“solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una
ética en favor del ser humano”; nos dice: “¡El dinero debe servir y no
gobernar!” (EG, n. 58). Se trata de no ver a las personas como simples
mercancías. Y en una línea evangélica sostiene que “el corazón de Dios tiene un
sitio preferencial para los pobres” (EG, n. 197); esto implica que, “para la
Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural,
sociológica, política o filosófica”, por ello habla de querer construir una
“Iglesia pobre para los pobres” (EG, n. 198).
Este tipo de argumentación es el que ha molestado a
la ultraderecha norteamericana, que acusa al Papa de ser “marxista”, como si el
ser capitalista resultara ser, a priori,
una cosa buena. El Papa ha puesto el dedo en la llaga, en la causa de la
violencia que asola nuestra sociedad. En coherencia con su discurso no me
extraña que esté muy interesado en beatificar a Monseñor Romero, porque ve en
él el modelo de pastor que ofrece su vida intentando construir una Iglesia
pobre para los pobres, es decir, éticamente más responsable.
Desde
una lectura positiva, los cuatro “no” ponen en evidencia las causas que están
impidiendo la construcción de una cultura de la vida, como expresión de la
concreción de los principios evangélicos que conforman el entramado de la
construcción del Reino de Dios entre nosotros.
1 comentario:
buen documento, gracias padre
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