lunes, 2 de mayo de 2016

MONS. ROMERO, EVANGELIZADOR Y PADRE DE LOS POBRES



SEMINARIO MAYOR “MONS. ROMERO”
SIMPOSIO
Santiago de María, 16 y 17 de mayo de 2016
Por: Juan Vicente Chopin

TEMA: Mons. Romero, “Evangelizador y Padre de los Pobres”
(Martes, 17 de mayo 2016)
ESQUEMA FUNDAMENTAL PARA LA PONENCIA


1.      MARCO GENERAL. El marco general en que se inscribe el tema es el Decreto de beatificación, en el cual la figura de Mons. Romero es caracterizada de tres modos: (A) Pastor según el corazón de Cristo; (B) Evangelizador y Padre de los pobres; (C) Testigo heroico del Reino de Dios.
1.1. Tómese en cuenta que tal caracterización es la conformación que integra elementos del ministerio de Mons. Romero, en el ámbito local, y el modo como es visto en el proceso canónico, en las instancias vaticanas. Todo ello, en pro de la fe de los miembros de la Iglesia.
2.       ARTICULACIÓN DE LOS TÉRMINOS. En una definición como la que se ha hecho de Mons. Romero, las palabras tienen un peso específico.
2.1. EVANGELIZADOR. Remite a la esencia de la Iglesia, en cuanto principio de operaciones, a tenor de lo que dice AG, 2: “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza”. Cfr. EN, 14: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa”.
2.2. PADRE DE LOS POBRES. Esta descripción reclama una distinción y una hipótesis de trabajo.
2.2.1.      La paternidad de Mons. Romero respecto de los pobres, no puede ser del mismo nivel ontológico de la que aparece en la secuencia de Pentecostés referida al Espíritu Santo. La función de este último es fundante y posibilitante, respecto de la función pastoral de Mons. Romero, nunca igual. En cambio, sí encuentra cabal correlación con lo que dice un documento de la Doctrina Social de la Iglesia: “Y si el sacerdote, lo mismo el secular que el regular, tiene que administrar bienes temporales por razón de su oficio, recuerde que no sólo debe observar escrupulosamente todas las obligaciones de la caridad y de la justicia, sino que, además, debe mostrarse de manera especial como verdadero padre de los pobres” (Pío XI, Encíclica Divini Redemptoris, 19 de marzo de 1937).
2.2.2.      En términos reales, nos podemos preguntar si fue Mons. Romero que se vio a sí mismo como “padre los pobres” o fueron los pobres los que lo consideraron como tal. En todo caso pudo haber sido una cuestión concomitante. 
3.      DESARROLLO DEL TEMA. Dado que Mons. Romero es un obispo, esto obliga con mayor razón, a enfocar el tema desde una sede bíblica, doctrinal y pastoral, con el objeto de salir al paso de una reducción que se puede obrar interesadamente en su figura, esto es, el ser considerado con un líder sociológico del conglomerado de los pobres. Ahora bien, como la categoría “pobres” no se agota en la comprensión católica, entonces, como mínimo su legado tiene una fuerte impronta ecuménica. La caridad es patrimonio de toda la fe cristiana.
3.1.  FUNDAMENTACIÓN BÍBLICA. (A) Por lo que aparece en los Evangelios, Jesús procede de los márgenes de la Galilea y el “subió” a Jerusalén, la ciudad donde están las instancias de poder y donde fue asesinado. (B) En las Bienaventuranzas, las pobres aparecen como categoría indispensable para alcanzar el Reino de Dios. (C) Aunque Jesús fue ajusticiado como un criminal, tal muerte ha de verse como una estrategia de los poderes establecidos de su tiempo, para despojarlo de su condición de Profeta y Mesías. Jesús, por lo que parece, es muy  cercano a la tradición profética. En el caso Mons. Romero, hay textos que arrojan gran luz sobre su figura, como los siguientes: Texto n. 1: “Desde ahora les voy a enviar profetas, sabios y maestros, pero ustedes los degollarán y crucificarán, y a otros los azotarán en las sinagogas o los perseguirán de una ciudad a otra. Al final recaerá sobre ustedes toda la sangre inocente que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes mataron ante el altar, dentro del Templo. En verdad les digo: esta generación pagará por todo eso” (Mateo 23,34-36). Texto n. 2: “ ¡Jerusalén, Jerusalén qué bien matas a los profetas y apedreas a los que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y tú no has querido! Por eso se van a quedar ustedes con su templo vacío. Y les digo que ya no me volverán a ver hasta que digan: ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!” (Mateo 23,37-39). Texto n. 3: Jesucristo, “el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos” (Apocalipsis 1,5).
3.2. FUNDAMENTACIÓN DOCTRINAL. Mons. Romero es un santo contemporáneo. Su ministerio episcopal está inscrito en lo más específico del Concilio Vaticano II. Ostenta un antropocentrismo escatológico de primer orden. Al respecto, es ineludible considerar por lo menos, los siguientes textos: Texto n. 1 (Antropocentrismo-sensibilidad moderna): “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS, n.1). Texto n. 2 (Despliegue eclesial): “Pero como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia es la llamada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación. Cristo Jesús, "existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo" (Fil., 2,69), y por nosotros, "se hizo pobre, siendo rico" (2Cor., 8,9); así la Iglesia, aunque el cumplimiento de su misión exige recursos humanos, no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación incluso con su ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a "evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos" (Lc., 4,18), "para buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc., 19,10); de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo. Pues mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado (Hebr., 7,26), no conoció el pecado (2Cor., 5,21), sino que vino sólo a expiar los pecados del pueblo (cf. Hebr., 21,7), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación. La Iglesia, "va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que El venga (cf. 1 Cor., 11,26). Se vigoriza con la fuerza del Señor resucitado, para vencer con paciencia y con caridad sus propios sufrimientos y dificultades internas y externas, y descubre fielmente en el mundo el misterio de Cristo, aunque entre penumbras, hasta que al fin de los tiempos se descubra con todo esplendor” (LG, 8).     

4.      CONCLUSIÓN. (A) Macro contexto: decreto de beatificación. (B) Fundamentación bíblica: tradición profética; apocalíptica. (C) Doctrina: Concilio Vaticano II. (D) Perspectivas: teología ecuménica; eclesiología responsable. Mons. Romero, un santo contemporáneo.

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