miércoles, 18 de septiembre de 2019

PRIMERA CATEQUESIS: LA MISIÓN DE DIOS EN EL CORAZÓN DEL HOMBRE (DOMUND 2019)


Papa Benedicto XV (1854-1922)


Por: Pbro. Juan Vicente Chopin.

1.      Motivación

Los frutos de la evangelización no son el resultado de la astucia del predicador, sino de la acción del Espíritu Santo, único protagonista de la misión. Esta es una tesis ampliamente sostenida tanto en la Biblia como en los documentos pontificios.

Por consiguiente, evangelizar no es un acto de presunción. En el sentido de presumir del hecho de ser evangelizador, por muy sagaces que seamos, o porque damos por supuesto que los resultados de la evangelización dependen de la intrepidez con que los hacemos.

Entonces evangelizar es un acto de humildad, por medio del cual reconozco que es Dios quien actúa en mi y que, en definitiva, los resultados de la evangelización están referidos siempre a él. Esto es posible porque Dios habita en nuestros corazones y suscita una dinámica existencial entre nuestra libertad y la propuesta de salvación expresada en el testimonio supremo de Jesús, el Misionero del Padre.

La misión es la respuesta libre al requerimiento de Dios en mi interior, en el entorno socio-cultural en que expreso mi acto de fe.

2.      La voz del Papa

En el siglo XX, el primer Pontífice que recalca esta primacía de la acción de Dios en la evangelización es Benedicto XV, cuando afirma en su Carta Apostólica Maximum Illud:

La propagación de la sabiduría cristiana, lo repetimos, es toda ella obra exclusiva de Dios; pues a sólo Dios pertenece el penetrar en el corazón para derramar allí sobre la inteligencia la luz de la ilustración divina y para enardecer la voluntad con los estímulos de las virtudes, a la vez que prestar al hombre las fuerzas sobrenaturales con las que pueda corresponder y efectuar lo que por la luz divina comprendió ser bueno y verdadero (n. 73).

De donde se deduce que si el Señor no auxilia con su gracia a su misionero, quedará éste condenado a la esterilidad. Sin embargo, no ha de dejar de trabajar con ahínco en lo comenzado, confiado en que la divina gracia estará siempre a merced de quien acuda a la oración (n. 74).

Este principio medular de la evangelización debe ser recalcado continuamente, por ello el Papa Juan Pablo II afirmaba categóricamente: El Espíritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misión eclesial; su obra resplandece de modo eminente en la misión ad gentes (Redemptoris Missio, n. 21).

También el Papa Francisco nos lo recuerda, al afirmar que la salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia, y que no hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande; de tal manera que el principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización (Evangelii Gaudium, n. 112).

3.      La misión compartida

El próximo 30 de noviembre estaremos celebrando los cien años de la publicación de la Carta Apostólica Maximum Illud, escrita por el Papa Benedicto XV. En ella en Pontífice busca animar a los fieles católicas a tomarse en serio su misión en el mundo, una misión que está directamente vinculada a la promoción de la verdad. De hecho en el n. 1 nos exhorta:

La grande y santísima misión confiada a sus discípulos por Nuestro Señor Jesucristo, al tiempo de su partida hacia el Padre, por aquellas palabras: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las naciones» (Mc 16,15), no había de limitarse ciertamente a la vida de los apóstoles, sino que se debía perpetuar en sus sucesores hasta el fin de los tiempos, mientras hubiera en la tierra hombres para salvar la verdad.

Por su parte, el Papa Francisco, en su mensaje del DOMUND 2019, nos advierte que nuestra filiación a Dios no es un acto individual, sino eclesial, y que es connatural al creyente buscar la salvación en comunidad. De modo que toda acción eclesial que busque la fama estéril o resultados numéricos bajo una acción proselitista, no está acorde con la voluntad salvadora de Dios:

Nuestra pertenencia filial a Dios no es un acto individual sino eclesial: la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de una vida nueva junto a tantos otros hermanos y hermanas. Y esta vida divina no es un producto para vender —nosotros no hacemos proselitismo— sino una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar; este es el sentido de la misión. Gratuitamente hemos recibido este don y gratuitamente lo compartimos (cf. Mt 10,8), sin excluir a nadie. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y a la experiencia de su misericordia, por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación (cf. 1 Tm 2,4; 3,15; Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 48).

Bajo estas premisas nos podemos preguntar:

ü  ¿Qué nos sugiere el texto de 1Corintios 3, 5-7?

ü  En nuestra comunidad ¿qué actitudes en los cristianos obstaculizan la acción del Espíritu Santo en el proceso evangelizador?

ü  ¿Qué acciones podemos realizar para superar esos obstáculos?

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