lunes, 2 de septiembre de 2019

EL ASESINATO DE JUAN EL BAUTISTA O LA IMPORTANCIA DEL MARTIRIO EN EL PROCESO DE EVANGELIZACIÓN




Por: Juan Vicente Chopin.
Homilía pronunciada en la Parroquia San Juan Bautista.
Cojutepeque, 29 de agosto de 2019.


1.     El núcleo histórico, que explica la causa política del asesinato de Juan el Bautista, aparece atestiguado en una fuente extra-bíblica, esto es, en Flavio Josefo, que al respecto argumenta:

«Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el Bautista […]. Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en  medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así como por estas sospechas de Herodes fue encarcelado y enviado a la fortaleza de Maquero, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto. Los judíos creían que en venganza de su muerte, fue derrotado el ejército de Herodes, queriendo Dios castigarlo»[1].

2.     Además, según los cuatro evangelios el movimiento cristiano inició con Juan el Bautista. Ninguno de los evangelios ha podido prescindir de la figura de Juan para narra la vida de Jesús.

3.     Ahora bien, el asesinato de Juan posibilita la conformación del círculo de discípulos de Jesús. Esto es lo que afirma el evangelio de Mateo, cuando narra el asesinato de Juan: Llegaron sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús (Mt 14,12).

3.1.         Recogieron el cadáver y lo sepultaron. Este fragmento nos remite a una de las tradiciones más importante del movimiento cristiano: la tutela del cadáver del que fue asesinado. Esta tradición la inauguraron las mujeres discípulas de Jesús, puesto que son ellas las que estaban pendientes del lugar donde lo colocaron. El texto dice: Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo (Lc 23,55). En particular, María Magdalena, solicita al hortelano que le entregue el cadáver de Jesús para llevárselo. Por supuesto, no sabía que el hortelano era Jesús mismo. Estas son sus palabras: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré (Jn 20,15). No es normal pedir el cadáver de alguien, a no ser que se trate de alguien importante para mí. El mismo interés encontramos también por el cadáver de Esteban, puesto que dice el texto que unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él (Hch 8,2).


3.2.         Y fueron a informar a Jesús. De inmediato surge la pregunta: ¿por qué tenían que informar a Jesús? Está claro que los discípulos de Juan asocian su discipulado con la persona de Jesús. Entienden que la doctrina de ambos líderes es muy parecida, lo mismo su estilo de vida.

4.     Jesús, una vez asesinado Juan, retoma su predicación. De entrada la muerte de su maestro le impacta. Dice el texto que, cuando supo de la muerte, se retiró en una barca, aparte, a un lugar solitario (Mt 14,13). La verdad es que Jesús ya era militante del movimiento impulsado por Juan el Bautista. Cuando Juan fue capturado, dice el texto que Jesús se retiró a Galilea e incluso vino a residir en Cafarnaúm junto al mar (4,12-13). Por tanto, cuando se dice que Jesús se desplazó de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él (3,13), no ha de entenderse este texto, en primera instancia, como fundamento del sacramento actual del bautismo, aunque de hecho sea presentado así, el bautismo de Jesús por manos de Juan, tiene que ver con la adhesión consciente por parte de Jesús al movimiento socio-religioso organizado por Juan el Bautista. Es tan íntima esta correlación que, no solo los discípulos se percatan, sino también los enemigos. De modo que cuando Herodes oye hablar de la actividad apostólica de Jesús, afirma, Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado (Mc 6,16). Así, el movimiento iniciado por Juan tiene dos centros de expansión: Jerusalén y Galilea. Se entiende que al morir Juan, se fortalece la parte galilea del movimiento. Y aunque al evangelista Juan le cueste aceptar el liderazgo de Juan el Bautista, reconoce que entre ellos compartían el grupo de sus discípulos. Cuando el evangelista Juan hace decir a Juan el Bautista que Jesús es el Cordero de Dios, a renglón seguido, afirma que dos (de sus) discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús (Jn 1,37).

5.     Por consiguiente, el detonante del movimiento cristiano fue el asesinato de Juan el Bautista y posteriormente, el asesinato de Jesús. En la visión lucana del movimiento, hay una correlación dinámica entre la muerte de Jesús y la evangelización; entre la muerte de sus discípulos y la expansión de la Buena Nueva. Así, el martirio es causa de la misión. Una síntesis de esto la encontramos en el texto de Lucas 16,16, cuando afirma: La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios. La misma comunidad lucana es la que afirma que se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén (Hch 8,1) y que los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra (Hch 8,4).

6.     Y en lo que toca a nosotros, tomemos muy en cuenta las palabras de la Carta a los Hebreos, cuando afirma: Fíjense en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcan faltos de ánimo. Ustedes se enfrentan con el mal, pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre (Hb 12,4). A tenor de estas palabras, nuestra Iglesia no solo tiene mártires, sino que es martirial en su estructura formal, en su esencia. Por tanto, toda actitud de acomodamiento y aburguesamiento de parte de sus miembros, contradice el origen del movimiento cristiano, es más, no es cristiano. En este sentido, son memorables las palabras de Monseñor Romero, cuando afirma:

"Aquí está un llamamiento, hermanos, que desde el obispo hasta el último fiel, pasando por sacerdotes y religiosas e instituciones católicas, está reclamando una revisión. Es un escándalo en nuestro ambiente que refleja la realidad descrita por Puebla, que haya personas o instituciones en la Iglesia que se despreocupan del pobre y que viven a gusto. Es necesario, pues, un esfuerzo de conversión" (1 de julio de 1979).

7.     La memoria de nuestros mártires, desde Abel en el Génesis, hasta el padre Ceclilio Pérez[2], en Sonsonate, no puede ser dejada en el olvido, y mucho menos traicionada, a la usanza de los escribas y fariseos hipócritas, según nos decían las lecturas que meditamos ayer: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!» (Mt 23,27-32). Es decir, sigan esa actitud maldita. El Salvador no cambiará su situación a partir de una devoción superficial y sentimental, sino a partir de una espiritualidad martirial consciente, valiente e incisiva en las cuestiones sociales. El talante, el estilo de vida y la doctrina de Juan el Bautista nos lo reclaman y el ejemplo de nuestros mártires nos inspiran. Por ejemplo, Monseñor Romero decía: " ¡Qué vergüenza para mí, pastor —y les pido perdón a mi comunidad—, cuando no haya podido desempeñar como servidor de ustedes mi papel de obispo! No soy un jefe, no soy un mandamás, no soy una autoridad que se impone. Quiero ser el servidor de Dios y de ustedes " (10 de septiembre de 1978).

8.     Conclusión. Terminemos de momento esta reflexión, tomando muy en cuenta la advertencia del libro del Apocalipsis, al decir que no está permitido sepultar sus cadáveres (11,9). Y porque nuestros mártires vencieron a la Bestia gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte (Ap 12,11), también nosotros, sacudamos la modorra y el adormecimiento que impone la lógica de este mundo y alcémonos intrépidos a la construcción del Reino de Dios, que soñaron Juan el Bautista y Jesús de Nazaret.  

Ahora podemos hacer la misma oración que encontramos en los Hechos de los Apóstoles, de cara a la amenaza política de la alianza entre Herodes, Poncio Pilato, las naciones y pueblos de Israel, contra nuestro Señor, pero esta vez orientada a todos nuestros hermanos que sufren, en modo particular los migrantes y los sectores empobrecidos:

Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús (4,29-30).

¡ Que así sea ¡ ¡Viva San Juan Bautista! ¡Vivan nuestros mártires ¡


[1] Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos, 18,5,2 [CLIE, Terrassa (Barcelona) 1988, vol. III, p. 240-241].
[2] Sacerdote de la Diócesis de Sonsonate, encontrado asesinado el 18 de mayo de 2019.

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