1.
EL ORIGEN
TEOLÓGICO DE LA MISIÓN. En sentido estricto, la misión es la entrada de Dios en
la historia, según lo que dice el Evangelio de San Juan: «Como el padre me
envió, también yo os envío» (Jn 20,21). Lo que hacemos en las parroquias y
comunidades cristianas en general y que llamamos «apostolado», «acción pastoral»,
«actividad misionera», etc., no tiene valor en sí mismo, sino en razón de su
origen. No es lo que hacemos, sino la razón o causa por la que lo hacemos. En
pocas palabras: «En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de
Dios» (Francisco, Evangelii Gaudium, n. 12).
2.
LA IGLESIA, SUJETO HISTÓRICO-ECLESIAL DE LA
MISIÓN. La existencia de la Iglesia se explica y justifica, entonces, desde la
misión, en tanto que «la identidad de la Iglesia es evangelizar» (Domund 2022).
El Papa Pablo VI así lo ve: «Evangelizar constituye, en efecto, la
dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe
para evangelizar» (Evangelii Nuntiandi, n. 14).
3.
LA
MISIÓN ES UNA SOLA, PERO DIVERSIFICADA Y CONTEXTUALIZADA. «Las diferencias en cuanto a la
actividad dentro de esta misión de la
Iglesia, nacen no de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las
diversas circunstancias en las que ésta se desarrolla. Se pueden distinguir tres situaciones» (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n. 33): 1) La
actividad pastoral que se realiza con los bautizados que
normalmente frecuentan la iglesia. Es la que se da entre un bautizado
practicante y otro bautizado practicante. 2) La nueva evangelización, es decir,
el proceso evangelizador orientado a los bautizados alejados. Se da entre un
bautizado practicante y un bautizado no practicante. 3) La misión ad gentes, es decir, la evangelización dirigida a las
personas no bautizadas. Es la que se da ente un bautizado practicante y un no
bautizado. Las tres son importantes, pero la que tiene prioridad es la tercera.
4.
MISIÓN
EN CLAVE SINODAL. La sinodalidad tiene que ver con el modo cómo se realiza la
misión. En este caso, Rutilio Grande es propuesto como modelo por el Papa
Francisco: «En estos momentos en los que estamos llamados a reflexionar sobre
la sinodalidad de la Iglesia, tenemos en estos mártires el mejor ejemplo de
este «caminar juntos», pues el padre Grande fue martirizado mientras “caminaba
hacia su pueblo”. Eso es lo que cada uno de ustedes, obispos, sacerdotes y
agentes pastorales, piden hoy al Señor, ser como ese “sacerdote —Rutilio— con
sus campesinos —los beatos Manuel y Nelson—, siempre de camino hacia su pueblo para
identificarse con ellos, para vivir con ellos”» (Francisco, Mensaje a los
peregrinos salvadoreños, 14.10.2022).
5.
MARTIRIO
Y MISIÓN. En este binomio la prioridad la tiene la misión, aunque didáctica y
literariamente suene mejor como está escrita. La misión es primero porque Dios
se comunica primero por medio del proceso de la creación y culmina con el
proceso de la redención (encarnación, pasión, muerte y resurrección). El
martirio es el quicio o la «bisagra» que propicia el encuentro entre la
libertad de Dios y la libertad del hombre. En este encuentro fecundo el
concepto clave e ineludible es «testimonio», magníficamente estructurado entre Lucas
y Juan. Lucas lo presenta así: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que
vendrá sobre vosotros, y seréis mis TESTIGOS en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hechos 1,8). En Juan se expresa así:
«Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de
la verdad, que procede, él dará TESTIMONIO de mí. Pero también vosotros daréis TESTIMONIO,
porque estáis conmigo desde el principio» (Juan 15,26-27). Si las palabras «testigo»
y «testimonio» las escribiéramos en su lengua original, en griego, entonces
diría «mártir» y «martirio». Así se explica que el Apocalipsis llame a Jesús «el
MÁRTIR fiel, el primogénito de entre los muertos» (Apocalipsis 1,5).
CONCLUSIÓN. Si bien
el Papa compara a los mártires con piedras preciosas ―rubíes―, en el proceso de
construcción de la Iglesia en fidelidad a Cristo, «piedra viva» (cfr. 1Pe 2,4-5).
También es cierto, que quien utiliza a los mártires para exaltarse a sí mismo,
hace de ellos para su propia ruina «piedra de tropiezo y roca de escándalo»,
porque «no creen en la Palabra» (1Pe 2,8). Pero, los verdaderos discípulos no
olvidan la recomendación de Jesús: «No deis a los perros lo que es santo, ni
echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus
patas, y después, volviéndose, os despedacen» (Mateo 7,6). La misión, vista
desde los discípulos, consiste en abrirle un espacio en la historia a la acción
de Dios en el Espíritu, bajo el ejemplo de Jesucristo.
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