Por: Juan Vicente Chopin
1.
Presupuesto
La propuesta teologal de X. Zubiri ha hecho un importante
aporte al proceso de fundamentación teológica. No le llamamos a su aporte «teología
fundamental», porque el mismo X. Zubiri prefiere mantenerse del lado filosófico
de la argumentación, sin desmérito de su agudo esfuerzo por sustentar la
teología. Instalado en la modernidad, más por el lado de Martin Heidegger y del
Karl Rahner, logra hacer una propuesta original con el binomio religación-deidad,
en el acceso del hombre a Dios o lo que el autor denomina «el problema teologal
del hombre». En este sentido X. Zubiri se adhiere al giro antropológico que
supone la modernidad ilustrada.
En una de sus expresiones, el giro antropológico
remite a una de las tesis más osadas en la pluma de uno de los maestros de la
sospecha: F. Nietzsche. En este autor el giro moderno invita a ser fieles a
nuestra humanidad: «nosotros no queremos entrar en modo alguno en el reino de
los cielos: nos hemos hecho hombres y por eso queremos el reino de la tierra»[1]. Así, autores como G.
Vattimo pretenden asumir la modernidad y consideran que autores como F. Nietzsche
o M. Heidegger pueden estimular en cierto modo el discurso teológico o
religioso en general: «soy consciente de que, en una determinada interpretación
de su pensamiento, prefiero a Nietzsche y a Heidegger respecto a otras
propuestas filosóficas, con las que he entrado en contacto, porque encuentro
que sus tesis están también (y quizá sobre todo) en armonía con un sustrato
religioso»[2].
La tesis más occidental en el giro moderno y en la
sede más occidental y postcristiana es «la muerte de Dios». En el encuentro de
Zaratustra con el Papa jubilado se lee: «¿Qué sabe hoy todo el mundo?, preguntó
Zaratustra. ¿Acaso que no vive ya el viejo Dios en quien todo el mundo creyó en
otro tiempo?»[3].
En las formas envejecidas de la fe, pervertidas y delictivas encuentra su
muerte el Dios inventado e ideológico de los poderosos. Pero también encuentra
en esa crisis la posibilidad de renovarse.
X. Zubiri hace un intento muy importante para ir del
hombre a Dios, entendiendo por Dios ese problema existencial que el hombre,
hasta hoy no sabe dar respuesta. Como dice K. Rahner, el cristianismo puede
dejar de llorar a su Dios y quitarse el vestido de luto, porque no es el Dios
de la fe cristiana el que ha muerto, sino su reflejo, es decir, un ídolo que
provocaba la ilusión de estar con vida sin estarlo verdaderamente[4].
2.
Fundamentación
La religación en X. Zubiri especifica el
problema de Dios situado como momento estructural del hombre[5]. Es lo que se denomina dimensión
teologal[6].
Dicho problema puede ser resuelto de maneras distintas: positivamente (teísmo),
negativamente (ateísmo), o suspensivamente (agnosticismo)[7]. Pero no se puede obviar.
Se plantea a Dios como problema, precisamente porque el hombre actual se
caracteriza por negar que exista un verdadero problema de Dios.
X. Zubiri parte de la tesis de que «el hombre no sólo
tiene una idea de Dios, sino que necesita justificar la afirmación de su
realidad»[8]. Para explicar esto
propone tres pasos sucesivos:
1. Partir
de un análisis de la existencia humana. Al ser el hombre una
realidad estrictamente personal, «va tomando posición respecto de algo que sin
compromiso ulterior llamamos ultimidad»[9]. El carácter «de suyo» que
supone la persona la enfrenta al todo del mundo en modo «absoluto». Sus actos
son la actualización de este carácter absoluto de la realidad humana. A eso
llama Zubiri «ultimidad». Pero como esto no es opcional para el hombre,
entonces la ultimidad tiene carácter fundante. En suma:
«Este carácter fundante hace que el hombre en sus actos no sea sólo una
realidad actuante en una u otra forma, sino una realidad religada a la
ultimidad. Es el fenómeno de la religación»[10].
Por su parte, la deidad es una expresión de la ultimidad
en conexión directa con la religación. Cuando habla de deidad no
se refiere a Dios «como realidad en y por sí misma. Esto no lo sabemos aún -nos
dice-. Pero sí de un “carácter” según el cual se le muestra al hombre todo lo
real»[11]. Y explica un poco más:
«esta apertura a la deidad no es ni el
resultado de la conciencia moral, ni es un sentimiento, ni una experiencia
psicológica más, ni una estructura social, sino que, por el
contrario, esos cuatro aspectos son los que son sólo en y por la religación.
Esos cuatro aspectos son algo suscitado por la religación. La religación
no es, pues, un acto más del hombre, ni es el carácter de algunos actos
privilegiados suyos, sino el carácter que tiene todo acto por ser acto de una
realidad personal. La religación no tiene un “origen” sino un
“fundamento”»[12].
De momento, nos dice
Zubiri, no sabemos nada acerca de lo que es la deidad como carácter
último de lo real. Sabemos nada más que es un carácter. Vista así, la deidad
es un enigma (ainygma). «Y por serlo, la deidad fuerza a la
inteligencia a un estadio ulterior: a saber qué es la deidead»[13].
Por todas las razones
aducidas, este paso no es demostrativo, sino mostrativo.
2. Como
es un carácter de lo real, la inteligencia se ve forzada
por las cosas mismas a resolver ese “enigma”. Este segundo paso sí es demostrativo.
¿Qué es lo que pretende demostrar Zubiri? «Que el carácter de “deidad” se
halla inexorablemente fundado en algo que es realidad esencialmente existente y
distinta del mundo, distinta en el sentido de que es fundamento real de
él»[14]. Explica, entonces, que
la deidad nos remite a la “realidad-deidad”, llamándole incluso
“realidad divina”. Así, la deidad, en cuanto carácter de una realidad
última, se entiende como causa primera. Veamos cómo explica esta primariedad:
«Y esta primariedad es lo que llamamos divinidad. En cuanto tal, esa realidad
es causa primera no sólo de la realidad material, sino también de las
realidades humanas en cuanto dotadas de inteligencia y voluntad. En un sentido
eminente es, por tanto, una realidad inteligente y volente»[15]. Para poder fundar el
mundo como realidad, esta primariedad tiene que estar allende el mundo. En este
sentido, «la deidad no es sino el reflejo especular de esta su
transcendencia divina»[16].
Y, sin embargo, nos dice el autor, esto no
es suficiente para pode decir que hemos llegado a Dios. No se ha resuelto la
pregunta: «esa causa primera, ¿quién es?»[17]. Es el tercer paso del
problema.
3. Esta
realidad transcendente de la causa primera es una realidad inteligente y
volente. La clave de la primera definición es el carácter personal
de la realidad considerada: «es la realidad absolutamente absoluta. No se
pertenece más que a sí misma. En una palabra, es una realidad personal».
No depende ni siquiera de su naturaleza. Su carácter fundante va más allá del
determinismo natural; por tanto, tiene que estar vinculada a un acto libre.
Esto es: «la causa primera como realidad personal y libre: he
aquí ya a Dios»[18].
Ahora bien, como se sabe, toda causalidad
es formalmente extática; consiste en ir hacia fuera de ella misma, hacia el
efecto. Pero la causalidad de toda voluntad es determinación. En el hombre no
se trata de una determinación de pura voluntad, porque parte de un deseo y todo
deseo es anterior a la volición misma. Por tanto: «Sólo una pura voluntad sería
puro éxtasis. Este acto de éxtasis de pura volición es justamente lo que
constituye el amor en todos los órdenes: ágape a diferencia de eros.
El amor es la forma suprema de la causalidad. De ahí que, como fundamento
del mundo, Dios es causa primera como pura donación en amor»[19].
En resumen:
«[1] Deidad, [2] realidad
primera, [3] realidad personal y libre, esto es, [1] deidad, [2]
realidad divina, [3] Dios: he aquí los tres estadios en el
descubrimiento intelectivo de Dios. Cada uno de ellos se apoya en el anterior y
conduce por interna necesidad al siguiente. El primero de ellos no
demostrativo, sino simplemente mostrativo. Y es en él donde se
inscriben las demostraciones de los dos últimos pasos. Por eso es por lo que la
demostración no es la primera vía de acceso intelectual de Dios.
En esta marcha intelectual hacia Dios, el
hombre no obtiene ni puede obtener conceptos adecuados acerca de Dios, porque
el hombre obtiene sus conceptos solamente de las cosas»[20].
Al final, X. Zubiri hace una digresión
acerca de las vías de acceso a Dios. De momento, sostiene que las cosas no nos
dan conceptos representativos de Dios, pero permiten elegir diversas vías con
que situarnos en dirección hacia Él. Es importante, nos dice, saber
distinguir las vías posibles de las imposibles o «ab-errantes». Manteniendo el
sentido de su argumentación, él considera que el cristianismo es conforme a su
propuesta de explicación respecto de Dios. En fin, «sólo tenemos a Dios
habiendo entendido la deidad como carácter de la realidad divina, y
la realidad divina como carácter de la personalidad libre de Dios»[21].
3.
Desarrollo
El propósito de X. Zubiri no es dar una
demostración de la existencia de Dios o descalificar las demostraciones ya
existentes. Él no trata el tema de Dios en sí mismo, sino que problematiza esa
categoría. Por tanto, estamos ante una fundamentación racional (filosófica) de
un problema teologal: «voy a tratar no de Dios en sí mismo, sino de la
posibilidad filosófica del problema de Dios»[22]. El enunciado del
problema puede ser este: «No sabemos, por lo pronto, si Dios es ente; y
si lo es, no sabemos en qué medida. O mejor: sabemos que hay Dios, pero
no lo conocemos: tal es el problema teológico»[23]. Se da por supuesta la dimensión
teologal del hombre, entendiendo por tal «un momento constitutivo de la
realidad humana, un momento estructural de ella»[24].
El punto de partida del autor reza así:
«la existencia humana está arrojada entre las cosas, y en este
arrojamiento cobra ella el arrojo de existir»[25]. El ser humano, entonces,
existe. Esto da pie al proceso de la causalidad, que remite a una causa primera
o a la dinámica interna de la causalidad.
Para X. Zubiri existencia significa dos
cosas: primero, el modo como el hombre ex-iste, sistit extra causas, está
fuera de las causas, que aquí son las cosas. Esto lleva al autor
a afirmar que no habría demasiado inconveniente en decir que existir es trascender
y, en consecuencia, vivir. Segundo, significa el ser que el hombre ha
conquistado trascendiendo o viviendo. Entonces se afirma que el hombre no es
su vida, sino que vive para ser[26].
A manera de tesis afirma X. Zubiri:
«estamos obligados a existir porque, previamente, estamos religados a
lo que nos hace existir»[27]. Religación es el
vínculo ontológico del ser humano. En la religación nos hallamos
vinculados a algo que no es extrínseco, sino que, previamente, nos hace ser.
En una frase «la religación nos hace patente la fundamentalidad de
la existencia humana»[28]. Por tanto, «la
existencia humana no solamente está arrojada entre las cosas, sino religada
por su raíz»[29].
Es decir, «la religación o religión no es algo que simplemente se
tiene o no se tiene. El hombre no tiene religión, sino que, velis
nolis, consiste en religación o religión»[30]. Muy importante esta
tesis para poder fundamentar el argumento teológico. Lapidaria su frase: «la religación
es el supuesto ontológico de toda revelación»[31]. Para poder comprender
estos argumentos en modo sintético se requiere tener claridad de la distinción
que propone el autor entre naturaleza y persona: «la religación
no es una dimensión que pertenezca a la naturaleza del hombre, sino
a su persona, si se quiere a su naturaleza personalizada. La pura
naturaleza con el simple mecanismo de sus facultades anímicas y psicológicas no
es el sujeto formal de la religación. El sujeto formal de la religación
es la naturaleza personalizada»[32].
¿Cómo se relaciona la religación con
la deidad? A esta pregunta X. Zubiri responde diciendo que «el estar
religado nos descubre que “hay” lo que religa, lo que constituye la raíz
fundamental de la existencia»[33]. Eso que funda es a lo
que convencionalmente se le llama Dios. Pero Dios no nos resulta patente, sino
más bien la deidad. Dice, entonces: «la deidad es el título de un
ámbito que la razón tendrá que precisar justamente porque no sabe por simple
intuición lo que es, ni si tiene existencia efectiva como ente»[34]. La deidad es el
correlato de la religación; en la religación estamos
«fundados», y la deidad es «lo fundante» en cuanto tal. Así, para X.
Zubiri Dios es un ens fundamentale o fundamentante. Por ello, cuanto se
dice de Dios, incluso su propia negación (en el ateísmo), supone haberlo
descubierto antes en nuestra dimensión religada. Se puede afirmar, entonces,
que «la fundamentalidad de Dios “pertenece” al ser del hombre, no porque Dios
fundamentalmente forme parte de nuestro ser, sino porque constituye parte
formal de él el “ser fundamentado”, el ser religado»[35]. Sin embargo, hay
que agregar (aclarar) que el hombre no «va a Dios» como va a las cosas, o no se
abre a Dios como está abierto a las cosas, puesto que Dios no es cosa. En este
sentido: «al estar religado el hombre, no está con Dios, está más bien en
Dios. Tampoco va hacia Dios bosquejando algo que hacer con Él, sino
que está viniendo desde Dios, “teniendo que” hacer y hacerse. Por esto,
todo ulterior ir hacia Dios es un ser llevado por Él»[36]. Primero, estamos
religados; segundo, lo estamos constitutivamente.
Como problema, el problema de Dios es el
problema de la religación. Este no es un problema «opcional» u
«optativo», sino que es «un problema planteado ya en el hombre, por el
mero hecho de hallarse implantado en la existencia»[37]. Por eso el autor
considera que no tiene sentido necesitar un método para llegar a Dios,
en tanto estamos fundamentados en y por Él.
Referencias:
DOTOLO Carmelo, Un cristianesimo
possibile. Tra postmodernità e ricerca religiosa, Queriniana, Brescia 2007.
NIETZSCHE Friedrich, Así habló Zaratustra.
Un libro para todos y para nadie, Alianza, Madrid 1994.
VATTIMO Gianni, Creer que se cree, Paidós,
Buenos Aires 1996.
ZUBIRI Xavier, «El problema teologal del
hombre», en Universidad Pontificia Comillas, Teología
y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner en su 70 cumpleaños, Cristiandad,
Madrid 1975, 55-64.
ZUBIRI Xavier, El hombre y Dios, Alianza,
Madrid 1984, 20037.
ZUBIRI Xavier, El problema filosófico
de la historia de las religiones, Alianza, Madrid 1993.
ZUBIRI Xavier, El problema teologal del
hombre: cristianismo, Alianza, Madrid 1997.
ZUBIRI Xavier, Naturaleza, historia,
Dios, Alianza, Madrid 1944, 199911.
[1] NIETZSCHE
Friedrich, Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Alianza,
Madrid 1994, 419.
[2] VATTIMO
Gianni, Creer que se cree, Paidós, Buenos Aires 1996, 29.
[3] NIETZSCHE
Friedrich, Así habló Zaratustra, 349.
[4] Cfr. DOTOLO Carmelo, Un cristianesimo
possibile. Tra postmodernità e ricerca religiosa, Queriniana, Brescia 2007,
224-259.
[5] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, Alianza, Madrid 1944, 199911, 10.
[6] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 10.
[7] Cfr. ZUBIRI
Xavier, El hombre y Dios, Alianza, Madrid 20037, 11.
[8] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 410.
[9] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 410.
[10] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 411.
[11] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 411.
[12] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 411.
[13] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 411.
[14] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 412.
[15] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 412.
[16] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 412.
[17] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 413.
[18] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 413.
[19] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 413-414.
[20] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 414.
[21] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 415.
[22] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 419.
[23] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 442
[24] ZUBIRI Xavier,
«El problema teologal del hombre», en Universidad Pontificia Comillas, Teología
y mundo contemporáneo. Homenaje a K. Rahner en su 70 cumpleaños, Cristiandad,
Madrid 1975, 56.
[25] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 424.
[26] Cfr. ZUBIRI
Xavier, Naturaleza, historia, Dios, 424-425.
[27] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 428.
[28] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 429.
[29] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 429.
[30] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 430.
[31] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 430.
[32] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 430.
[33] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 431.
[34] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 431.
[35] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 432.
[36] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 433.
[37] ZUBIRI Xavier, Naturaleza,
historia, Dios, 433.
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