martes, 22 de octubre de 2019

GAUDETE ET EXSULTATE (Reseña)


Por: Héctor Aníbal Jacinto Recinos

Ficha técnica
FRANCISCO, Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate. Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual.
Editorial San Pablo, Bogotá, 2,018.
Colección: Documentos Eclesiales, n. 31.
128 páginas.
ISBN: 978-958-768-555-8.

Biografía del autor
Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) Buenos Aires, Argentina, 17 de diciembre de 1936. Jesuita, Se diplomó como técnico químico y eligió luego el camino del sacerdocio, entrando en el seminario diocesano de Villa Devoto. Completó los estudios de humanidades en Chile y en 1963 se licenció en filosofía en el Colegio San José, de San Miguel. Entre 1964 y 1965 fue profesor de literatura y psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe y en 1966 enseñó las mismas materias en el Colegio del Salvador en Buenos Aires. De 1967 a 1970 estudió teología en el Colegio San José y obtuvo la licenciatura. El 13 de diciembre de 1969 recibió la ordenación sacerdotal. El 31 de julio de 1973 fue elegido provincial de los jesuitas de Argentina. El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II le nombra obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio recibe en la catedral la ordenación episcopal. El 3 de junio de 1997 fue promovido como arzobispo coadjutor de Buenos Aires. El 28 de febrero de 1998, como arzobispo, primado de Argentina. En el Consistorio del 21 de febrero de 2001, Juan Pablo II le crea cardenal, miembro de las Congregaciones para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, para el clero, para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, del Consejo pontificio para la familia y de la Comisión pontificia para América Latina. Electo Sumo Pontífice el 13 de marzo del 2013. Ha escrito encíclicas (Lumen fidei, Laudato si’). Exhortaciones (Evangelii Gaudium, Amoris laetitia, Gaudete et exsultate, Christus vivit). Cartas (Misericordia et misera, Vida Consagrada). Constituciones (Episcopalis communio, Veritatis gaudium, Vultum Dei quaerere).

La tesis central del libro
La Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate es un llamado a la Santidad en el mundo actual. Aplica los conceptos «Alegraos y regocijaos» del evangelio de san Mateo (5, 12), esta cita tiene su origen en el Sermón de la Montaña o de las Bienaventuranzas.
El objetivo del Papa es hacer resonar una vez mas el llamado a la santidad, encarnarlo en el contexto actual (N. 2). Su objetivo con esta exhortación no es ofrecer un tratado sobre la santidad, sino descubrir el llamado a la santidad que el Señor hace a cada uno de nosotros (N. 10), allí donde cada uno se encuentra (N. 14), aprovechando las ocasiones que se presentan cada día para realizar las acciones ordinarias de manera extraordinaria (N. 17).

Articulación del libro
La Exhortación Apostólica consta de cinco capítulos y está constituido en 177 numerales de los cuales dos son introductorios.
En el primer capítulo, que consta de 20 numerales, titulado El Llamado a la santidad, el papa abre con el título “los santos que nos alientan y acompañan” y de aquí va reconociendo “una nube de testigos” (N. 3) que caminan hacia la meta, menciona que están los santos de la puerta de al lado y que son aquellos en donde se puede encontrar la santidad en su cotidianidad, en el pueblo de Dios paciente: los pobres, enfermos, religiosas ancianas…la santidad de la Iglesia militante, (N. 7) es el rostro mas bello de la Iglesia (N. 9).
El Señor sigue llamando a todos los fieles, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre (N. 10), dice el Papa: también para ti, allí donde cada uno se encuentra, solo se trata de: “vivir el momento presente colmándolo de amor” (N. 17), recuerda a la vez que la misión debe ser asumida en Cristo, pero que cada santo es una misión y esta adquiere un sentido pleno en cristo y solo desde ahí se entiende (N. 20).
En el segundo capítulo, que consta de 28 numerales, titulado Dos sutiles enemigos de la santidad, remarca la advertencia sobre “dos falsificaciones de la santidad” (N. 35), enumerando el gnosticismo y el pelagianismo; en el caso del pelagianismo supone una fe encerrada en el subjetivismo, el sujeto queda clausurado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos” (N. 36). Advierte que los gnósticos no miden la perfección de las personas por su grado de caridad, sino por la cantidad de datos y conocimientos que acumulen y declara algunos límites de la razón.
En el caso del pelagianismo actual, que ya no es la inteligencia la que ocupa el lugar del misterio y de la gracia, sino la voluntad, sugiere tener cuidado ante una voluntad sin humildad, no confiar de las propias fuerzas. Para ser perfectos necesitamos vivir humildemente en su presencia, envueltos en su gloria (N. 51), advierte que los nuevos pelagianos son los que se envuelven en su propia gloria y que se empeñan en seguir otros caminos: el de la justificación por las propias fuerzas (N. 57), lo que recomienda es cumplir con las virtudes teologales en donde debe reinar la caridad (N. 60).
En el tercer capítulo, que consta de 47 numerales, titulado A la luz del Maestro, invita a volver a las palabras de Jesús, quien explicó con toda sencillez qué es ser santo, que lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (Mt 5,3-12), en ellas se dibuja el rostro del Maestro (N 63); estas palabras van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade (N. 65).
El Papa invita a volver a escuchar a Jesús, el Maestro, que sus palabras golpeen, desafíen e interpelen, recordar siempre las distintas bienaventuranzas sobre el gran protocolo: “felices los misericordiosos” (N. 95), que es sobre el cual seremos juzgados, por tanto, ser santos no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse (N. 96).
En el cuarto capítulo, que consta de 48 numerales, titulado Algunas notas de la santidad en el mundo actual, aquí el Papa nos señala algunas notas o expresiones espirituales que no deben faltar para entender el estilo de vida al que el Señor nos llama (N. 110), invita a tener aguante, paciencia y mansedumbre; consiste en estar centrado, firme en torno a Dios, desde esa esa firmeza interior es posible aguantar, “no dejarse vencer por el mal” (N. 113).
No perder de vista que el santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor, ser cristiano es gozo en el Espíritu Santo (N. 122), en la Biblia se encuentran ejemplos en donde se anuncia la alegría, los profetas anunciaban una revelación de la alegría: “Gritad jubilosos” (Is 12, 6), así mismo María que canta: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador (Lc 1, 47), hasta el mismo Jesús se llena de alegría (Lc 10,21); no hay que descartar los momentos duros que nada pueden destruir la alegría, recordando que la santidad es parresía: es audacia, entusiasmo; sobre esto el Papa Pablo VI ya había advertido que uno de los obstáculos de la evangelización era la falta de fervor, la carencia de parresía (N. 130).
La parresía es sello del Espíritu y necesitamos el empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo (N. 133), recuerda a la vez que la santificación es un camino comunitario, de dos en dos (N. 141), la comunidad está llamada a crear ese espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado (N. 142), la comunidad es donde los miembros cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador (N. 145), donde la santidad se descubre también en la oración , “en la apertura habitual a la trascendencia” (N. 147).
En el quinto capítulo, que consta de 20 numerales, titulado Combate, vigilancia y discernimiento, aquí el Papa inicia diciendo que la vida cristiana es un combate permanente (N. 158), que este combate no se trata solo contra el mundo y la mentalidad humana, sino que es una lucha constante contra el diablo (N. 159). La existencia del diablo es real, no es un mito, el mismo Jesús nos dejó en el Padre Nuestro que pidiéramos al Padre que nos librara del Malo, “no pensemos que es un mito” (N. 161).
Hay que tomar en cuenta el discernimiento para saber si algo viene del Espíritu Santo o si su origen está en el espíritu del mundo o en el espíritu del diablo, por tanto, el hábito del discernimiento es necesario, es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor (N. 169). María es la santa entre los santos, ella nos enseña el camino de la santidad (N. 176).

Valoración crítica o impresiones personales
Esta exhortación es de fácil lectura y no requiere de complejas explicaciones, en esta breve guía se puede presentar de forma sencilla lo que es la santidad, se puede percibir el lenguaje del autor, él mismo va mostrando sobre todo su propio estilo, su propia reflexión como pastor de la Iglesia. En sus temas centrales es claro, identifica su objetivo al escribir y da pautas para que todo lector pueda comprender desde su propia sencillez, desde su ámbito donde se desenvuelve, lo que busca es que el lector descubra la santidad y se pregunte cómo llegar a ella, el mismo Papa quiere lanzar la Iglesia tras la santidad, y en este texto muy bien se define lo que es la santidad para Francisco.

Sugerencias de lectura
Se proponen algunas citas del texto:
“No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual. (N. 2).
 “Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio.” (N. 19)
“Muchas veces, en contra del impulso del Espíritu, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. Es quizás una forma sutil de pelagianismo.” (N. 58)
“Quien de verdad quiera dar gloria a Dios con su vida, quien realmente anhele santificarse para que su existencia glorifique al Santo, está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia.” (N. 107)

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