lunes, 13 de junio de 2022

LUIS COTO, “EPISCOPUS IN PECTORE CLERICI ET POPULI”


Por: Juan Vicente Chopin. 

El sacerdote Luis Coto fue un obispo «de facto», es decir, un obispo en el corazón del clero y del pueblo. En otras palabras, si Coto (así le llamábamos) hubiera vivido entre el primero y el cuarto siglo, probablemente habría sido electo obispo por aclamación popular. ¡Qué lástima que dicha tradición se haya deformado tanto !
Al padre Luis Coto lo conocí en San Esteban Catarina, San Vicente; en el marco de la conmemoración del martirio del padre Alirio Napoleón Macías. Era un 4 de agosto, fecha de la conmemoración. Ambos habíamos oído hablar del otro, pero aún no nos encontrábamos personalmente. También ese día conocí a Rogelio Ponseele y a Tilo Sánchez. Supe, entonces, de la “generación comprometida” de la Iglesia Católica salvadoreña. Yo había pasado un largo período de mi vida estudiando en Roma y volvía con todo el deseo de aplicar lo aprendido. Alguien me pidió que predicara para Macías y su pueblo. Así lo hice. Nos unió la sangre de un mártir y resulta que yo no creo en el azar, sino en la Divina Providencia. Así tenía que ser. Desde entonces mi aprecio por Coto comenzó a crecer.
Luisito, como solía llamarlo, era un hombre polifacético. Su conformación familiar resulta interesante, con raíces en Chalatenango, San Miguel y San Salvador. Por sus estudios doctorales en Bélgica, hablaba muy bien el francés. Hablaba también inglés, por sus estudios de máster en Estados Unidos. Dominaba también la lengua italiana.
Alguna vez bromeando le dije: «Luis, tú has somatizado tu seriedad. Tu no volteas a ver a la gente girando tu cabeza, Tú te giras todo completo». Coto era un bloque de granito moral e intelectual, inamovible, impertérrito.
Además de nuestro aprecio por el legado martirial, con Coto compartíamos la misma fecha de ordenación sacerdotal, es decir, el 20 de diciembre. Este año estaría cumpliendo 42 años de vida sacerdotal. De hecho, con el padre Edy Platero ya lo habíamos invitado para el 10 de diciembre, para celebrar juntos nuestros aniversarios sacerdotales. Lamento tanto que no esté en mis 25 años de sacerdote y en los 30 del padre Edy. Bueno, en todo caso nos reta el poner en práctica su testimonio pastoral.
Cuando el padre Coto dice que fue «adoptado» por Monseñor Graziano, el tercer obispo de San Miguel, el sentido de su vida cobra fuerza en el plano vocacional y existencial. Si Coto había nacido en 1949, para 1968, tenía 19 años. Es una edad apta para tomar decisiones importantes. Además, su talante de pastor-padre tiene raíces profundas. La muerte de su madre, Antonia Flores, cuando el tenía seis meses de nacido, lo marca definitivamente. Proyecta así, en su personalidad, la maternidad perdida en la infancia y la paternidad del aprecio de Graziano, hasta el día en que lo ordena sacerdote, el 20 de diciembre de 1980, según la promesa hecha por el obispo. Así, no es tan difícil comprender el aprecio de Coto por las religiosas. Las hermanas josefinas lo cuidan en el período más difícil, cuando siente el vacío del calor materno. Y una religiosa agustina lo cuida hasta que exhaló el último suspiro.
No obstante, Coto pasa de la maternidad biológica a la maternidad eclesial, cuando afirma: «las comunidades de Zacamil me adoptaron como uno de sus miembros e hijos. Lo que soy, es gracias a ellos y a ellas». Recalca: «me adoptaron» y sentencia: «lo que soy, es gracias a ellos y a ellas». En esta última frase, Luis está modelado en esencia y existencia. Por eso ahora comprendo mejor el contenido de su tesis doctoral, defendida en la Universidad Católica de Lovaina, bajo el título: «El laicado y la cuestión social en América Central (1970-1992)», en la que preconiza la importancia de empoderar a los laicos en la Iglesia, más allá de la clericalización de los mismos. Y propone la necesidad de organizarlos en pequeñas comunidades, en comunidades de base, en eclesiolas, donde el sacerdote no es el que manda, sino el que sirve. Es importante encontrar y publicar esa tesis.
Coto dice que Monseñor Romero es uno de sus «padres en la fe». Me gusta que diga eso, porque ya no habla de adopción. Inicia su paso de la adopción a la paternidad; responsable, por cierto. Destacan en ese proceso Monseñor Rivera Damas, de quien a su pesar reconoce Luis: «tenía sus dudas para conmigo por mi “pensamiento de izquierda”». Menciona también al padre Fabián Amaya y le hace un halago, de esos poco frecuentes en Luis: «hice camino con un gran pastoralista, de esos que ahora no tenemos para nada en la Arquidiócesis». A Coto se le puede comprender a partir de su relación pastoral con Monseñor Arturo Rivera Damas. He notado una profunda simbiosis entre ambos. Sostengo que Coto forma parte de esa rica tradición pastoral que inicia con Monseñor Chávez y González, tiene su plenitud en Monseñor Romero y su continuidad en Monseñor Arturo Rivera Damas. ¡No se diga más!
No hay madurez sin sufrimiento. El padre Luis confiesa que los años que vivió como formador y rector del seminario son «los de máxima realización y felicidad como presbítero a pesar de las pruebas e incomprensiones que pude experimentar». El presupuesto de su primera infancia en un internado se hizo tangible en su rectorado. Él siente la responsabilidad de educar bien a sus seminaristas. Y pude haber dicho a sus «hijos adoptivos». Pero no quiero manchar la transparencia de sus palabras con la pobreza semántica de las mías: «Hacer camino con tantos jóvenes ha sido una bendición para mí. Y ha sido de lo mejor que me ha podido pasar en mi vida sacerdotal. Sobre todo, comprender mejor lo que significa vivir en libertad y coherencia la vida sacerdotal». Reparemos en esas últimas palabras: «vivir en libertad y coherencia la vida sacerdotal». Luis logró y sigue logrando eso. Coto ha vencido a los pervertidos que le produjeron esas pruebas e incomprensiones que antes ha mencionado. Ellos tienen la potestad eclesiástica y Coto la autoridad moral. Coto se ha consolidado como padre y pastor. De hecho, no vuelve a hablar más de adopción.
La noche oscura. La Iglesia camina entre el esplendor del Reino y la opacidad de la historia. Coto sentía que la zarza ardiente se le apagaba, que los resentimientos hacia la jerarquía salvadoreña le tancaban la respiración. Y acepta con honestidad: «en algún momento pensé seriamente dejar el ministerio sacerdotal». Pero, su paso por Lovaina, el encuentro con la gente y el consejo de los amigos, le liberaron del complejo anti-jerárquico. En la forma final de su reflexión dice, refiriéndose a esos amigos: «Me ayudaron mucho a sanar y darme cuenta de que el proyecto de Dios vale la pena y por el cual hay que sufrir mucho. Mons. Ricardo Urioste y José Ángel Renderos me ayudaron mucho. Grandes amigos y hermanos».
En alguna parte había leído una frase de San Romero, que yo quería dedicársela al entrañable Luis Coto, pero no la recordaba. Hice un esfuerzo y la ubiqué en mi memoria. La frase está enmarcada en la homilía que San Romero le hace a su amigo Monseñor Valladares el día de su funeral. Romero dice ante el féretro de su amigo: «Amaba con rectitud, porque era sacerdote y caballero» (Chaparrastique, 02.09.1961). Y yo la refiero a Luis Coto.
La propuesta pastoral de Luis Coto sigue la estructura metodológica indicada por San Pablo VI: Primero, que «el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a problemas sociales y económicos». Refugiarse en el dogma es huir de las responsabilidades históricas. Segundo, «que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar». Y quien separa esos dos planos incurre en «esquizofrenia eclesiástica» y, en último término, en la protervia. Tercero, que solo el amor es creíble, y en efecto, «¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre?» (cfr. EN, n. 31).
Dicha propuesta se concreta en la concepción de Iglesia asumida por San Romero: «Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de todos los hombres» (Medellín, Juventud, n. 15a).
Tú no estás muerto, Luis Coto. Recuerda las palabras del poeta: «Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos» (Jaime Sabines: “Los Amorosos”). Te escribo esto al filo de la media noche, cuando los vivos y los muertos se confunden. «Pero, qué va. Los muertos están cada día más indóciles. Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más la mayoría» (Roque Dalton, “El descanso del guerrero”).
Reconozco que me hará mucha falta cenar contigo, dialogar, pero seguirán resonando en mi mente tus preguntas: «Entonces Chopin, ¿qué hacemos? ¿tiene futuro esta Iglesia? ¿qué tipo de futuro?». Y tus muchachos no podrán evadir tu pregunta: «¿cuál es tu método?».
Aquí anochece Coto. Amanece, para ti, hermano. Intercede por nosotros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En los años 1983/ 1987. Invitado por las religiosas Dominicas de la presentación . ( Colombianas ) fundadoras y responsables del equipo de Catequistas parroquial. y el señor párroco Eustaquio Martínez ...de nuestra parroquia Santa Cruz de Roma . S.salvador. a una jornada de formación de Catequistas ...estuvo con nosotros el padre Luis Alonso Coto , acompañado de un equipo de seminaristas en pastoral en nuestra parroquia. Padre Luis Alonso Coto Intercede por nosotros !!!

LA UNIVERSIDAD DONDE TRABAJO EN EL SALVADOR

LA UNIVERSIDAD DONDE ESTUDIE Y DONDE INICIE LA DOCENCIA

Seguidores