lunes, 28 de enero de 2013

LA PAZ EN EL MENSAJE DEL PAPA, AÑO 2013





BENEDICTO XVI
XLVI JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

Un resumen de lo que compartimos durante la jornada por la paz en Sonsonate, 
el sábado, 26 de enero de 2013.

BIENAVENTURADOS LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ, 
porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9).

El papa sitúa el tema de la paz. Lo coloca no como algo de poca importancia o algo optativo, sino como una de los pilares que conforman el discurso fundacional de la fe cristiana y de la Iglesia: las Bienaventuranzas. El que quiera ser y llamarse cristiano debe practicar la paz.
Ahora bien, es verdad que el tema de la paz es un principio que puede ser visto desde un punto de vista antropológico-social, como también desde el punto de vista de la fe, es decir, orientado a la trascendencia.
Lo primero, el aspecto antropológico-social, tiene que ver con las mediaciones históricas para que la paz no sea solamente un sentimiento psicológico y afectivo, sino que tenga una efectiva realización en los entornos sociales. Lo segundo, la paz como un don de Dios abierto a la trascendencia, busca que el ejercicio de la misma nos identifique con el Príncipe de la Paz, con Jesús, para que nuestro ejercicio de la paz, no sea sólo admirado por los hombres y mujeres, sino que sea también principio de credibilidad  de la Iglesia.
N. 1.
INTRODUCCIÓN
El papa sitúa el ejercicio de la paz en un marco histórico-eclesial y en solidaridad con la humanidad:
Trascurridos 50 años del Concilio Vaticano II…, es alentador constatar que los cristianos, como Pueblo de Dios en comunión con él y caminando con los hombres, se comprometen en la historia compartiendo las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias, anunciando la salvación de Cristo y promoviendo la paz para todos.
De las causas distorsionadoras de la paz que señala el papa en el n. 1, dos merecen ser resaltadas:
1.- los focos de tensión y contraposición provocados por la creciente desigualdad entre ricos y pobres, por el predominio de una mentalidad egoísta e individualista, que se expresa también en un capitalismo financiero no regulado.
2.- los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunión y la reconciliación entre los hombres.
Cuando a una persona sencilla se le habla de capital financiero, normalmente no le queda clara esa expresión técnica. Sin embargo, es algo que ya explicó Aristóteles en su libro La Política. El filósofo diferenciaba la economía doméstica, la que sirve para subsanar necesidades vitales, de la economía al minuto, que sirve para comerciar con los excedentes que quedan luego de subsanar las necesidades básicas.
Casi todas las personas, por ejemplo, dicen que el dueño del banco tal es don fulano de tal, cuando, en sentido estricto, el banco es también de las personas que depositan su dinero en el banco, por muy sencillas que sean.
Cuando el papa habla de capitalismo financiero no controlado quiere decir, que los administradores de los bancos, hacen operaciones financieras con nuestro dinero, sin consultarnos y poniendo en riesgo nuestra economía familiar y vital.
El otro elemento, el fundamentalismo y fanatismo religioso, desvirtúan el sentido originario de la religión, siempre que provoque actitudes de intolerancia, de coerción, y, en definitiva, violentas. Cuando una secta evangélica pone a todo volumen sus bocinas en la calle, para obligar a escuchar su sermón a los otros, comete  violencia; pero, también se ejercer violencia, cuando un grupo o movimiento católico considera de segunda categoría a sus hermanos en la fe solo porque no han hecho el retiro de inicio de su propio movimiento.
Y, sin embargo —dice el Papa— las numerosas iniciativas de paz que enriquecen el mundo atestiguan la vocación innata de la humanidad hacia la paz. El deseo de paz es una aspiración esencial de cada hombre, y coincide en cierto modo con el deseo de una vida humana plena, feliz y lograda. En otras palabras, el deseo de paz se corresponde con un principio moral fundamental, a saber, con el derecho y el deber a un desarrollo integral, social, comunitario, que forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. El hombre está hecho para la paz, que es un don de Dios.
¿Qué característica vamos a resaltar de la bienaventuranza propuesta por el papa?
La bienaventuranza evangélica
N. 2.
LA PAZ COMO BIENAVENTURANZA
Resaltemos sobre todo su carácter de PROMESA.
Como un niño se afana en hacer su tarea escolar, por amor a la promesa de un dulce, un sorbete, un chocolate, que le hacen sus padres, así también los cristianos se empeñan con todas sus fuerzas en el presente histórico en la construcción de la paz, por amor a la promesa hecha por Jesús.
Ahora bien, nos dice el papa, Las bienaventuranzas… no son meras recomendaciones morales…sino que… más bien en el cumplimiento de una promesa dirigida a todos los que se dejan guiar por las exigencias de la verdad, la justicia y el amor.
La verdad es el equilibrio necesario que toda persona necesita para que la paz se abra paso en su corazón,
La justicia es el camino necesario para quien quiera gozar los frutos de la paz.
El amor hace creíble el comportamiento del hombre justo, porque la misericordia está por encima de lo justo.
El hombre y la mujer que encarnan el valor de la paz están en plena sintonía con Jesús, que es el Príncipe de la Paz.
Una idea medular del mensaje del papa: la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana. En efecto, la paz presupone un humanismo abierto a la trascendencia.
El lenguaje popular tiene un refrán para expresar esto: «a Dios rogando y con el mazo dando». Es decir, nuestro amor a Dios es creíble, en la medida que en lo histórico seamos testigos de la verdad, de la justicia y del amor.
Por tanto, nos dice el Papa, la paz tiene poco que ver con buenos deseos, está más bien vinculada a un modo de comportamiento, situado en el tiempo y en el espacio, es decir a un ethos socio-cultural concreto: La ética de la paz es ética de la comunión y de la participación.
Ética de la comunión porque el ejercicio de la paz implica ver con responsabilidad a las personas que sufren la injusticia, aunque no sean mis hermanos de fe o mis familiares. La paz, entendida, en modo cristiano, no se funda en la subjetividad individual, sino en la búsqueda del bien común.
Ética de participación, porque el ser humano y en modo particular el cristiano no debe presentarse como un mero espectador del drama humano. Ha de implicarse en primera fila en la construcción de la paz, inspirado en los principios del evangelio.
¿Qué significa participar?
Participar significa estar informados de las causas de donde procede la violencia.
Participar significa organizarse efectivamente para construir la paz.
Participar significa resistir en modo no-violento ante quienes quieren imponer los obscuros intereses de la corrupción.
Participar significa levantarse cada mañana con el firme deseo de hacer efectivo el don de la paz en mi vida y en mi entorno social. Y quien no sienta este deseo no es plenamente cristiano.
El Papa nos dice:
Una condición previa para la paz es el desmantelamiento de la dictadura del relativismo moral y del presupuesto de una moral totalmente autónoma, que cierra las puertas al reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. La paz es la construcción de la convivencia en términos racionales y morales, apoyándose sobre un fundamento cuya medida no la crea el hombre, sino Dios: « El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz », dice el Salmo 29 (v. 11).
La paz, don de Dios y obra del hombre
N. 3.
Las causas de la violencia:
a)      La falta de armonía entre el don de Dios —que recibimos primero en la creación y que se completa con la libre adhesión de nuestro corazón que nace de la fe— y nuestra libertad. Las personas que rompen esa armonía están condenadas a mentir, y una persona que miente no está en condiciones de construir la paz. Por eso dice el Papa: La paz concierne a la persona humana en su integridad e implica la participación de todo el hombre… Para llegar a ser un auténtico trabajador por la paz, es indispensable cuidar la dimensión trascendente y el diálogo constante con Dios, Padre misericordioso, mediante el cual se implora la redención que su Hijo Unigénito nos ha conquistado. Paz interior con uno mismo, y paz exterior con el prójimo y con toda la creación.

b)      Cometer el mal en modo consciente: el pecado. A la paz social le corresponde negativamente la violencia social. La forma estructurada y organizada de la injusticia, de la corrupción, es la suma de la conciencia de las personas que se dedican a hacer el mal. La paz social es la coordinación intuitiva y sistemática de todas las personas que aman la verdad y la justicia: Así podrá el hombre vencer ese germen de oscuridad y de negación de la paz que es el pecado en todas sus formas: el egoísmo y la violencia, la codicia y el deseo de poder y dominación, la intolerancia, el odio y las estructuras injustas.

c)      La indiferencia ante la violencia. Lo más grave que puede cometer un cristiano es acostumbrarse a la medida que impone el mal. La mediocridad es el caldo de cultivo de la injusticia, que luego se traduce en violencia. Las personas que afrontan su estado de vida cristiana con superficialidad y mediocridad son quienes propician las condiciones para que el mal se pueda difundir. Donde hay personas entregadas en la defensa de la justicia no tiene espacio violencia: La realización de la paz depende en gran medida del reconocimiento de que, en Dios, somos una sola familia humanaLa paz es un orden vivificado e integrado por el amor, capaz de hacer sentir como propias las necesidades y las exigencias del prójimo, de hacer partícipes a los demás de los propios bienes, y de tender a que sea cada vez más difundida en el mundo la comunión de los valores espirituales.
Una frase bonita del Papa:
La paz no es un sueño, 
no es una utopía: la paz es posible.
NOSOTROS, CON LA AYUDA DE DIOS, TENEMOS QUE HACERLA POSIBLE.
Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad, bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones, para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer, contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo.
LA PAZ COMO PRIORIDAD DE LA EVANGELIZACIÓN
Si la realidad en que vive nuestra gente es un entorno violento, entonces la paz en el marco de la evangelización, se torna una necesidad. Predicar en modo superficial y no luchar por  organizar a nuestro pueblo para que construya la paz es un acto de grave irresponsabilidad.
En los entornos violentos la misión cristiana se entiende como resistencia social no-violenta, como organización para una economía solidaria, como meticulosa sistematización de la evangelización, como entrega desinteresada a los pobres, como desconfianza ante el discurso político ideológico de los dominadores:
Precisamente por eso, la Iglesia está convencida de la urgencia de un nuevo anuncio de Jesucristo, el primer y principal factor del desarrollo integral de los pueblos, y también de la paz. En efecto, Jesús es nuestra paz, nuestra justicia, nuestra reconciliación (cf. Ef 2,14; 2Co 5,18). El que trabaja por la paz, según la bienaventuranza de Jesús, es aquel que busca el bien del otro, el bien total del alma y el cuerpo, hoy y mañana.
Los que trabajan por la paz son quienes aman, defienden
y promueven la vida en su integridad
N. 4.
LOS CAMINOS ESPECÍFICOS DE AMOR POR LA PAZ
Amar y promover la paz significa:
·         Amar y respetar la vida: …considerada en sus múltiples aspectos, desde su concepción, en su desarrollo y hasta su fin natural. …en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz. El esfuerzo por la paz, si es honesto, se traduce en más y mejor vida para las personas. Si esto no ocurre es una farsa: Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.
Una pregunta del Papa para nosotros:
¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido?
·         Defender la familia y el matrimonio: También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer…
El criterio que sigue el Papa no es un criterio confesional o indoctrinador, sino que se sustentan en la racionalidad humana:
Estos principios no son verdades de fe, ni una mera derivación del derecho a la libertad religiosa. Están inscritos en la misma naturaleza humana, se pueden conocer por la razón, y por tanto son comunes a toda la humanidad. La acción de la Iglesia al promoverlos no tiene un carácter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo de su afiliación religiosa. Esta acción se hace tanto más necesaria cuanto más se niegan o no se comprenden estos principios, lo que es una ofensa a la verdad de la persona humana, una herida grave infringida a la justicia y a la paz.
·         Derecho al trabajo. Esto se debe a que, cada vez más, el trabajo y el justo reconocimiento del estatuto jurídico de los trabajadores no están adecuadamente valorizados, porque el desarrollo económico se hace depender sobre todo de la absoluta libertad de los mercados. El trabajo es considerado una mera variable dependiente de los mecanismos económicos y financieros.
Construir el bien de la paz mediante un nuevo modelo de desarrollo y de economía
N. 5.
NECESIDAD DE UN NUEVO ORDEN ECONÓMICO
… es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía.
·         Desarrollo integral, solidario y sostenible
·         una conducta recta que reconozca el primado de la dimensión espiritual y la llamada a la consecución del bien común.
·         se necesitan personas, grupos e instituciones que promuevan la vida, favoreciendo la creatividad humana para aprovechar incluso la crisis como una ocasión de discernimiento y un nuevo modelo económico.
·         En concreto, dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad.
·         …por parte de los estados, políticas de desarrollo industrial y agrícola que se preocupen del progreso social y la universalización de un estado de derecho y democrático.
·         Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres.
La educación a una cultura de la paz:
el papel de la familia y de las instituciones
N. 6.
CULTURA DE PAZ
Promover:
·         …una educación social idónea. La familia es uno de los sujetos sociales indispensables en la realización de una cultura de la paz.
·         La Iglesia se siente partícipe en esta gran responsabilidad a través de la nueva evangelización, que tiene como pilares la conversión a la verdad y al amor de Cristo y, consecuentemente, un nuevo nacimiento espiritual y moral de las personas y las sociedades. El encuentro con Jesucristo plasma a los que trabajan por la paz, comprometiéndoles en la comunión y la superación de la injusticia.
·         Las instituciones culturales, escolares y universitarias desempeñan una misión especial en relación con la paz. …se les pide …renovación de las instituciones públicas, nacionales e internacionales. …contribuir a una reflexión científica que asiente las actividades económicas y financieras en un sólido fundamento antropológico y ético.
·         El mundo actual, particularmente el político, necesita del soporte de un pensamiento nuevo, de una nueva síntesis cultural, para superar tecnicismos y armonizar las múltiples tendencias políticas con vistas al bien común.
Una pedagogía del que trabaja por la paz
N. 7.
PEDAGOGÍA DE LA PAZ
·         …rica vida interior, claros y válidos referentes morales, actitudes y estilos de vida apropiados.
·         …atmósfera de respeto, honestidad y cordialidad.
·         …difusión de una pedagogía del perdón.
·         renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la acompañan; a esta falsa paz que hace las conciencias cada vez más insensibles, que lleva a encerrarse en uno mismo, a una existencia atrofiada, vivida en la indiferencia.
·         la pedagogía de la paz implica acción, compasión, solidaridad, valentía y perseverancia.
CONCLUSIÓN
1.      Los cristianos en El Salvador estamos divididos. La división mata a la misión. Y debilitada la misión cristiana se generan todas las condiciones a los violentos para que puedan ejercer sus prácticas de dominación.
2.      Pasar del sentido de la paz, entendida en modo sentimental, a una paz ejercida como responsabilidad social y ética.
3.      El que cree en Cristo está llamado a promover la paz de aquel que dijo: La paz os dejo la paz os doy. Estamos llamados a pasar de un amor sentimental a la eucaristía a un amor encarnado en formas concretas de justicia y actos de misericordia.

NO SÓLO DESEEMOS QUE VENGA LA PAZ, 
LUCHEMOS PORQUE ESE DESEO TOME CUERPO EN LA HISTORIA 
A PARTIR DE NUESTRA LIBERTAD Y DE NUESTRA FE CRISTIANA.

martes, 22 de enero de 2013

PODER, ACTORES SOCIALES Y CONFLICTIVIDAD. EL SALVADOR, 1786-1972. Una publicación a cargo de Gregorio López Benal


Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte, Secretaría de Cultura de la Presidencia.
San Salvador, 2011.

Los textos compilados por Carlos Gregorio López Bernal abarcan un arco temporal que ronda los dos siglos. Un período suficientemente largo como para apreciar cuánto ha cambiado la realidad económica, política y social de este territorio que hoy llamamos El Salvador.

Los trabajos aquí presentados tienen la ventaja de no amarrarse a esquemas interpretativos rígidos; por el contrario, se abren a considerar nuevas fuerzas impulsoras, otros actores sociales y definitivamente cuestionan las interpretaciones clásicas.

Reformas en Centroamérica a finales de la dominación española: la Intendencia de San Salvador.
Xiomara Avendaño Rojas.

De Intendencia a Estado nacional: un balance de la historia política salvadoreña, 1786-1890.
Carlos Gregorio López Bernal.

Prensa y formación de un espacio público moderno: la Provincia/Estado del Salvador, 1810-1890.
Sajid Alfredo Herrera Mena.

Discurso liberal, práctica campesina: la privatización de tierras en la región del volcán de  San Vicente.
Aldo Lauria Santiago.

Municipio y Estado: la política municipal de los gobiernos de El Salvador a finales del siglo XIX.
Antonio Acosta y María Julia Flores.

Trabajo y educación infantil: dos mundos en pugna a finales del siglo XIX en El Salvador.
Luis Alberto Calero Vásquez.

De Belén a El Salvador: migración de cristiano-palestinos y sus prácticas comerciales como estrategia de inserción, 1886-1918.
Oliver Prud'homme.

¿Rebelión indígena o comunista? Aproximación historiográfica a los sucesos del 32.
Rolando Vásquez Ruiz.

El discurso anticomunista como factor de la guerra civil en El Salvador, 1967-1972.
José Alfredo Ramírez Fuentes.

Las relacions entre maestros y el Estado en El Salvador, 1967-1972.
Erik Ching.

VIOLENCIA SOCIAL, PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA Y ESCUELA. El libro de Luis Armando González


Editorial Universidad Don Bosco
2012.
ISBN 978-99923-50-44-7.

El presente libro trata del problema de la violencia, pero enfocado hacia la escuela. Parte de una discusión teórica del problema de la violencia y luego avanza hacia algunas de las concreciones de ella.

Dedica atención a los planes de prevención de la violencia que se pusieron en boga desde finales de los años 90 en adelante; pone en evidencia sus debilidades y resalta la necesidad de avanzar hacia estrategias preventivas.

Una de sus propuestas más sugerentes es la hipótesis de los "entornos violentos" y su incidencia en la dinámica escolar. Los estudiosos de la violencia y los ciudadanos y ciudadanas preocupados por su país encontrarán en este libro pistas interesantes para entender, en su globalidad, un problema que es responsabilidad de todos y todas atender de la manera más eficaz posible.

NIÑOS DE UN PLANETA EXTRANO. El libro de Ricardo Roque Baldovinos


Editorial Universidad Don Bosco.
2012.
ISBN 978-99923-50-45-4

Niños de un planeta extraño reune una serie de ensayos publicados por el autor en distintos medios y dirigidos a diversos públicos. Su hilo conductor es un recuento de las distintas manifestaciones culturales de la experiencia de la modernidad periférica, la del arte que se vive como una voz desencarnada que irrumpe desde algún lugar desconocido pero que revela nuestra condición híbrida y en perenne mutación.

Así obtienen la atención crítica del autor las novelas de Asturias o Carpentier, Cuentos de barro de Salarrué, ¡Que viva México¡ de Sergei Eisenstein o María Candelaria del "indio" Fernández, la serie Band of Brothers de HBO, como por supuesto la obra literaria más reciente de Castellanos Moya o Francisco Goldman.

Como señala Beatriz Cortez: "esta colección de ensayos conlleva una posición política importante: que un intelectual salvadoreño no tiene fronteras que le impidan abordar la producción cultural de cualquier lugar del mundo... Es un texto que muestra la erudición de un ávido lector, y que se nutre del pensamiento de intelectuales nacionales, latinoamericanos, estadounidenses y europeos". 

POLÍTICA DE LA CULTURA DEL MARTINATO. El libro de Rafael Lara Martínez


Editorial Universidad Don Bosco.
2011.
ISBN 978-99923-50-31-7.

Luis Alvarenga.
UCA-San Salvador.

El largo período dictatorial del general Maximiliano Hernández Martínez (1931-1944) ha dado pie a numerosos ensayos de interpretación, sobre todo, en lo político. El trabajo que presenta hoy Rafael Lara Martínez propone aproximaciones novedosas al martinato desde una perspectiva cultural, que, sin lugar  a dudas, puede ayudar a una comprensión de la complejidad de aspectos de al dictadura del general teósofo.

En la investigación de Rafael pueden verse las raíces intelectuales del martinato y de su política racial. Demuestra que no fue el producto de un puñado de militares de inclinaciones fascistas, sino de un complejo entramado social que tuvo también su expresión intelectual en la producción de la revista del Ateneo. De ahí que las leyes que prohibían el ingreso de extranjeros al país por motivos raciales no fuera un delirio de Hernández Martínez sino el resultado de un pensamiento fascista que ya  se iba configurando con anterioridad. Mención especial también merecen los hallazgos del autor en cuanto a la tensión entre indigenismo y antiindigenismo en el martinato. Hay una coherencia interna entre el etnocidio del 32 y un indigenismo turístico, que se configura desde el poder y el cual sirve, por otra parte, para forjar una política de la cultura.

La perspectiva de análisis abierta en este libro  sobre el martinato, permite ver las características de la modernización autoritaria en El Salvador. "Armas y letras" se llama uno de los capítulos, que también podría llamarse "Ilustración y balas". La modernidad se impone en Latinoamérica mediante la modernización de una sociedad supuestamente atrasada (por factores raciales, como en Civilización y barbarie de Sarmiento) y amenazada por el fantasma del comunismo. Así, la acción providencial de una élite ilustrada coludida con un "hombre fuerte" como Martínez permitiría enderezar el rumbo de la barbarie a la civilización ilustrada mediante la represión y la "normalización" del indigenismo.

Los ensayos que conforman este libro unen dos aspectos: el arqueológico y el crítico. En lo tocante al aspecto arqueológico, el autor emprendió una acuciosa investigación en fuentes bibliográficas y hemerográficas del período, lo cual nos lleva al aspecto crítico: estos hallazgos posibilitan poner en duda, o al menos, matizar ciertas apreciaciones sobre los aspectos culturales del martinano.

Uno de los aspectos más interesantes y polémicos del libro es el aval de algunos intelectuales salvadoreños -con Salarrué a la cabeza- y latinoamericanos -comoes el caso de Gabriela Mistral-a la política cultural del dictador. También lo es la determinación de la fuente bibliográfica de la que proviene la expresión "El Salvador, Pulgarcito de América" (Julio Enrique Ávila y no Gabriela Mistral).

En esta investigación se puede apreciar que las ideologías tienen muchos matices y que no se pueden delimitar esquematizadamente. Así como hay un antiimperialismo de izquierda, que es el que mueve a Farabundo Martí a unirse a la lucha de Sandino contra las tropas estadounidenses, también hay un antiimperialismo de derecha, el que motiva, según lo documenta Lara Martínez, a que los dos artífices de la prepresión del 32, Hernández Martínez y Tomás Calderón, expresen abiertamente su apoyo a Sandino.

Que las ideas y que los hechos admitan muchos matices,que la realidad sea multiforme y que se escape de las categorizaciones rígidas, es algo que se advierte en este volumen. Con seguridad, es ya una fuente importante de uno de los períodos más oscuros (y oscurecidos) de la historia de El Salvador.

REMEMBRANZAS DE MI TIERRA. El libro de Oscar Armando Portillo Luna


Editorial Universidad Don Bosco.
2012.
ISBN 978-99961-0-092-5

Una imagen habla más que mil palabras y cada voz se hizo palabra en este proyecto florido de Remembranzas. Algunas, de heroicos colores, otras, perfumadas de generosa bondad. He bocetado un puente imaginario al loado izquierdo, justo en el corazón de muchos hombres y mujeres que hoy ya no serán anónimos, el maíz, el paso a paso, el apretón de manos, el buenas tardes, la convicción y esa eterna necesidad de sumarnos al bien común; son los colores de esta portada.
María, un nombre que la soberbia no pudo robar, es la misma mujer con los atuendos ancestrales y es la misma imagen que habla más que mil palabras; es la sublime melodía en el bullicio de la ciudad.
Gracias don Óscar por invitarme a este hermoso proyecto.

Miguel Ángel Ramírez.
Pintor.

miércoles, 16 de enero de 2013

APOYO A NUESTROS SACERDOTES




Nuestro apoyo a los sacerdotes debe ser concreto.  Los sacerdotes de la foto han concluido una parte de sus estudios y algunos de ellos siguen avanzando hacia grados académicos superiores. El verlos graduados me genera alegría, porque me queda claro que siendo personas humanas, también ellos necesitan estímulos para ejercer con más celo su ministerio sacerdotal. Después de tres años de paciente espera, ahora vemos los frutos y esperamos que a partir de ahora sean -en modo sostenido- más y mejores. Una palabra de agradecimiento a los obispos y comunidades cristianas que apoyan la superación integral de sus sacerdotes.

En la Universidad Don Bosco ofrecemos:

Diplomados en teología para laicos vinculados al trabajo parroquial y cursos especializados de teología para laicos, sacerdotes y religiosas interesados en profundizar sus conocimientos de la fe.
Profesorado en Teología Pastoral y Licenciatura en Educación con Especialidad en Teología Pastoral para laicos en general y para sacerdotes y religiosas.
Programa de Convalidación de Estudios para sacerdotes con estudios superiores en Seminarios Mayores y universidades extranjeras. Extensivo también para religiosas.
Curso de Formación Pedagógica para sacerdotes y religiosas con título de licenciatura.
Doctorado en Teología para personas con grados universitarios y dispuestos a profundizar en la investigación.
La formación continua de los cristianos es una exigencia necesaria para responder con efectividad a los desafíos que se nos presentan.


lunes, 14 de enero de 2013

LA RELACIÓN ENTRE VOCACIÓN Y MISIÓN CONSIDERACIONES BÍBLICO-MAGISTERIALES (III Y ÚLTIMA ENTREGA)




III. ONTODOLOGÍA DE LA VOCACIÓN Y DE LA MISIÓN

El término «ontodología» lo encontramos en el ámbito del pensamiento contemporáneo, fue acuñado por el filósofo francés Claude Bruaire[1], para indicar  la íntima unidad del ser y del don[2]. Aquí retomamos el  término para indicar el hecho de la inseparabilidad entre lo gratuito y la gratuidad tanto en la vocación y en la misión. Este punto ha sido ya tratado por A. Cencini respecto a la vocación[3]; también de algún modo se encuentra presente en los documentos magisteriales entorno a la misión en cuanto que se habla de compartir la fe, como fruto del encuentro con Cristo. Sin embargo, consideramos que hace falta remarcarlo desde la perspectiva de la íntima relación entre vocación y misión.  Con el término no se busca apuntar algo nuevo en la díada vocación-misión, sino más bien, hacer énfasis de algo que consideramos a veces un tanto olvidado y que tiene directas implicaciones prácticas que afectan el hacer propio del cristiano y de la Iglesia.
Hasta el momento hemos podido apreciar cómo la vocación y la misión parten de una iniciativa divina a la cual debe obedecerse por medio de la respuesta humana. Si bien la vocación y la misión tienen su fundamento primero en la Trinidad, también conviene decir que pueden darse en el ser humano en cuanto que éste tiene una esencialidad de don.
En lo más íntimo de su ser, la persona humana  no sólo es alma y cuerpo, racionalidad y voluntad, sino ante todo es ser-donado, ser que ha recibido el don de su existencia no de sí mismo, sino del Eternamente Otro. Es «yo» a partir del «Tú» por antonomasia. Ahora bien, en el caso del ser, entendido como don, no nos podemos imaginar el don como el conceder a un determinado sujeto algo de lo que carece y sin lo cual se encuentra sustancialmente incompleto, «el don no sólo significa el hecho de conferir sino también lo que se confiere»[4]. No es que Dios dé algo que se llama ser a lo ya existente, más bien el ser lleva en su misma esencia el ser donado, pues nada existe sin ser y todo ser es esencialmente don, esto es decir que el ser es puesto en la existencia en un determinado momento por iniciativa divina y no tanto por la iniciativa del ente creado. Por eso San Pablo dirá: ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te alabas a ti mismo como si no lo hubieras recibido? (1 Cor 4,7). Todo es don, no hay nada, en cuanto a seres creados, que podamos decir que nos lo hemos dado a nosotros mismos. En esta realidad ontológica, o como hemos preferido llamar, ontodológica, se asienta la vocación como algo dado por Dios en la misma existencia humana, lo mismo ocurre con la misión,  ya que es un don en cuanto que es un encargo que viene de Dios.
Ahora bien, si el ser es donado esto hace que también se convierta en donante; el regalo no deja de ser regalo cuando es aceptado, pues sigue teniendo la categoría de regalo; es más, busca plenitud y ésta la encuentra cuando siendo un regalo recibido se convierte en un regalo entregado. Este entregarse se da porque el ser dice alteridad: «dado que el ser-del espíritu es don, lleva dentro de sí la dinámica del donarse; puesto que es don, se da; se da él mismo en aquello que dona»[5]. Esto es así por la dinámica interna de la gratitud y de la gratuidad del ser-donado. Desde una perspectiva antropológica, que se asienta en una concepción metafísica del ser como don (ontodología), podemos decir que una vez el ser humano se descubre como donado brota en él la conciencia de agradecimiento o de gratitud, este «dar gracias», lleva en lo más hondo del ser-donado el hecho de dar, dar-gracias, dar gratis; en otras palabras, agradecer significa  compartir lo que se ha recibido. Entonces pasamos de la gratitud a la gratuidad; quien toma real conciencia de su ser como donación y una donación que es fruto de amor, se decide también a amar, a darse. Recordemos cómo expresa la primera carta de san Juan esto, cuando apunta: En esto está el amor: no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados (1 Jn 4,10). La dinámica que nos presenta la carta joánica tiene una clara clave de donación. El ser humano ha recibido amor antes de que él pudiera amar a otro, he aquí el hecho ya del don, en el haber recibido el amor de Dios, y la plenitud de éste amor en la entrega del Hijo. La puesta en existencia no es consecuencia de un poder frío, sino que es efecto del Poder henchido de amor, amor creativo, que ha puesto en existencia todo cuanto existe. Y es que el amor esta en clave de donación, esto queda expresado también en otro texto paradigmático como el de Juan 3,16: tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo. Por eso se dirá que «por más que me dedique a los demás y a la vida, no igualaré nunca la cuenta de lo que he recibido de los demás y de la vida (y continúo recibiendo)»[6]. Esto último queda plenamente plasmado cuando se trata de hablar de lo que se ha recibido de Dios mismo, que es quien ha colocado delante de mí a los demás y me ha dado la vida.
La ontodología, pues, permite fundar «la fuerza ontogénica del Amor absoluto»[7]. Si Dios es amor (Cfr. 1 Jn 4,16), entonces, su ser ha de pensarse en términos de donación[8].  Ahora bien, El ser humano, por el hecho de ser imagen y semejanza de Dios (Cfr. Gen 1,26), es don no sólo por haber recibido su ser sino porque puede compartirlo, puede ser don para los otros. Por lo tanto, podemos hablar de donación en cuanto que el ente es ser-donado en su misma esencia de ser creado y también en cuanto que se vuelve don cada vez que busca el encuentro con el otro, se vuelve donación cuando busca dar lo que ha recibido, esto implica por lo general no sólo dar algo, sino darse a sí mismo.
Es esta naturaleza ontodológica del ser humano en donde no sólo la vocación y misión humana tiene su fundamento sino que la vocación y misión cristiana se presentan en la vida de la persona como plenitud del recibir y del dar. Porque la vocación es algo que es dado, esto significa también que es algo gratuito, recibido de parte de Dios. Este recibir engendra agradecimiento y bajo esta actitud brota la voluntad de entrega. Quien toma conciencia de que su vida es don, que su vocación es don, toma conciencia también del compartir ese don. Así pues, el don engendra gratitud y la gratitud a su vez gratuidad, o sea, capacidad de compartir y compartirse.
La misión sigue también esta línea, es más, lo expresa de un modo mayor. La vocación es tomar conciencia de la importancia de mi ser para Dios en cuanto que por amor me ha elegido y llamado. La Misión, a su vez, revela la confianza de Dios en el ser que elige y llama. Hay una confianza en el sentido que el llamado está invitado a realizar el cometido de Dios en la historia y lugar que le toca vivir. Decimos que Dios confía, en el sentido que da la misión y espera que ésta se realice a través de la fragilidad humana[9]. He aquí una profunda razón antropológica de la vocación y de la misión. El ser humano tiene la capacidad de recibir y de dar, en esta naturaleza ontodológica se asienta el ser del cristiano que recibe una vocación desde la Eternidad y una misión que implica una dimensión trascendental. Si la misión de la Iglesia es evangelizar, ésta se constituye también en tarea esencial de cada cristiano, esto está en lo más íntimo de la persona del creyente. Se entiende pues la expresión paulina, ¡ay de mí si no evangelizo! (1 Cor 9,16). No sólo la Iglesia y la historia se ven afectadas, en primer lugar está la misma persona.
El no evangelizar conlleva el no comprometerse con el otro, con la historia, el no buscar darse. Y quien en esto cae no sólo traiciona su fe sino también destruye a su propia persona, pues ya decíamos que ese recibir para dar es dinámica esencial para forjar plenitud de persona humana y creyente. Por eso, es importante remarcar que el ser de la persona humana no sólo es ser, es ser-donado, capaz de recibir porque está llamado a ser enviado a dar y darse. Sin esta dinámica interna del ser, éste no se constituye verdaderamente en cuanto tal.
El ser humano puede traicionar su vocación y misión, lo mismo el creyente, pero no debe hacerlo, pues si lo hace camina hacia la propia destrucción y obstaculiza la presencia de Dios en la historia, convirtiéndose así en agente activo del anti-reino. Para utilizar lenguaje bíblico diríamos que en lugar de ser luz, se hace tiniebla (Cfr. Prov. 4,19; Jn. 1, 5; 12,35; Ef. 5,11;), en lugar de ser sal, se convierte en lo desabrido (Cfr. Mt 5,13), en lugar de ser trigo, se convierte en cizaña (Cfr. Mt 13, 24-30). En lugar de ser liberador se convierte en opresor. Por eso, si el ser humano no toma conciencia de su ser-para-otro en cuanto que es ser-por-Otro no sólo traiciona su dignidad humana sino también su condición de hijo del Dios que se ha revelado como Padre en el Hijo, así como también su estado de hermano para con los demás. Si esto no se vive, la persona humano-creyente no es ni totalmente humana ni totalmente creyente, no se da en él ni la plenitud de lo humano ni la plenitud de lo cristiano.
Por eso es muy importante entender la naturaleza del ser humano y la del cristiano, desde una perspectiva ontodológica, la cual se respira en la Sagrada Escritura. Dios aparece en ella como Aquél que llama siempre para algo, da para que se comparta lo recibido. Tanto vocación y misión en el lenguaje bíblico son realidades puestas para el servicio de los otros[10], es decir, lo donado no es solamente para ser aceptado, sino ante todo, es para ser compartido. «El don y la conciencia del don son los que crean sentido de responsabilidad»[11].
Por otra parte, si bien tanto en la vocación como en la misión, se da la dinámica ontodológica del recibir-dar, creemos que esto queda también plasmado en la cuestión de su íntima relación. En la vocación se recibe no sólo el llamado sino también el para qué Dios llama y el modo en cómo quiere Dios que se viva ese llamado; pero  es en la misión cuando se realiza ese para qué  y el modo del llamado. Podríamos decir que la misión se recibe en la vocación pero la vocación se da en la misión. Y en esto se cumple aquello de Nuestro Señor: lo que han recibido gratis, denlo gratis (Mt 10,8). El recibir es para dar, el carácter gratuito de lo recibido indica que es algo regalado por la iniciativa amorosa de Dios, sólo el amor explica y da sentido a la generosidad. Esto aplica también en la vocación que debe comprometerse con la misión en la dinámica del amor y de la generosidad.
Por eso no puede haber separación entre vocación y misión. No sólo nos referimos al hecho de que la vocación está en función de la misión, pues Dios siempre llama para algo; sino también  el hecho de la dinámica del recibir-para-dar, el cual  hace que el ser del cristiano se desarrolle y alcance plenitud. No se puede hablar de vocación sin misión como tampoco se puede hablar de misión sin antes hacerlo respecto a la vocación. Por eso se puede decir que «el cristianismo no es una ley, aunque conlleva una; no es una moral, aunque conlleva una. Es, por don del Espíritu de Cristo, una ontología de gracia que entraña, como su producto o fruto, determinados comportamientos, e incluso los exige por lo que somos»[12]. Esta «ontología de gracia» es la que hemos llamado en el presente artículo ontodología. El cristiano ante todo es un don para  el resto de la creación en función de lo recibido, pues lo que ha recibido gratis es para que lo de gratis (Cfr. Mt 10,8).
Ontológicamente hay una precedencia de la vocación respecto a la misión, pues porque somos llamados somos enviados a testificar, a evangelizar a partir desde nuestra condición de llamados[13], pero el que haya una precedencia en nada dice que exista una separabilidad, es más la precedencia indica que existen momentos de un sólo proceso. Por eso es erróneo hablar mucho de misión sin antes hablar de la condición de vacacionados, como es absurdo ensalzar el carácter vocacional del cristiano si no es en vistas a la misión.
En este sentido, consideramos que el Documento de Aparecida, a partir de la concepción dada por el Concilio Vaticano II, se ubica en el punto embrionario de la cuestión, todos somos discípulos en cuanto hemos sido llamados por Dios en el Hijo a participar de una vida plena en Dios, esa participación nos lleva a ser misioneros del Amor en medio de nuestra sociedad, de nuestros ambientes y lugares. La vocación y la misión están presentes en todo bautizado, como un recibir y un dar a partir de lo recibido. Por eso creemos que no es tan feliz hablar de vocación específica a la misión, sino hablar más bien de carácter misionero de la vocación, pues toda vocación es misionera en cuanto que en la misión comparte lo recibido, si esto no ocurre, no sería verdadera vocación. Ahora bien, dentro de estas vocaciones misioneras surgen laicos, sacerdotes, religiosos que concretan su  compartir en un «ir más allá de sus fronteras». La misión ad extra nace  como fruto de una madura misión ad intra y como expresión de la maduración del creyente, el cual busca dar y darse de modo más pleno.
Este cambio en la presentación de la vocación cristiana nos llevaría a una cuestión práctica importante, el hecho de ayudar al cristiano a tomar conciencia de que todos somos misioneros. Es más fácil y provechoso plantear la misión ad gentes en medio de cristianos que  han tomado la conciencia de que todos son misioneros, a realizarlo en medio de  cristianos que piensan que hay unos pocos que son llamados por Dios para realizar la misión ad gentes. Desde la perspectiva que estamos proponiendo, la misión ad gentes sería entonces planteada como profundización en la toma de conciencia del don recibido, lo cual llevaría a una donación más profunda. Como vemos, la íntima y esencial unión entre vocación y misión implica también hablar de que toda vocación, es decir, todo llamado existe para la misión, y si esto no es así, la vocación cristiana carecería de sentido

CONCLUSIÓN

               
Hemos llegado al momento de sacar conclusiones. En primer lugar, recordemos que la Iglesia por naturaleza es vocacional y misionera. Conviene decir que sobre lo segundo ha habido un despertar en los diversos ámbitos eclesiales en los últimos años, eso es importante, porque si la Iglesia descuida su ser misionero, traiciona a su Fundador y también su ser como institución divino-humana. Donde se nota, sin embargo, todavía menos despertar es en el ámbito de la naturaleza vocacional de la Iglesia, que está íntimamente relacionada, como se ha visto, con su naturaleza misionera, ya que no hay vocación sin misión y misión sin vocación. La vocación fundamenta y da origen a la misión y la misión expresa concretamente y da sentido a la vocación. Con todo, creemos que el descuido respecto al tema vocacional en algunos ámbitos pastorales de la Iglesia, se deba al hecho que ha habido una concepción de la vocación un tanto reducida, limitada sólo al ámbito de los consagrados (religiosos y vida sacerdotal). Sin embargo, esto se  está viendo superado por el desarrollo de una  teología de la vocación que ya se hace presente en documentos magisteriales importantes. Esto incluso ha llegado a tocar las conciencias de aquellos que dirigen la misión de la Iglesia, al considerar un punto clave el hecho de la animación vocacional como fermento de cristianos comprometidos con la misión.
Consideramos que el magisterio reciente da muchas ideas valiosas en torno a la vocación y a la misión; sin embargo, se sigue hablando muchas veces con gran avidez y preponderancia sobre la misión, y que todos somos misioneros, sin antes tratar el por qué los somos, esto se debe a la laguna que nos deja el hecho de plantear la misión sin tener en cuenta la vocación o dándola por supuesta, cuando quizá, se deba partir primero por aclarar el tema vocacional para hablar posteriormente de la misión.
También se ha logrado  ver cómo la vocación y la misión cristiana tienen su fundamento metafísico-antropológico, la vocación-misión humana no está en contra de la vocación-misión cristiana, más bien una es desarrollada y llevada a la plenitud por la otra; tal es el caso de la relación entre vocación humana y vocación cristiana, así como de misión humana y misión cristiana. Es más, la vocación-humana sirve como base o estatuto antropológico en donde se asienta la vocación y la misión de los  hijos de Dios.
Por último, se ha dejado entrever, con una base bíblico-magisterial, que existe una relación muy íntima entre la vocación y la misión, ni una ni otra puede entenderse plenamente de modo aislado, pues son parte de una misma dinámica ontológica.



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[1] Claude Bruaire (1932-986) fue profesor de filosofía en la universidad de la Sorbona. “Ser y Espíritu” (L’être et l’esprit-1983) es la primera obra traducida al castellano. Otros títulos importantes de su producción son: L’affirmation de Dieu (1964), Philosophie du corps (1968), La raison politique (1974, Pour la métaphysique (1980).
[2] CL. BRUAIRE, Ser y Espíritu, Caparrós, Madrid 1999, 73.
[3] Cfr. A. CENCINI, «Teología de la Vocaciones», Medellín 146 (2011), 157-182.
[4] A. LÓPEZ, «El Ser y Espíritu», en Revista Española de Teología 61 (2001), 161.
[5] A. LÓPEZ, «El Ser y Espíritu», en Revista Española de Teología 61 (2001), 163.
[6] A. CENCINI, Llamados para ser enviados, Paulinas, Bogotá 2009, 89-90.
[7] C. BRUAIRE, El ser y el Espíritu, 197.
[8] Dios no es ente, es el ser Absoluto, aunque Absoluto no en el sentido hegeliano de la palabra, sino en cuanto dador de ser y sustentador del mismo. El ser de Dios es don no en cuanto es ser creado, es decir no en cuanto ha recibido su existencia de otro, sino en cuanto es el Ser Increado que se da al ser creado. “Dios, el absoluto, se dice en la historia y revela en Jesucristo que es puro don: don de sí mismo y don de sí fuera de sí mismo” A. LÓPEZ, «El Ser y Espíritu», en Revista Española de Teología 61 (2001), 149.
[9] «Aceptar que Dios se revela en la precariedad de la vida humana […] Más bien, precisamente ésta es la peculiaridad de la revelación cristiana o lo bello de la “buena noticia”: lo sumamente perfecto resiste revelarse a través de lo imperfecto», A. CENCINI, Dios de mi vida. Discernir la acción divina en la historia personal, 47.
[10] Toda vocación es verdadera y santifica cuando ayuda a los otros a vivir en Dios y para Dios. Por ejemplo: en la vocación de Moisés vemos que cuando Moisés responde a la llamada de Dios, el pueblo de Israel se ve beneficiado, porque es liberado (Cfr. Ex, 14; 7-15). En las vocaciones de Isaías y Jeremías vemos cómo se buscaba la conversión del pueblo para que el pueblo no cayera en desgracias (Cfr. Is 6, 5-10; Jer 1, 4-10). En la vocación de María vemos cómo con su sí, se abre la posibilidad de salvación a todos los seres humanos (Cfr. Lc 1, 26-38).
[11] A. CENCINI, Dios de mi vida. Discernir la acción divina en la historia personal, 99.
[12] I. APARISI, «Elección, vocación y misión del “hombre cristiano” en el marco del Reino de Dios, según el cardenal Yves Congar», en Anuario de Historia de la Iglesia, XIX, Pamplona 2010, 515.
[13] Cfr. C.M. De CÉSPEDES, «Vocación y misión del intelectual católico», en Espacio Laical, 31 (2008), 21.

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