jueves, 22 de enero de 2009

Ya se acerca el 29 aniversario del martirio de Mons. Romero


Juan CHOPIN
Los del blog TEHUACÁN nos proponen un texto interesante, escrito por le abogado Alejandro Cubías, sobre un "pequeño lapsus" del nuevo arzobispo de San Salvador (El Salvador), que ante la pregunta de un entrevistador si seguiría los pasos proféticos de Romero, respondió que "cada obispo tiene su propio estilo", reduciendo a "estilo" un aspecto esencial del evangelio: el amor a los pobres. Les propongo el texto.
Por: Alejandro CUBÍAS
No existe alternativa, es imposible ser un buen obispo y querer ignorar el testimonio de monseñor Romero, su martirio no es ni accidental ni fortuito, su muerte testifica una vida entregada al evangelio, es un ejemplo del pastor que sigue los pasos de Jesús de Nazaret, el Crucificado-Resucitado.
No es válida, por cobarde e hipócrita, la excusa que cada obispo tiene su propio estilo; el modelo que nos corresponde seguir a los cristianos es único y no tiene alternativas, no valen las medias tintas, Jesús de Nazaret nos enseñó la misión del pastor: anunciar el Reino de Dios, luchar contra las manifestaciones históricas del anti-reino y ser solidario con los pobres y marginados de esta tierra. Esta misión no sólo se predica, se vive y se muere por ella. Por eso crucificaron a Jesús de Nazaret, por eso asesinaron al obispo Romero. No es posible anunciar el reinado de Dios si se tolera, se minimiza, o peor aún, se santifican las estructuras que defienden los intereses de los poderosos, de los que detentan el poder económico y de los que se aprovechan del gobierno para enriquecerse y aplastar a sus hermanos. No se debe profanar el servicio episcopal para criticar tímidamente al sistema, no valen los diplomáticos llamados de atención para esperar alguna respuesta, también diplomática, por parte de quienes gobiernan. Al pastor le corresponde denunciar proféticamente la injusticia, la opresión y la corrupción que se esconde en las estructura del poder político y económico. El reinado de Dios es hacer su voluntad, es el amor que se concretiza en la justicia. No predicamos una doctrina, no somos fonógrafos de dogmas ni cruzados de trasnochadas campañas apologéticas, somos testigos de Jesús de Nazaret el Crucificado-Resucitado, el Hijo de Dios solidario de la humanidad, víctima de la religión y de la política, el profeta escatológico que denunció con su palabra, su vida y su muerte la injusticia de quienes oprimían y marginaban en nombre de Dios. Para luchar contra el anti-reino, el poder de Satanás, se requiere el coraje para no postrarse de hinojos ante los poderes de este mundo, se necesita valentía para no rendirse servilmente a los piadosos que con limosnas compran indulgencias y hace falta fe para no bendecir estructuras que se lucran del sudor y la sangre de los explotados. El anti-reino está en todas las condiciones que desfiguran, deshumanizan y someten a los más débiles; los que se mantienen en el poder esparciendo mentiras y miedo, besan báculos y compran el incienso para perfumar su adormecida conciencia. Contra este poder, que margina y excluye, luchó Jesús de Nazaret: liberó a los posesos, les devolvió la dignidad robada, los reinsertó en la sociedad y en la religión que los expulsó. El pastor no puede ser un diplomático ni un adorno de las ceremonias gubernamentales, su misión no está en el protocolo ni tiene una cátedra para excomulgar y satanizar a quienes se atreven a cuestionar el sistema o a la jerarquía eclesial, su puesto está en el lugar que ocupó Jesús de Nazaret, el puesto que asumió el obispo Romero, al lado de los pobres, de los humildes, los marginados... Con ellos, no para predicarles resignación ni ofrecerles limosnas y falsos paternalismos; como Jesús de Nazaret, con una opción preferencial por los pobres, dispuesto a gritar, vivir, luchar y morir para defender sus derechos, para ofrecer la liberación que inició el Crucificado-Resucitado. El amor a los pobres no consiste en conmover a los ricos y poderosos para que les arrojen algunas migajas de sus podridas sobras, amor a los pobres es ser solidario con la lucha por la justicia y la dignidad.No se trata de estilos de ser obispo, sólo hay un modelo de pastor, se debe seguir a Jesús de Nazaret, el Crucificado-resucitado, al que con humildad y valentía siguió monseñor Oscar Arnulfo Romero.
El texto original en:

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