Dice Stephen Hawking que aprendió a leer a los ocho años. Cuando leí este dato, pensé en tantos niños que, por distintos motivos, aprenden “tarde” a leer. A partir de este dato, me interesó la vida del famoso físico teórico.
En todo caso, y como aliciente para tantos niños y jóvenes que se sienten frustrados en sus estudios, dice Hawking: «nunca estuve más que por encima de la media de la clase. (Era una clase muy brillante). Mi trabajo en el aula era muy desordenado, y mi caligrafía desesperaba a los profesores. Pero mis compañeros de clase me apodaron “Einstein”, así que supongo que vieron en mí señales de algo mejor» (p. 32). Por tanto, en el ámbito escolar, no siempre se destaca en todas las materias, sino en aquellas que más nos gustan. Se puede ser medianamente bueno en algo, pero brillante en otra cosa. Esto último es lo que se debe potenciar.
Pero Hawking nos proporciona un dato mucho más complejo y aleccionador: a él le detectaron una enfermedad degenerativa incurable. Él relata su caso: «Cuando uno se enfrenta a la posibilidad de una muerte temprana se da cuenta de que la vida vale la pena y de que quieres hacer muchas cosas» (p. 45). Sin embargo, reconoce que: «el hecho de saber que tenía una enfermedad incurable que probablemente me mataría en unos años supuso una buena sacudida. ¿Cómo podía pasarme algo así? (p. 56)... era difícil concentrarse cuando tal vez no fuera a vivir lo suficiente para terminar el doctorado. Me sentía como una especie de personaje trágico» (p. 57).
Efectivamente, la percepción de la vida cambia en proporción al estado de salud física y mental que uno tiene. Así, nos dice Hawking, que «antes de que me diagnosticaran la enfermedad me aburría mucho la vida, no me parecía que hubiera nada que valiera la pena hacer» (p. 57). Y, sin embargo, continúa el científico, «no morí. De hecho, aunque una nube se cernía sobre mi futuro, para mi sorpresa disfrutaba de la vida. Lo que de verdad fue definitivo fue que me prometí con una chica llamada Jane Wilde a quien conocí al mismo tiempo que me diagnosticaron ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Aquello me dio un motivo para vivir» (p. 58). Por tanto, no obstante su enfermedad y la incomodidad de su situación, Hawking luchó por seguir su vida con normalidad. Incluso se juntó con otra mujer.
Es muy probable que Hawking haya aplicado los principios del método científico a su propia vida. Él nos recuerda que «en la ciencia, a menudo la clave es encontrar la formula correcta de un problema para solucionarlo» (p. 126). Esto es importante, no solo en el mundo científico, sino también en la propia existencia: descubrir los problemas y buscarles solución.
Uno de los aspectos más revolucionarios en los que trabajó Hawking fueron los agujeros negros en el espacio. Según su opinión, «los agujeros negros se comportaban como si tuvieran una temperatura y una entropía proporcionales al área de su horizonte» (p. 135). Aunque uno no entienda los conceptos especializados, los físicos saben que una persona común y corriente los puede aplicar en su vida. Por ejemplo, hablando de entropía, siempre me ha llamado la atención el concepto de «exergía» aplicado a la vida cotidiana. Por «exergía» se entiende la energía máxima de un sistema que se puede transformar en trabajo útil. Cuántas personas desaprovechan este recurso en su vida, sin ni siquiera darse cuenta.
El otro factor que se desaprovecha muchísimo en la vida de las personas es el concepto de tiempo. Al respecto, todos deberíamos saber que el equilibrio y la explicación del universo pasa por la categoría tiempo. Dice Hawking: «sustituimos el tiempo ordinario por tiempo imaginario. Se llama “enfoque euclidiano” porque hace que el tiempo se convierta en una cuarta dirección del espacio» (pp. 135-136). Pero ello no vale solamente para explicar el universo. Es importante también saber que nuestro equilibrio existencial, al ser nosotros parte del universo, está determinado por el tiempo: real e imaginario.
La conclusión a la que llegó Hawking, con sus estudiantes y colegas, es la siguiente: «formulamos la propuesta de la ausencia de límites: que la condición de límite del universo es que está cerrado pero sin límite» (p. 139). En otras palabras, que «la condición de la ausencia de límites es la clave de la creación, la razón por la cual estamos aquí» (p. 140). Si nosotros aplicáramos este principio, comprenderíamos que estamos implicados en el «acto creador», no como dioses, pero siendo, en cierto modo, parte de Él. Y que las posibilidades de realización en nosotros están limitadas al universo en que vivimos, pero ese universo, respecto de nuestra vida, ofrece opciones inagotables.
En cuanto a su vida, también concluye lo siguiente: «cuando tenía veintiún años y me diagnosticaron ELA, sentí que era muy injusto. ¿Por qué tenía que pasarme a mí? En aquel momento pensé que mi vida había terminado y que jamás desarrollaría el potencial que sentía que tenía. Sin embargo, ahora, cincuenta años después, puedo estar satisfecho con mi vida. Me he casado dos veces y tengo tres preciosos hijos con talento. He tenido éxito en mi carrera científica... Mi discapacidad no ha sido un obstáculo serio en mi trabajo científico» (p. 143).
A todas las personas que en este momento se sienten inseguras o incapaces de salir adelante, él les dice: «he tenido una vida completa y satisfactoria. Creo que los discapacitados deberían concentrarse en las cosas que su discapacidad no les impide hacer y no lamentarse por las que no pueden hacer» (p. 146). El criterio es valioso: concentrarnos en lo que podemos hacer, no en aquello en lo que estamos imposibilitados.
Todos deberíamos intentar llegar al nivel de poder realizarnos en nuestra vida. Como lo pensó el profesor Stephen Hawking: «mi primer trabajo demostraba que la relatividad clásica general no funcionaba en las singularidades en el Big Bang y los agujeros negros. Mi trabajo posterior ha demostrado que la teoría cuántica puede predecir lo que ocurre la principio y al final del tiempo. Me la he pasado en grande estando vivo y dedicándome a la investigación en la física teórica. Soy feliz y he aportado algo a nuestra comprensión del universo» (p. 148).
Entonces, no te lamentes. Mejor intenta realizarte en la vida.
Referencia:
Stephen Hawking, Breve historia de mi vida. Crítica: México 2014.
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