lunes, 11 de marzo de 2013

GOBERNAR CON LA CONSTITUCIÓN Y CON LA BIBLIA. A propósito de una frase de Antonio Saca




El 25 de febrero de 2013, Antonio Saca oficializó su candidatura a la presidencia de El Salvador para el período 2014-2019. En su discurso de lanzamiento de candidatura dijo, entre otras cosas, que de ganar las elecciones gobernaría «con la Constitución y con la Biblia». Al respecto de esa frase propongo las siguientes reflexiones.
En mi condición de ciudadano salvadoreño me parece normal —y eso espero— que un presidente gobierne su país apegándose a la Constitución de la República. Pero, en mi condición de especialista de la teología, oír decir a un candidato a la presidencia —que no es especialista en Biblia— que gobernará también con la Biblia, lo que me produce es incertidumbre.
Me produce incertidumbre porque, si no es un especialista en Biblia, lo más probable es que no sepa gobernar según ella. Ahora bien, ¿por qué Antonio Saca hace tal afirmación? ¿Qué propósitos persigue al equiparar la Ley humana con la Ley divina? Aquí le asalta a uno una cuestión fundamental: Saca, ¿quiere ser presidente o pastor mayor de la República? Como sea, ambas cosas son rentables.
Lo que sucede es que, de nuevo, los candidatos a la presidencia recurren  a la manipulación del sentimiento religioso del pueblo salvadoreño. Su razonamiento es lógico: dado que no tengo las competencias requeridas para gobernar en modo laico, apegándome a la Constitución, entonces busco refugio en la religión. Con lo cual ya nos pone al tanto, por enésima vez, de su verbo exuberante y de las limitaciones de su formación política.
Otro refugio favorito de los candidatos superficiales es el recurso al sentimentalismo, lo que yo defino como amabilidad inútil. Una de las afirmaciones de Antonio Saca reza: «los mejores sociólogos son nuestros abuelitos», a sabiendas de que este tipo de frase gusta al hombre común, poco acostumbrado al razonamiento lógico. De este modo bien podemos decir, a falta de racionalidad, abramos nuestros corazones al sentimiento. Y de nuevo nos advierte: dado que no puedo gobernar bajo el principio de racionalidad y legalidad, entonces recurro al sentimentalismo.
La verdad es que Antonio Saca, al decir esas cosas, no tiene en mente a la clase pobre que ha adquirido conciencia de ser clase explotada, tampoco a la clase media trabajadora y mucho menos a sus amigos y enemigos de la clase acomodada. Tiene en mente a los millones de personas empobrecidas de este país, quienes podrían determinar el voto, y a quienes se les presenta primero como redentor antes que como presidente. Reconózcasele a Antonio Saca el mérito de haber identificado, con pericia de negociante palestino, que a las bases populares se llega por los medios de comunicación social, por la religión y por la escuela. Para el caso de Saca, en el orden que lo hemos escrito. Pero, hoy más que nunca, la clase media tiene claro que la manipulación de las conciencias privilegia esos tres vectores y sumado a ello cuenta también con el desconcierto que le ha producido la timidez del cambio prometido por la izquierda.
¿Qué significa para una persona honrada gobernar con la Biblia? De momento y como cosa prioritaria, significa promover la vida, a tenor de lo que dice el texto del Evangelio de Juan 10,10: «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».  Por consiguiente, la promoción de la vida no se limita a evitar la muerte y menos a aplicarle «mano dura» a quien está acostumbrado a ella. Eso es como intentar apagar un fuego, esparciendo gasolina.
Sostengo que el origen del mal no está en los malos, sino en las condiciones que posibilitan su accionar, es decir, en la mediocridad vista como falta de sistematicidad, en la superficialidad que se refugia en el sentimiento  y en la ligereza de la palabra que ofusca la racionalidad. No se equivocaba X. Zubiri —el maestro de I. Ellacuría— al decir que la condición para ver no son los ojos, sino la luz. El mal actúa cuando se le conceden los espacios para hacerlo.
Gobernar con la Biblia significa también atenerse al precepto de «no robar» (Éxodo 20,15). Es más, en el caso de que se acepte que se ha robado, bíblicamente lo normal sería restituir cuatro veces más de lo robado, como hizo —el también bajito de estatura— Zaqueo (cfr. Lucas 19,1-10); quien tuvo que encaramarse en un árbol de sicómoro para ver cara a cara a Jesús, y, habiéndolo visto, se redimió afirmando: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Pero, para los manipuladores de las conciencias estas palabras suenan como dichas para «niños de un planeta extraño», herederos del «semos malos», de Salarrué, que ya conocemos.
Por tanto, afirmar que se gobernará según la Biblia sin haberlo hecho en el pasado y sin tener la menor intención de hacerlo en el futuro, es mentir. Y la mentira también es prohibida por la Biblia (cfr. Éxodo 20,16).
Lo que está pasando en El Salvador es que no se asume con seriedad la laicidad del Estado. Desde siempre el salvadoreño medio y sus gobernantes confunden a la religión con los partidos políticos y a los partidos políticos con las religiones. La religión cívica existe, y es la que lleva ofrendas florales a monumentos inertes e improbables con rigurosidad de calendario litúrgico, la que reza una oración a una bandera, la que promueve y exige una semana cívica, etc.
Como vía de solución a la manipulación de la religión y del sentimiento propongo desmitificar la religión cívica y la religión tradicional que se doblega ante los intereses del político de turno.
Dado que la clase media salvadoreña ha alcanzado un alto grado de análisis crítico y siendo como es la que soporta el gasto de la cosa pública, hay que alargar con creatividad la conciencia crítica por ellos adquirida, también a los sectores desposeídos y marginados de la sociedad salvadoreña. Esto supone el uso pertinente de los tres vectores ya mencionados: los medios de comunicación social, de los cuales las clases desposeídas y capas medias utilizarán las redes sociales y todo medio alternativo a su alcance; la religión, en una versión responsable y apegada a las luchas específicas del pueblo; y la escuela, a la vez desmitificadora de los artificios del constructo ideológico-político dominante y constructora de una visión solidaria de la sociedad.
En todo caso, a Antonio Saca, con todo respeto y dado su aprecio por el Texto Sagrado, se le pueden recordar aquellas famosas palabras del Evangelio de Mateo 8,29: «¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». El exacto contrario de su afirmación nos hace pensar que también cabe la posibilidad de que no pueda gobernar ni con la constitución ni con la Biblia.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

En este etapa de la historia de nuestro país debemos estar más atentos a los detalles en los discursos de los políticos.
El comentario que aquí se apunta es un análisis agudo y pertinente que nos ayuda a ver más allá de lo evidente.
Debemos estar más atentos y aprender a leer la historia.

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