El
25 de febrero de 2013, Antonio Saca oficializó su candidatura a la presidencia
de El Salvador para el período 2014-2019. En su discurso de lanzamiento de
candidatura dijo, entre otras cosas, que de ganar las elecciones gobernaría
«con la Constitución y con la Biblia». Al respecto de esa frase propongo las
siguientes reflexiones.
En
mi condición de ciudadano salvadoreño me parece normal —y eso espero— que un
presidente gobierne su país apegándose a la Constitución de la República. Pero,
en mi condición de especialista de la teología, oír decir a un candidato a la
presidencia —que no es especialista en Biblia— que gobernará también con la
Biblia, lo que me produce es incertidumbre.
Me
produce incertidumbre porque, si no es un especialista en Biblia, lo más
probable es que no sepa gobernar según ella. Ahora bien, ¿por qué Antonio Saca
hace tal afirmación? ¿Qué propósitos persigue al equiparar la Ley humana con la
Ley divina? Aquí le asalta a uno una cuestión fundamental: Saca, ¿quiere ser
presidente o pastor mayor de la República? Como sea, ambas cosas son rentables.
Lo
que sucede es que, de nuevo, los candidatos a la presidencia recurren a la manipulación del sentimiento religioso
del pueblo salvadoreño. Su razonamiento es lógico: dado que no tengo las
competencias requeridas para gobernar en modo laico, apegándome a la
Constitución, entonces busco refugio en la religión. Con lo cual ya nos pone al
tanto, por enésima vez, de su verbo exuberante y de las limitaciones de su
formación política.
Otro
refugio favorito de los candidatos superficiales es el recurso al
sentimentalismo, lo que yo defino como amabilidad inútil. Una de las afirmaciones
de Antonio Saca reza: «los mejores sociólogos son nuestros abuelitos», a
sabiendas de que este tipo de frase gusta al hombre común, poco acostumbrado al
razonamiento lógico. De este modo bien podemos decir, a falta de racionalidad,
abramos nuestros corazones al sentimiento. Y de nuevo nos advierte: dado que no
puedo gobernar bajo el principio de racionalidad y legalidad, entonces recurro
al sentimentalismo.
La
verdad es que Antonio Saca, al decir esas cosas, no tiene en mente a la clase
pobre que ha adquirido conciencia de ser clase explotada, tampoco a la clase
media trabajadora y mucho menos a sus amigos y enemigos de la clase acomodada.
Tiene en mente a los millones de personas empobrecidas de este país, quienes
podrían determinar el voto, y a quienes se les presenta primero como redentor
antes que como presidente. Reconózcasele a Antonio Saca el mérito de haber
identificado, con pericia de negociante palestino, que a las bases populares se
llega por los medios de comunicación social, por la religión y por la escuela.
Para el caso de Saca, en el orden que lo hemos escrito. Pero, hoy más que
nunca, la clase media tiene claro que la manipulación de las conciencias
privilegia esos tres vectores y sumado a ello cuenta también con el
desconcierto que le ha producido la timidez del cambio prometido por la izquierda.
¿Qué
significa para una persona honrada gobernar con la Biblia? De momento y como
cosa prioritaria, significa promover la vida, a tenor de lo que dice el texto
del Evangelio de Juan 10,10: «El
ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia». Por
consiguiente, la promoción de la vida no se limita a evitar la muerte y menos a
aplicarle «mano dura» a quien está acostumbrado a ella. Eso es como intentar
apagar un fuego, esparciendo gasolina.
Sostengo
que el origen del mal no está en los malos, sino en las condiciones que
posibilitan su accionar, es decir, en la mediocridad vista como falta de
sistematicidad, en la superficialidad que se refugia en el sentimiento y en la ligereza de la palabra que ofusca la
racionalidad. No se equivocaba X. Zubiri —el maestro de I. Ellacuría— al decir
que la condición para ver no son los ojos, sino la luz. El mal actúa cuando se
le conceden los espacios para hacerlo.
Gobernar
con la Biblia significa también atenerse al precepto de «no robar» (Éxodo 20,15). Es más, en el caso de que
se acepte que se ha robado, bíblicamente lo normal sería restituir cuatro veces
más de lo robado, como hizo —el también bajito de estatura— Zaqueo (cfr. Lucas 19,1-10); quien tuvo que
encaramarse en un árbol de sicómoro para ver cara a cara a Jesús, y, habiéndolo
visto, se redimió afirmando: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres;
y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Pero, para los
manipuladores de las conciencias estas palabras suenan como dichas para «niños
de un planeta extraño», herederos del «semos malos», de Salarrué, que ya
conocemos.
Por
tanto, afirmar que se gobernará según la Biblia sin haberlo hecho en el pasado
y sin tener la menor intención de hacerlo en el futuro, es mentir. Y la mentira
también es prohibida por la Biblia (cfr. Éxodo
20,16).
Lo
que está pasando en El Salvador es que no se asume con seriedad la laicidad del
Estado. Desde siempre el salvadoreño medio y sus gobernantes confunden a la
religión con los partidos políticos y a los partidos políticos con las
religiones. La religión cívica existe, y es la que lleva ofrendas florales a
monumentos inertes e improbables con rigurosidad de calendario litúrgico, la
que reza una oración a una bandera, la que promueve y exige una semana cívica,
etc.
Como
vía de solución a la manipulación de la religión y del sentimiento propongo
desmitificar la religión cívica y la religión tradicional que se doblega ante
los intereses del político de turno.
Dado
que la clase media salvadoreña ha alcanzado un alto grado de análisis crítico y
siendo como es la que soporta el gasto de la cosa pública, hay que alargar con
creatividad la conciencia crítica por ellos adquirida, también a los sectores
desposeídos y marginados de la sociedad salvadoreña. Esto supone el uso
pertinente de los tres vectores ya mencionados: los medios de comunicación
social, de los cuales las clases desposeídas y capas medias utilizarán las
redes sociales y todo medio alternativo a su alcance; la religión, en una
versión responsable y apegada a las luchas específicas del pueblo; y la
escuela, a la vez desmitificadora de los artificios del constructo
ideológico-político dominante y constructora de una visión solidaria de la sociedad.
En
todo caso, a Antonio Saca, con todo respeto y dado su aprecio por el Texto
Sagrado, se le pueden recordar aquellas famosas palabras del Evangelio de Mateo 8,29: «¿Has venido aquí para
atormentarnos antes de tiempo?». El exacto contrario de su afirmación nos hace
pensar que también cabe la posibilidad de que no pueda gobernar ni con la
constitución ni con la Biblia.
1 comentario:
En este etapa de la historia de nuestro país debemos estar más atentos a los detalles en los discursos de los políticos.
El comentario que aquí se apunta es un análisis agudo y pertinente que nos ayuda a ver más allá de lo evidente.
Debemos estar más atentos y aprender a leer la historia.
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