Por: Juan Chopin.
El 25 de febrero de 2014, la Libreria Editrice Vaticana, de la Ciudad del Vaticano, presentó el libro de Gerhard MÜLLER, de título: Povera per i poveri. La missione della Chiesa. Un texto de 310 páginas (ISBN:
978-88-209-9276-7).
El autor de este libro es Gerhard
Ludwig Müller. Fue ordenado sacerdote por la diócesis de Maguncia (Alemania) el
11 de febrero de 1978. En 1986 fue llamado para asumir la cátedra de teología
dogmática en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich. Fue ordenado obispo el
24 de noviembre de 2002 y ejerció su episcopado por diez años en Ratisbona. El
2 de julio de 2012, Benedicto XVI lo nominó prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe y ha sido confirmado en ese cargo por el Papa Francisco,
además de haber sido constituido cardenal durante el consistorio del 22 de
febrero del año 2014. Por encargo de Benedicto XVI, Gerhard Müller es el
encargado de dar seguimiento a la publicación de la Opera omnia de Joseph Ratzinger.
El título de la obra en la traducción
castellana es Pobre para los pobres. La
misión de la Iglesia. La expresión «pobre para los pobres» es una frase que
recuerda el magisterio del Papa Juan XXIII, retomada por el Papa Francisco al
inicio de su pontificado y en sus escritos, por ejemplo en la Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, n. 198.
La edición de la obra, a cargo de
Pierluca Azzaro, consta de un prefacio del Papa Francisco y tres partes. En el
prefacio, Francisco utiliza un tono prudente respecto al reconocimiento de la
teología de la liberación, sin embargo se mantiene coherente en su condena de
la idolatría y consiguiente divinización del dinero: «el dinero y el poder
económico, de hecho, pueden ser un recurso que aleja al hombre del hombre,
confinándolo en un horizonte egocéntrico y egoísta» (Prefacio, pág. 6).
En la primera titulada La misión liberadora de la Iglesia, G. Müller
presenta el sentido de su escrito. Se refiere a su experiencia entre los pobres
de Perú y su amistad con representantes
de la teología de la liberación, en particular con Gustavo Gutiérrez, llegando
a afirmar que para él «la Iglesia pobre para los pobres tiene el rostro de
Gustavo Gutiérrez» (pág. 15). Menciona también a Josef Sayer y a Diego
Irarrázaval vinculados a seminarios sobre teología de la liberación en el
contexto peruano. El sentido de la Iglesia aquí se inspira en la narración del
samaritano, se asume la fuerza histórica de los pobres (G. Gutiérrez) y se
entiende como Iglesia para los otros, en la línea de la teología
bonhoefferiana, donde la historia es el escenario del ejercicio de la libertad.
También hay un intento de distinguir los presupuestos de la teología de la
liberación con los principios marxistas y el ejercicio del comunismo. El autor
busca justificar también cómo la teología de la liberación tiene vínculos con
la Doctrina Social de la Iglesia del magisterio pontificio oficial. Por
supuesto, se trata de minimizar el impacto que en su momento tuvieron las dos
instrucciones contra la teología de la liberación, es decir, Libertatis nuntius (1984) y Libertatis conscientia (1986), firmadas
en su momento por el entonces prefecto para la Congregación de la Fe, Joseph
Ratzinger.
La segunda parte trata acerca de la misión evangelizadora de la Iglesia, pero
más que sistematizar el tema de la misión, en cuanto actividad esencial de la
Iglesia, propone el sistema de correlaciones que, en un contexto eclesial, se
dan entre la fe, la esperanza y la caridad. En la concepción de G. Müller, la
fe no está desvinculada de la realidad del mundo, que es visto como «lugar de
epifanía» (pág. 96) y la voluntad del hombre como «lugar de revelación de los
significados» (Ibíd.). En la línea de
la teología de H.U. von Balthasar, la paradoja de lo eterno en el fragmento
posibilita el surgimiento de la fe, así la fe «reconoce la realidad del mundo
como un signo, como un fenómeno que remite a una profundidad a la cual está
anclado y de la cual depende en su raíz» (pág. 98). Esta fe se hace operativa
en la caridad (fides quae per caritatem
operatur) y adquiere una forma escatológica en la esperanza (fides, caritate et spe formata). Para
salir al paso de la crisis antropológica que vive el hombre contemporáneo, se
propone una vivencia de la fe que supone una necesaria dimensión eclesial (cfr.
pág. 118), vista como mundus
reconciliatus (San Agustín) y como mundus
reconciliams mundum (Pablo VI) (cfr. pág. 150). De modo que la fe en
perspectiva eclesial supone una doble tensión: la de descubrir cómo Dios ha
reconciliado consigo al humano que vive en la Iglesia y la tensión a reconocer
cómo esa reconciliación se ofrece también a las personas que viven a nuestro
lado (cfr. pág. 151). La recomendación es de poner en práctica los mecanismos
de participación que suponen tanto el sensus
fidei, como el sensus fidelium in
Ecclesia, es decir, el sentido de la fe y el sentido de los fieles en la Iglesia (cfr. pág. 165).
En la tercera parte —De América Latina a la Iglesia universal—
contiene dos artículos de Gustavo Gutiérrez y uno de Josef Sayer. El primer
artículo de G. Gutiérrez trata acerca de la opción preferencial por los pobres
en el documento de Aparecida y el
segundo presenta la espiritualidad del evento conciliar. El artículo de J.
Sayer se refiere a la pobreza como desafío para la fe. Mientras G. Gutiérrez se
mantiene en las líneas que caracterizan su teología al leer tanto Aparecida como el Concilio Vaticano II,
J. Sayer, en cambio, pone de manifiesto cómo el contexto de pobreza ha
permitido construir la amistad entre G. Gutiérrez y G. Müller.
Para un salvadoreño y para la
espiritualidad latinoamericana en general, llama la atención lo que dice J.
Sayer; en primer lugar, resalta el trabajo que desde tiempos de Mons. Rivera
Damas y Mons. Romero realiza la oficina de Tutela Legal a favor de los perseguidos (cfr. pp. 297-298)
y hace una afirmación de mucho interés acerca del conocimiento que G. Müller tiene
sobre el caso Romero:
«En el
momento en el que Müller, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de
la Fe, se implica en el proceso de beatificación de Oscar Romero, se puede
basar en el estudio intenso de los escritos y las homilías de Romero, como
también en el conocimiento del contexto social y político en que el arzobispo
Oscar Romero ha trabajado y vivido» (pág. 299).
Como valoración final, llama la
atención el interés que el actual prefecto para la Doctrina de la Fe pone en la
teología de la liberación, en el sentido de recuperar una corriente teológica
que ha sido relegada e incluso combatida.
Sobre todo es revelador y, en el mejor
de los casos, esperanzador que en este argumento tomen parte el Papa Francisco,
Gerhard Ludwig Müller, prefecto para la Doctrina de la Fe y Gustavo Gutiérrez,
máximo representante de la teología de la liberación. ¿Cuál será el resultado
de esta conjunción? La historia nos lo dirá.
1 comentario:
Gracias Padre por compartir tanta riqueza Teólogica que tenemos a nuestro alcance, espero algun día tener en mis manos un ejemplar de este interesante libro.
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