Análisis del
discurso del Papa Francisco a los obispos de Centro América
en la Jornada
Mundial de la Juventud 2019
Por: Juan Vicente
Chopin Portillo[1]
1.
INTRODUCCIÓN
Uno de los méritos de la iglesia centroamericana y que el
Papa reconoce, es haber sido pioneros en el continente americano en la creación
de un organismo colegiado de comunión y participación eclesial. De hecho, su
discurso se enmarca en el aniversario n. 75 de la creación del Secretariado
Episcopal de América Central (CEDAC).
En el planteamiento introductorio de su discurso se
refiere a amigos suyos, presentes ese día, y cuyos apellidos en otro tiempo
eran «mala palabra», refiriéndose a los obispos que supieron estar al lado de
los pobres. Sin embargo, su atención se centró en la persona de Óscar Arnulfo
Romero, de quien afirma que «su vida y enseñanza son fuente de
inspiración para nuestras Iglesias y, de modo particular, para nosotros
obispos. El también fue mala palabra. Sospechado, excomulgado en los cuchicheos
privados de tantos obispos». En este sentido, una de las afirmaciones más
contundentes del discurso se centra en el carácter profético de las iglesias
centroamericanas, según sus palabras: «apelar a la figura de Romero es apelar a
la santidad y al carácter profético que vive en el ADN de vuestras Iglesias
particulares».
De
tal manera que todo el discurso se inspira en el ejemplo de martirio y santidad
dado por Oscar Arnulfo Romero y lo propone como modelo a los pastores
centroamericanos. Así, el discurso aborda los siguientes apartados: 1. Sentir con la Iglesia; 2. Un amor con sabor a pueblo; 3. Llevar en las entrañas la kénosis de Cristo.
Este apartado lo desglosa en tres sub-apartados: kénosis joven, sacerdotal y
pobre.
2.
CONTENIDOS
PRINCIPALES
Sentir con la Iglesia.
A partir del lema episcopal de Monseñor Romero (sentire cum ecclesia) de matriz jesuítica, resalta el sentido que
ese principio tiene en las reglas ignacianas y cuyo propósito es «ayudar
al ejercitante a superar cualquier tipo de falsas dicotomías o antagonismos que
reduzcan la vida del Espíritu a la habitual tentación de acomodar la Palabra de
Dios al propio interés». La frase
más contundente utilizada por el Papa es la que dice que [nosotros] «no
hemos inventado la Iglesia, ella no nace con nosotros y seguirá sin nosotros».
Entonces, sentir con la Iglesia
define la forma de relación que se da entre Monseñor Romero y la institución
eclesial a la que sirve. La ama tanto, que está dispuesto a entregar su vida
por ser fiel a ella. Su amor a la Iglesia es la forma visible de su amor a
Dios.
Un amor con sabor a pueblo. Según el Papa Francisco, «sentir
con la Iglesia es para Romero contemplarla como Pueblo de Dios». Ahora bien, la
noción de «pueblo» la toma de los documentos del Concilio Vaticano II y de lo
que se trata es de «aprender y escuchar los latidos de su pueblo… hasta
respirar y descubrir a través de él la voluntad de Dios… sin dicotomías o
falsos antagonismos». En realidad, la cuestión central aquí es ver a la Iglesia
como una realidad «kenónita», es decir, despojada de toda pretensión dominadora
y hegemónica; por ello afirma el Papa, retomando el pensamiento de Monseñor
Romero: «una Iglesia altanera, una Iglesia llena de orgullo, una Iglesia
autosuficiente, no es la Iglesia de la kénosis» (cf. S. Óscar Romero, Homilía,
1 octubre 1978).
Llevar en las entrañas la
kénosis de Cristo. En el apartado anterior el Papa,
siguiendo el magisterio de Monseñor Romero, habla de una «Iglesia de la
kénosis». En seguida explica las características que debe tener esa «Iglesia
kenótica» y habla de tres características: joven, sacerdotal y pobre.
En
la primera caracterización sostiene que la
kénosis de Cristo es joven. Esto lo dice por evidentes razones de contexto,
puesto que el discurso está enmarcado en la realización de la Jornada Mundial
de la Juventud. La principal afirmación en este punto es que «los jóvenes son
uno de los “lugares teológicos” en los que el Señor nos da a conocer algunas de
sus expectativas y desafíos para construir el mañana». Los jóvenes no deben ser
solamente un sector social al que atender, sino un medio preferido por Dios
para revelarse. Al mismo tiempo, los jóvenes «son como termómetro para saber
dónde estamos como comunidad y sociedad»; es decir, ellos ponen de manifiesto
el estado de salud de nuestras sociedades. Consciente el Papa del momento
cultural en que nos encontramos, considera que los jóvenes «en ciertos
aspectos, van por delante de los pastores» y son «como un tábano sobre el lomo
de un noble caballo», para que no se duerman los pastores. A partir de la etapa
de su vida, conviene orientar bien la libertad de los jóvenes, por ello exhorta
el Papa «a promover programas y centros educativos que sepan acompañar,
sostener y potenciar a sus jóvenes». Esto lo dice, porque a su juicio, la
sociedad ha abandonado a los jóvenes, «así nuestros jóvenes sin hogar, sin
familia, sin comunidad, sin pertenencia, quedan a la intemperie del primer
estafador». Una de las apuestas principales del Papa en esta parte es el
fortalecimiento de las raíces culturales de nuestros pueblos, resaltando la
«autoestima cultural» y advirtiendo que nuestros pueblos «no son el “patio
trasero” de la sociedad ni de nadie» y que «tienen una historia rica que ha de
ser asumida, valorada y alentada». Consciente de los altos índices de migración
en el área centroamericana, reafirma su propuesta de apertura al migrante a
partir de cuatro verbos fundamentales: «Acoger, proteger, promover e integrar a
los pueblos pueden ser los cuatro verbos con los que la Iglesia, en esta
situación migratoria, conjugue su maternidad en el hoy de la historia».
En segundo lugar, el
Papa dice que la kénosis de Cristo es
sacerdotal. Este sub-apartado el Papa lo inicia resaltando la amistad entre
Monseñor Romero y el sacerdote jesuita Rutilio Grande, asesinado el 12 de marzo
de 1977, poniendo de manifiesto que «Romero no era un administrador de recursos
humanos, no gestionaba personas ni organizaciones, Romero sentía con amor de
padre, amigo y hermano» y que por ello la muerte de su amigo le impactó en su
modo de ejercer su ministerio pastoral. Desde este ejemplo, aboga por un estilo
de obispo cercano a sus sacerdotes, hasta llegar a cuestiones muy concretas:
«¿Cuánto me afecta la vida de mis curas? ¿Cuánto soy capaz de dejarme impactar
por lo que viven, por llorar sus dolores, así como festejar y alegrarme con sus
alegrías?». Se trata de una forma empática de ejercer el ministerio episcopal,
más allá del funcionalismo y clericalismo eclesial. Dicho en modo concreto, «es
cuestión de impacto y capacidad de que nuestras agendas episcopales tengan
espacio para recibir, acompañar y sostener a nuestros curas». En última
instancia, dice el Papa, es una cuestión que tiene que ver con el ejercicio de
la compasión, que se traduce en tener «la capacidad de escuchar, la capacidad
de seguir la salud y vida de nuestros sacerdotes», donde se privilegia «la
confianza más que el miedo, la sinceridad más que la hipocresía, el intercambio
franco y respetuoso más que el monólogo disciplinador». Esta actitud de
compasión llega hasta dar la cara por los sacerdotes, cuando estos se
encuentran en dificultades, posibilitando así que los sacerdotes «perciban en el obispo a un hombre capaz de
sacarlos adelante y ser mano tendida cuando están empantanados».
Finalmente, el Papa sostiene
que la kénosis de Cristo es pobre. Para
el Papa Francisco, «sentir con la Iglesia es sentir con el pueblo fiel, el
pueblo sufriente y esperanzador de Dios». En su argumentación la pobreza es
presentada como «madre y muro». En cuanto madre «nos invita a la fecundidad, a
la generatividad, a la capacidad de donación que sería imposible en un corazón
avaro o que busca acumular. Y en cuanto muro «nos protege de una de las
tentaciones más sutiles que enfrentamos los consagrados, la mundanidad
espiritual». Se trata de que la Iglesia no confíe en otra fuerza que no sea la
cruz de Cristo: «Una Iglesia que no quiere que su fuerza esté —como decía Mons.
Romero— en el apoyo de los poderosos o de la política, sino que se desprende
con nobleza para caminar únicamente tomada de los brazos del crucificado, que
es su verdadera fortaleza». Ello implica que la Iglesia «no se deslice en
concesiones y compromisos que debilitan la libertad y la parresía a la que el Señor nos llama».
3.
ANÁLISIS
DE LOS CONTENIDOS
La
elección de Monseñor Romero por parte del Papa Francisco como modelo para el
episcopado centroamericano es una concreción de su deseo de construir una
iglesia de los pobres y para los pobres.
Así,
la caracterización que hace de eje transversal en su discurso es la Iglesia de la kénosis, en torno a la
cual gravitan las imágenes con ella relacionadas, esto es: «la Iglesia
profética», «la Iglesia de los mártires», «la Iglesia de los pobres» y «la Iglesia
pueblo de Dios».
Sentir con la Iglesia
Ningún
ser humano se comprende totalmente desde sí mismo. Siempre hay factores
externos que intervienen en su formación. En el caso de Monseñor Romero ha
influido ―por una parte― su formación académica en Roma, en la Universidad
Gregoriana y su residencia en el Colegio Pio Latinoamericano, ambas instituciones
administradas por los padres jesuitas. Por otra parte, el apoyo que recibió por
parte de los padres jesuitas de la UCA de San Salvador, cuando se desempeñó
como arzobispo de San Salvador. En tercer lugar, su amistad con el P. Rutilio
Grande, que vino a rubricar, por medio de su martirio, el carisma profético de
Monseñor Romero. En quinto lugar, el apoyo y admiración mostrados por el Papa
Francisco ―un pontífice jesuita y latinoamericano― que coloca la figura de
Monseñor Romero en el pináculo de la comunidad cristiana.
La
expresión sentir con la Iglesia sitúa
al obispo mártir. Para Monseñor Romero, siguiendo la línea ignaciana, es
inconcebible separar el amor a Dios del amor a la Iglesia, una y la otra cosa
se reclaman. Se da, entonces, una re-ubicación o una justa colocación de la
función del obispo en el plan salvífico de Dios. La primacía es de Dios y de su
forma sacramental en la historia, y el obispo está en función de esa primacía.
Así se comprende mejor su afirmación: «no
hemos inventado la Iglesia, ella no nace con nosotros y seguirá sin nosotros».
Un
amor con sabor a pueblo
Aquí
el punto central es la constatación de que Monseñor Romero es el primer obispo
mártir del Concilio Vaticano II. Un fruto excelso de la renovación conciliar.
El Papa Francisco retoma la categoría de «pueblo», ampliamente sustentada en
los textos conciliares y en el magisterio eclesiástico latinoamericano. La
Iglesia es el pueblo de Dios que camina
en la historia. Según el Papa Francisco, Monseñor Romero ha sabido escuchar al
pueblo y ello lo ha logrado porque, al igual que Jesús, ha realizado un acto
kenónito al escuchar y vibrar con las palpitaciones del pueblo. Se hace evidente
la teología del pueblo del Papa Francisco[2] y
su adecuada realización en el ministerio pastoral de Monseñor Romero.
Encontramos
ecos también de una soteriología y una eclesiología históricas, en la línea
ellacuriana: «la historia de la salvación es salvación en la historia», cuyo
sujeto es la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo en la historia y pueblo
crucificado[3].
Llevar en las entrañas la kénosis de Cristo
La kénosis es vista
en una triple dimensión: joven, sacerdotal y pobre. El aporte principal de la primera caracterización es
presentar a los jóvenes como «lugar
teológico» (cf. Melchor Cano), lo cual da paso a mirar a los jóvenes no
solamente como meros destinatarios de la acción evangelizadora de la Iglesia,
sino como grupo social y eclesial en el que Dios se revela, es decir, por medio
del cual podemos leer cuál es la voluntad salvífica de Dios.
Las puntualizaciones
que hace de la kénosis sacerdotal van
orientadas en la línea de un episcopado que está más allá de su funcionalidad
ministerial y se ve más en una línea paterna, donde la compasión y la
comprensión tienen un puesto central. De tal modo que al exaltar la figura de
Monseñor Romero y proponerlo como modelo de pastor, se ponen en cuestión los
modos autoritarios y feudales de ejercer el episcopado. El Papa, estaría
proponiendo un modelo de pastor en Monseñor Romero, amén también del descrédito
que pesa sobre la casta sacerdotal debido a los delitos cometidos por algunos
de ellos.
La kénosis pobre aparece más evidente, en cuanto que
el Papa Francisco se inscribe en la corriente eclesial que privilegia la
expresión de la Iglesia como Iglesia de los pobres y para los pobres (Juan
XXIII, Pablo VI). Una Iglesia que toma distancia de los poderes hegemónicos y
de los «padrinos» cuyas ayudas a la Iglesia proceden del crimen organizado o de
negocios mal habidos en general. Se centra más en la línea testimonial y
martirial, que se coloca de la parte de los marginados y comparte su destino,
muchas veces hasta la muerte[4].
4.
CONCLUSIÓN
El discurso del Papa Francisco a los obispos
centroamericanos, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud (2019),
sienta las bases para la recreación de la Iglesia en América Central. Se
presenta una Iglesia profética y martirial, aspectos que no son un supuesto o
un proyecto, sino un hecho histórico eclesial que fundamenta el estado actual
de las comunidades cristianas. Al interno de este escenario eclesial recreativo
o genético, los pastores deben renunciar al modelo dominador y prepotente,
optando por el servicio y la compasión, en el modo como aparecen en la persona
de Monseñor Romero. Una nota indispensable en la nueva expresión de la Iglesia
centroamericana es saber escuchar el clamor del pueblo y, al interno de este
pueblo, poner atención a los jóvenes y a los pobres; pero no solo por razones
sociológicas, en cuanto estos conglomerados sociales constituyen la mayoría de
la población del sub-continente, sino por razones teológicas, puesto que en
ellos se revela Dios en modo privilegiado. Una nueva primavera misionera es
posible en América Central, en tanto en cuanto asumamos el reto planteado por
el Papa Francisco en su discurso, sumándonos a la Iglesia profética, pobre y kenótica,
inspirada en la sangre de los mártires.
[1] Doctor en teología por la
Pontificia Universidad Urbaniana de Roma. Director del Programa de Doctorado en
Teología de la Universidad Don Bosco de El Salvador. Docente en el Seminario
Mayor “Monseñor Romero” (California, Usulután, El Salvador).
[2] Cfr. J. C. Scannone, La teología del pueblo. Raíces teológicas del Papa Francisco, Sal
Terrae, Santander 2017.
[3] Cfr. I. Ellacuría, Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Para anunciarlo y realizarlo
en la historia, Sal Terrae, Santander 1984.
[4] Cfr. J. V. Chopin, Teología del martirio cristiano. Implicaciones socio-eclesiales, Fundacultura,
San Salvador 2017.
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